Ha sido una semana impresionante, incluso para el estándar al que Trump nos tiene acostumbrados. Todo comenzó este reciente 12 de diciembre, cuando Michael Cohen, el ex abogado privado de Trump, que por 10 años fue mano derecha, confidente y operador del millonario, confesó varios crímenes en la Corte Federal de Nueva York, y denunció ante las cámaras de ABC News lo que ya era rumor sólido: que el propio Trump le ordenó pagos ilegales a una estrella porno y otra de Playboy, para ocultar esos escándalos sexuales y maritales en plena campaña presidencial en 2016. En la cúspide de ese escándalo, que deja a Trump rozando una responsabilidad penal (es decir, a una brizna de solidificarse plenamente un caso de acusación constitucional o impeachment), el millonario, en una discusión surrealista frente a las cámaras, antes de una reunión que se suponía privada con los líderes del Partido Demócrata en el Congreso (Nanci Pelosi y Charles Schumer), declaró un ultimátum que era casi como acuchillarse a sí mismo. Expresó que estaba dispuesto a cerrar el gobierno federal si el Congreso no financiaba los 5 mil millones de dólares que quiere para construir su muro fronterizo con México. Una amenaza febril, sin salvavidas para sí mismo. Casi como jugar un jaque mate a su propio rey.
Renuncia el jefe máximo del Pentágono
A unas pocas horas de que el Congreso ratifique que no apoya un gasto tan exorbitante (que el Partido Republicano tenga ambas mayorías simples en ambas cámaras no le sirve), y a vísperas de que se cerrara parte del gobierno federal debido a la intransigencia de Trump, el millonario ordenó este pasado miércoles 19 de diciembre un movimiento militar que impactó aún más a la clase política del país, pero principalmente al Partido Republicano: sacará las tropas estadounidenses de Siria. No es primera vez que Trump acude a movimientos militares para distraer a la opinión pública del país. Ya lo ha hecho antes, cuando ha ordenado bombardeos en Afganistán justo en momentos de crisis interna por sus escándalos. Pero lo que aconteció esta semana tuvo consecuencias insospechadas, pues la decisión de terminar la presencia de EEUU en Siria sin consultar con nadie del aparato militar, provocó la renuncia inmediata del Secretario de Defensa, el líder máximo del Pentágono y general fuerte del aparato castrense, Jim Mattis. No solo eso: el militar se fue con una carta pública en que no escondió su desdén por las acciones internacionales de Trump que han “debilitado” el rol mundial de EEUU “con sus propios aliados” y en beneficio de “los enemigos” número 1 y 2 de EEUU, “Rusia y China”.
Los ultra-conservadores abandonan el barco
El impacto no quedó ahí. A principios de esta semana, viendo la Administración de Trump que era imposible lograr el financiamiento para la barrera fronteriza, comenzó a dar señales concretas de ceder a la fórmula que había aprobado el Senado como acuerdo entre ambos partidos, que no incluía nada extra para el famoso muro. Obviamente, provocar el cierre del gobierno federal a pasos de Navidad, teniendo el Partido Republicano la mayoría en ambas cámaras, es una enorme crisis auto-inflingida de imagen. Pero los duros ataques provinieron ahora del propio sector de apoyo a Trump, los grupos ultra conservadores. La famosa opinóloga de derecha Ann Coulter luego de declarar por meses que Trump era “Dios”, calificó esta semana a la presidencia de Trump como “un chiste” por no cumplir la promesa del muro. Además, anunció que no votaría por él en 2020, y sugirió que el legado de Trump al mando de la Casa Blanca parece ser en torno a que su yerno Jared Kushner y su hija Ivanka “hagan dinero”. Una fuerte estocada desde el corazón mismo del trumpismo.
Los panelistas del programa favorito de Trump, Fox and Friends, también fueron duros con Trump, acusándolo de no cumplir sus promesas electorales en cuanto al muro, y declarando que sacar la presencia militar de Siria ayuda a “refundar” al Estado Islámico.
