viernes, 12 abril 2024
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Un dí­a en su vida: Homenaje a Manlio Argueta

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Poeta, novelista, guionista, profesor, director, intelectual comprometido. Manlio Argueta es uno de los autores más importantes y completos de toda Latinoamérica.

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Nacido en San Miguel (El Salvador) el 24 de noviembre de 1935, ya desde joven se dedica a la escritura y recibió, en el curso de su vida, muchos y prestigiosos premios literarios, nacionales e internacionales. Miembro de la Generación Comprometida y del Cí­rculo Literario Universitario, su escritura es testimonio de contradicciones históricas, abusos de poder y lucha para mejorar las condiciones sociales de los habitantes de El Salvador.

No cabe duda que la mayorí­a de sus obras, tanto novelas como poemas, son una denuncia a la sociedad salvadoreña, corrupta y violenta, que utiliza la represión, la violencia y el miedo para controlar y subyugar a su gente. Sus textos reviven los años más sangrientos de El Salvador: desde el dictador Maximiliano Hernández Martí­nez, pasando por las dictaduras de los años 70 y 80, los Escuadrones de la Muerte, hasta la guerra civil. La posguerra es también protagonista, porque si la guerra oficialmente se acabó en 1992, la violencia sigue siendo la misma, y si antes se podí­a “˜justificar”™ por los conflictos bélicos, ahora no tiene sentido.

Definitivamente podemos definir Manlio Argueta un intelectual comprometido; su empeño y compromiso social se manifiesta no solo en sus escritos, sino también en la vida cotidiana: él siempre está al frente para denunciar los abusos de los gobiernos corruptos, las pésimas condiciones de los campesinos y de los trabajadores en general, las muertes violentas y los asesinatos polí­ticos. Su maestrí­a se manifiesta en buscar también soluciones para detener la violencia injustificada.

Él se dio a conocer en todo el mundo como autor de novelas testimoniales, un género muy popular en los años 70 y 80 en toda Latinoamérica. La literatura testimonial es el testimonio de la colectividad, y sirve para dar voz a clases subalternas, especialmente a los campesinos, ví­ctimas silenciosas del poder. Ellos no podí­an denunciar los abusos porque no sabí­an leer ni escribir y por eso necesitaban de alguien que pudiera hablar para ellos.

Definitivamente su novela más conocida e importante es Un dí­a en la vida, publicada en Costa Rica en el año 1980. El texto, que ganó el premio UCA EDITORES, es la narración de una entrevista que Argueta ha hecho personalmente a una campesina salvadoreña. Lupe, la protagonista, es una mujer campesina muy pobre, que cuenta un dí­a en su propia vida: un dí­a lleno de sufrimiento, de miedo, de represión. El momento más triste de su testimonio es cuando los Escuadrones de la Muerte, organizaciones paramilitares, matan y torturan a su marido a sangre frí­a, y ella ni siquiera puede darle digna sepultura, porque en El Salvador ni los muertos pueden descansar en paz.

Por supuesto el dolor de Lupe es el dolor del pueblo entero, del Paí­s entero, y probablemente, de toda Centroamérica.

Los años que anticipan el conflicto salvadoreño son años de terror, de violencia injustificada, y de abusos de poder. Desafortunadamente las cosas no cambian después de la guerra civil, porque el paí­s sigue siendo pobre, violento e injusto.

Argueta es un autor muy prolí­fico. Entre las otras obras más destacadas encontramos Cuzcatlán, donde bate la mar del sur, de 1986. El tí­tulo nos evoca un pasado prehispánico. Cuzcatlán es, de hecho, el nombre del antiguo territorio indí­gena, un lugar donde la gente viví­a en paz y prosperidad, antes de la llegada de los españoles. Argueta, a través de dos referencias, pone en relación la conquista de El Salvador con la guerra civil, dos hechos muy lejos pero al mismo tiempo muy cercanos. Caperucita en la zona roja, publicada en el año 1977, gana el Premio Internacional de Novela "Casa de las Américas". En 1990 Argueta decide publicar una colección de cuentos en inglés, The Magic Dogs of the Volcanoes, que está dirigida a todos aquellos que han dejado el Paí­s por la guerra. Recordamos también Milagro de la Paz, un cuento que se parece mucho a Un dí­a en la vida, porque las protagonistas son mujeres; una madre y una hija, que luchan para sobrevivir en un mundo al revés, un mundo dominado por la violencia, la represión y la muerte.

La fuerza de Manlio Argueta es en el hecho de que sus novelas llegan directo al corazón. Sus textos muestran dos caras de El Salvador: el lado negativo, o sea la guerra, la violencia, la represión, las injusticias sociales, y el lado positivo, representado por lugares fantásticos, maravillosos, incontaminados, donde la naturaleza reina y sus campesinos aún guardan las tradiciones y valores de sus antepasados.

Su escritura es directa, sencilla, sin metáforas o adornos literarios, porque escribe para la gente común, para que sus textos sean entendidos por la colectividad. Él ama su paí­s, pero le da rabia que los gobiernos no hagan nada para proteger sus ciudadanos; por el contrario, incentivan la violencia; un paí­s que vive en el miedo es más fácil de manipular y controlar.

