Palabras del Maestro a dos pobres sufrientes que halló a la vera del camino
Y viendo que la amargura devoraba a un hombre y a una mujer desorientados que sufrían sin más a la vera del camino, el Maestro les dijo:
“La amargura les indica qué lugar de su alma deben sanar. Porque lo que los amarga es aquello que envidian, lo que quisieran que fuera suyo y no de la persona que naturalmente lo posee. Lo que envidias es lo que no te corresponde, y tu misión en la vida es aceptar que eso no es tuyo y renunciar a ello. Por el contrario, de lo que te toca ocuparte es de lo que sí te pertenece, de lo bueno y lo malo que es sólo tuyo, de lo que necesitas desarrollar y de lo que debes destruir en tu vida.
“Porque la amargura sólo te aplasta más, sobre todo cuando recurres a medidas que crees que dañan a la persona que envidias. Esa energía negativa regresa a ti por la fuerza espiritual del envidiado, quien de manera natural te la devuelve porque es consciente de tu amargura, se duele de ti y comprende que sólo destruyendo las raíces de tu mal puedes trascenderlo. El de ustedes es pues un esfuerzo autodestructivo a menos de que acepten su destino con conciencia crítica y, desde allí, desde ese lugar, luchen por superarlo sin envidiar a nadie y sin desear estar en otro lugar que no sea el suyo.
“Vivir inconforme es el infierno. Porque la realidad ha sido, es y será como es, y no como quisiéramos que fuera. Jamás se comportará como queremos. Lo sensato entonces es aceptarla tal cual para cambiarla de manera consciente y crítica desde la situación concreta en que nos encontramos. La envidia se parece a un inútil berrinche. Queremos que no sea otra persona sino nosotros los que ocupemos un lugar y una posición ajenos. Y como eso es una imposibilidad en sí misma, quien está amargado vive en el infierno y por eso ansía arrastrar al prójimo a su condición, en lugar de ascender a donde le es dado estar por su propio esfuerzo consciente. El lugar que nos corresponde es la única posición desde la que nos es posible trascenderla. No desde ninguna ilusoria ubicación ajena. Esto es un error. Y cuando la mente cae en el error, el desarrollo personal cesa y se denigra, se hunde en la tiniebla de la propia amargura y en la condenación a subir la misma roca una y otra vez a la montaña para arrojarla una y otra vez al abismo.
“En sus manos está su salvación, oh, amargados. Dejen de lado la envidia, el rencor y la maledicencia y dense a la edificación de ustedes mismos y a nada más. De lo contrario, su autodestrucción será absoluta. Aún están a tiempo. Por su propio bien desanden el camino recorrido y transiten el único que les pertenece. Porque el tamaño de sus actos errados medirá el alcance de su infortunio”.
Y diciendo esto, el Maestro retomó despacio su camino hasta desaparecer de la vista de los amargados tras un recodo del sendero.