En estos dos años delirantes del mundo Trump, nunca se había dado una crítica pública tan fuerte que marcara una diferencia importantísima con el pasado: expresa dudas desde la propia derecha anti-sistémica estadounidense sobra la capacidad política e incluso intelectual de Trump para llevar adelante la agenda prometida en campaña. Ya parte importante del establishment republicano ha declarado su desdén por Trump. Pero que su propio electorado esté decepcionándose, es un factor de alarma para el millonario.
Como consecuencia, en una sola semana, con acciones contradictorias o contraproducentes, Trump ha logrado una hazaña de proporciones: afectar a todo el espectro político, desde el progresismo demócrata hasta los ultra-conservadores enclaustrados en el Pentágono y los medios de comunicación.
Se suma el ala judicial: el caso Cohen
El clima acá en Washington DC es de completo surrealismo, dada la velocidad con que se están desencadenando todos estos hechos gravísimos.
Sigue aumentando cada día el número de personas procesadas judicialmente tanto por crímenes electorales relacionados con su campaña presidencial, como por el caso de colusión con agentes rusos para afectar la elección de 2016. El equipo del fiscal especial del FBI, Robert Mueller, ya ha procesado a 16 personas del círculo de Trump. Su ex jefe de campaña, Paul Manafort, que ya está condenado a 10 años de prisión por varios crímenes tributarios y de las normas de lobby, enfrenta ahora un mayor problema legal al comprobarse que ha mentido a las autoridades de justicia en temas relacionados con áreas en que se supone estaba colaborando para aminorar nueva penas de cárcel.
El caso de Cohen ha sido decidor en entender el clima de confesiones que impacta al círculo íntimo de Trump. Tras ver que el allanamiento de la oficina y el hogar de su abogado provocó que enormes cantidades de material inculpatorio pasaran a manos de las autoridades de justicia, Trump procedió a abandonar judicialmente a su ex defensor, pese a que el propio Cohen había declarado que sería capaz de “exponerse a una bala” por Trump. A través de sucesivos tuits Trump se ha desligado de Cohen, calificándolo de “débil”, “mentiroso” y de “haberlo engañado” en sus acciones legales. Coronó el abandono total calificándolo de “rata”. Trump intenta en todo caso confundir a la opinión pública indecisa: todos los crímenes realizados por Cohen fueron ordenados por el propio Trump. No puede exculparse sobre la base de la relación abogado-cliente, y la condena de cárcel a Cohen ha certificado la veracidad de las confesiones.
¿Qué le espera a Trump tras dos semanas delirantes de revelaciones, escándalos y polémicas decisiones? Son tantas las fugas de irregularidades que salen de la Oficina Oval, que las opciones son amplias y variadas. Hay muchos escenarios. Nunca se ha procesado judicialmente a un presidente en ejercicio, pero la Constitución en rigor no lo impide. Pero las confesiones de Cohen, la incapacidad de Trump para cumplir su promesa del muro fronterizo, y las decisiones militares repudiadas como sacar las tropas de Siria, están comenzando a provocar una fuga de apoyo en el corazón de la derecha trumpiana. La situación es clara: 1) si ese nivel de decepción política comienza a crecer; 2) si la preocupación en sectores militares pasa a un análisis de crisis de seguridad nacional debido a la conducta de Trump; 3) si sectores claves del Partido Republicano llegan a la certeza de la implicación directa de Trump en actividades criminales como las que llevó a la cárcel al propio abogado del millonario; 4) si Trump sigue cayendo en las encuestas, que ya bordean el 60% de desaprobación, entonces no es descabellado imaginar un escenario en 2019, con Cámara Baja controlada por el Partido Demócrata, donde un puñado de senadores republicanos decida generar el tercio faltante para el impeachment y terminar con una de las presidencias más febriles de la historia de EEUU. El costo no es tan alto para los republicanos: en caso de expulsar a Trump, asumiría el vicepresidente Mike Pence, la antítesis del millonario. Un político calculador y no volátil, representante del establishment republicano, de profundos valores conservadores que, ante estos dos años de locura política, eliminaría el pánico y aparecería ahora como un respiro revitalizador para las próximas elecciones de 2020.