Manlio Argueta es también autor de poemas, que tratan las temáticas más varias, como el amor, la patria, la infancia, el exilio. Poemas que transmiten emociones y sentimientos diferentes. Entre todas, he elegido la poesí­a Post-card para rendirle homenaje en ocasión de su 81° cumpleaños.

Mi paí­s, tierra de lagos, montañas y volcanes.
Pero no vengas a él
mejor quedas en casa.
Nada de mi paí­s te gustará. Los lirios no flotan sobre el agua.
Las muchachas no se parecen a las muchachas de calendarios.
El hotel de montaña se cuela como una regadera.
Y el sol ¡ah, el sol! Si te descuidas te comemos en fritanga.
Los niños y los perros orinan en las puertas de las casas.
Los mendigos roban el pan de los hoteles:
puedes morirte de hambre,
puedes morirte de cólera,
nunca de muerte muerte.
Luego los francotiradores, las bombas en los automóviles,
los puentes dinamitados.
Cierra la puerta a las tres de la tarde.
Con dinero no salgas a la calle, no te pongas reloj:
puede salirte un ladrón
y timarte con el premio de la loterí­a.
¡Ah, y cuida de decir que mi paí­s es una mierda,
te amarrarí­amos a un poste de la esquina y te violarí­amos,
después te sacarí­amos las tripas de una cuchillada!
Cuida que no te coja un cambio de gobierno,
¡válgame Dios! Mejor quedas en casa.
Pero mi paí­s es tierra de lagos, montañas y volcanes.
Si sales dos kilómetros fuera de la ciudad
te encontrarás con tigres y culebras,
con avispas ahorcadoras, escorpiones, arañas.
Es preferible estar en la ciudad
y respirar el humo de los autobuses.
Escuchar el klaxon de los automóviles
o el pregón de los vendedores ambulantes.
Mi paí­s, tierra de lagos, montañas y volcanes.
Pero no vengas a él si deseas conservar la vida.
Puede morderte una culebra.
Puede comerte un tigre.
Mejor quedas en casa y no gastas en hotel ni en avión.
Te sacarí­amos los ojos y te los comerí­amos.
O una bomba, una bala perdida, una flor con dinamita.
Y tus huesos comidos por las hormigas…
Y tus huesos comidos…
Y tus huesos…y tus…y…
                                                                 Post-card

El tí­tulo de la poesí­a remite a un postal de El Salvador, un postal que tiene ““una vez más- dos caras, una buena y una mala. Por una parte el poeta elogia sus bellezas naturales: los lagos, los volcanes, las montañas; paisajes inmaculados, donde se respira pureza, donde el hombre- y la civilización- aún no han llegado a destruir el idilio. Por otra parte el poeta exhorta a los turistas a que no vengan a El Salvador, por muchas razones. La más relevante, que resume el verdadero problema del Paí­s, es que “nadie se muere de muerte muerte”. Argueta, a través de un lenguaje poético y elegante,  denuncia las aberraciones de El Salvador: nadie se muere de muerte natural;  es uno de los estados  más violento del mundo, donde hay más de quince homicidios cada dí­a, y la gente tiene miedo a salir de su propia casa. Aunque si oficialmente es un paí­s en paz desde el 1992, en realidad sigue siendo muy violento. Las pandillas criminales, las maras, controlan el tráfico de drogas, los secuestros y los homicidios. Los gobiernos reprimen a sangre la disensión popular.  La gente que no se muere de muerte violenta, según Argueta, puede morirse “de hambre” o “de cólera”.

Excluyendo la capital, San Salvador, la mayorí­a del territorio salvadoreño es rural; los campesinos todaví­a viven en las campañas y trabajan como esclavos en las fincas, con sueldos de miseria. Los pueblos son pequeños y pobres, y generalmente, las condiciones de vida son pésimas, no hay agua potable ni electricidad, por eso hay muchas enfermedades. Argueta lamenta que la plaga no es solo la muerte- las muertes violentes-, sino también la criminalidad. El Salvador tiene además este récord. La gente, especialmente los turistas, tienen miedo a salir, porque en las calles reina la delincuencia. Robos, secuestros, desapariciones están a la orden del dí­a.

El poeta menciona la actitud de sus compatriotas, que se callan y no denuncian; siguen diciendo que todo está bien y no quieren que se hable mal del Paí­s. Ellos son cómplices del poder porque saben que viven en un lugar violento, regidos por gobiernos tiranos, pero no hacen nada para mejorar las cosas. Probablemente aún se llevan las cicatrices de la guerra civil, una guerra muy sangrienta, que ha causado la muerte de millares de civiles inocentes, y no tienen la fuerza para seguir adelante.

En mi opinión, la poesí­a Post-card es la que logra resumir los sentimientos de amor y odio que Manlio Argueta siente por su propio paí­s: amor, por una tierra maravillosa, llena de vida y de belleza, y odio, porque sabe que es una tierra difí­cil, llena de contradicciones, de violencia, y de injusticia social. 

Creo que estos mismos sentimientos rellenan el corazón de todos los salvadoreños que cada dí­a se levantan y luchan para llegar a la tarde, porque en paí­ses como El Salvador la vida no es obvia, y cada dí­a más es un milagro.

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Melania Gentile
Melania Gentile
Italiana. Licenciada en Lenguas y Literatura Moderna.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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