Turismo insostenible

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El pasado fin de semana, una amiga y yo decidimos dar un tour por el occidente del país. Las etapas incluían Santa Ana, Nahuizalco e Izalco, tres lugares para un sábado serían suficientes.

La idea era explorar sin tener una agenda específica. Pero aventurarse a explorar no quiere decir que todo es color de rosa. Pasar por la carretera por Los Chorros donde se cierra un carril sin aviso previo porque hubo un derrumbe, no tiene precio. Después se vuelve a cerrar otro carril porque se está trabajando en la ampliación de la carretera, también sin aviso previo.

Los salvadoreños estamos acostumbrados a no tener consecuencias por conducir erráticamente, he ahí la cantidad de accidentes que se dan. Por el camino nos pasaron buses y camiones a toda velocidad, motos en sentido contrario y hasta una patrulla que se conducía con prisa, sin luces y sin sirena.

Si somos de aquí no quiere decir que sepamos cuál salida tomar para llegar a algún lugar. Hacia Santa Ana hay una señal que indica la ruta a seguir, después de eso, para salir de ahí, es de seguir a los buses o preguntar. O usar Waze.

Llegamos a la ciudad de Santa Ana y nos estacionamos en el único espacio disponible frente a la alcaldía, todos los demás estacionamientos privados cerca del parque cobraban $1 la hora y si estaríamos ahí cuatro horas iba a ser una cantidad que se podía destinar para los pequeños comerciantes de la zona.

Aparte de pupusas, no había mucho que la ciudad nos ofreciera para desayunar. Caminamos por el parque, cerca del teatro, por el casino, bajamos por un costado de la iglesia, en la Callejuela Sur buscando un lugar que nos recomendaron para desayunar, y el olor a orín se sentía por todos lados. Le pregunto a un vendedor ambulante a manera de broma que si había sido él. Me responde que esta vez no, pero que todo el mundo lo hace. Lo limpio de la ciudad, la calidez de la gente y los colores vibrantes de su arquitectura se opacaba por el constante hedor. ¿Será que como salvadoreños dejaremos de sentir el deseo primitivo de orinar cuando nos asaltan las ganas? ¿Por qué no sucede lo mismo con las mujeres? ¿Será que la policía municipal pueda hacer cumplir las ordenanzas cívicas?

A un costado de la alcaldía estaba una calle peatonal con muchos puestos de vendedores diversos en una feria de emprendedores. Los productos se tornaban más hacia los compradores locales y no a los turistas con artesanías y recuerdos, pero sin turistas no tiene sentido tener ventas para turistas.

Para salir de Santa Ana para Nahuizalco, sin conocer el lugar, fue mejor dejarse guiar por Waze pues las direcciones que nos dieron otros conductores no servían de mucho cuando había calles cerradas.

Este gobierno le apuesta al surf como esperanza de turismo, pero El Salvador es ciudades, pueblos coloridos, montañas y volcanes, fiestas patronales y festivales sin fin. Se debe tener una estrategia clara de señalización para guiar al turista. Si el nacional se pierde, ahora imaginémonos al extranjero que no está familiarizado con las vueltas y enredos de calles ni con el idioma. La policía de tránsito debe también cumplir su rol haciendo cumplir las leyes, pues no es necesario incrementar las multas si no hay cancerbero que vigile. Como salvadoreños debemos mostrar respeto por uno mismo, por nuestras familias y comunidades. El turismo crecerá cuando le enseñemos a nuestros hijos a no orinarse en las calles, a no botar basura, a respetar las leyes de tránsito y a tratar a las personas con dignidad.

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Nelson López Rojas
Nelson López Rojas
Catedrático, escritor y traductor con amplia experiencia internacional. Es columnista y reportero para ContraPunto.
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