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Una máscara para el monstruo

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Por Álvaro Rivera Larios

Mal estamos al creer que la tarea opositora solo consiste en seguirle los pasos al gobierno de turno para denunciarlo ahí donde se desvía de la ley o ahí donde sus acciones resultan lesivas para la ciudadanía. Tan importante como esta vigilancia es la participación creativa de la oposición en el debate permanente sobre los problemas fundamentales de nuestra sociedad. Si estos por las razones que sean no se discuten en el parlamento, se traslada su debate al seno de la opinión pública.

Lo que tenemos ahora es mucha crítica de los desmanes gubernamentales, pero muy poco debate sobre medidas alternativas a las que el gobierno impone. Parecería que la denuncia del gobierno es el único tema que absorbe a sus opositores, parecería que el único gran culpable de la crisis que padecemos es el actual presidente de la República. Si para sus admiradores incondicionales, Bukele es la aspirina que nos quitará nuestros históricos dolores de cabeza; para sus adversarios, Bukele es un dolor de cabeza de dimensiones cósmicas. Entre la adhesión ciega y el rechazo obsesivo que todo lo ve negro, no hay un espacio para debatir los problemas ni para hablar de alternativas políticas.

Tanto grito contra el dictador nos hace olvidar que no todas las carencias opositoras son debidas al súper poder del caudillo, sino que también obedecen a causas internas que la oposición todavía no reconoce ni aborda, a pesar de las dos derrotas electorales que ha sufrido. Bukele, con sus medidas autoritarias, sirve de excusa para que un sector de la elite que nos ha gobernado durante la posguerra no se haga la autocrítica ni asuma sus responsabilidades a la hora de explicar el descrédito de las instituciones democráticas y la caída de los partidos políticos tradicionales.

Cuando los partidos políticos que son alternativa de gobierno sufren derrotas electorales como las que han sufrido Arena y el FMLN, la recuperación de su credibilidad o su refundación bajo nuevas siglas políticas son un problema urgente si se está pensando en derrotar a Nayib Bukele en unas próximas elecciones.

Uno se pregunta si han hecho algo decisivo para recuperar la credibilidad perdida y los millares de votantes que desertaron o se fueron a Nuevas Ideas. Quizás solo baste con un poco de maquillaje, unas cuantas caras nuevas, un ligero cambio de discurso y ya está, con eso es suficiente. Todo lo demás lo hará una campaña permanente de desgaste al gobierno. No será necesario deshacerse de dirigencias políticas torpes y desacreditadas, ni mucho menos harán falta debates internos profundos que vayan más allá del recetario constitucionalista y desemboquen en nuevas alternativas que sean a su vez nuevas formas de hacer política. Para qué cambiar cuando el escenario político ha cambiado, para qué.

Lo preocupante sería que detrás de las críticas justas al actual gobierno no hubiese más que la vaga esperanza de que se levanten dos partidos caídos y desacreditados. Lo preocupante sería que detrás de las críticas justas al actual gobierno, se nos venda el retorno a lo mismo, a lo que tuvimos durante treinta años y se fracturó, como la gran alternativa. Vamos, que todos nuestros problemas se resolverán cuando retorne “la autonomía” del poder judicial y tengamos por fin un fiscal “independiente”. En sustitución de las vanas utopías ahora tenemos a mano una máscara liberal constitucionalista para cubrirle el rostro a una sociedad que, como dijera Alberto Masferrer, continúa siendo un monstruo.

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Álvaro Rivera Larios
Álvaro Rivera Larios
Escritor, crítico literario y académico salvadoreño residente en Madrid. Columnista y analista de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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