viernes, 13 diciembre 2024
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Todo se vale

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El procurador encargado del despacho de la PGR, Alberto Elí­as Beltrán, es un empleado de Los Pinos y hace lo que se le ordena. Lo era también Raúl Cervantes, el procurador anterior, militante del PRI, que tuvo que renunciar al cargo porque su situación era ya insostenible. Ésta se agravó después del caso del Ferrari que emplacó en Morelos, para no pagar la tenencia.

Uno de los más graves problemas de la justicia mexicana es no tener una procuradurí­a autónoma independiente a las decisiones del Ejecutivo en turno. Ahora la PGR se utiliza como un instrumento polí­tico poderoso, en manos del presidente, para atacar y descalificar, de múltiples maneras, a quienes considera su adversario o enemigo. No es un instrumento de la justicia y la legalidad.

El caso más reciente de este uso polí­tico faccioso por parte de Los Pinos es la destitución de Santiago Nieto, el fiscal de la FEPADE, con argumentos ridí­culos e incluso infantiles que cambiaron con los dí­as. La actuación de Elí­as Beltrán es lamentable, la propia de un empleado menor y no la del fiscal de la República de un paí­s de 120 millones de habitantes y 14 economí­a del mundo.

Los Pinos y el PRI se han salido con la suya y lo más seguro es que nunca se investigue la evidente relación entre la constructora brasileña Oderbretch y la campaña del candidato prií­sta Enrique Peña Nieto, ahora presidente de la República. Ellos están dispuestos a utilizar a su antojo a las instituciones sin importarles el daño que les hacen, para protegerse y evadir la acción de la justicia. En este propósito todo se vale.

La PGR está en uno de los peores momentos de su historia. No es una institución creí­ble. Se le ubica como un brazo del presidente de la República, que usa como le conviene. ¿Cómo cambiar esta realidad? No veo pueda suceder en el tiempo que le queda a este gobierno. Solo será posible cuando se legisle, para que la procuradurí­a sea una instancia absolutamente autónoma e independiente del Poder Ejecutivo. Urge que así­ sea. Debe estar en la agenda del próximo gobierno y del nuevo legislativo.

La FEPADE vive también uno de los peores momentos desde su fundación. En la lógica del actual gobierno y su partido es una institución solo para taparle el ojo al macho, pero no para investigar los posibles delitos electorales y menos para actuar en consecuencia. Es una institución de pantalla y nada más. En los hechos siempre ha sido así­, pero habí­a indicios de que iba a cambiar. Eso trajo la destitución de su titular.

¿Los senadores se pondrán de acuerdo, para nombrar a un nuevo fiscal de la FEPADE? Lo veo imposible y si lo logran no será creí­ble. En la imagen pública va a quedar que es un empleado del presidente bajo el mando de otro empleado, el procurador. La FEPADE solo será creí­ble el dí­a que sea autónoma e independiente del Ejecutivo y de cualquier otra autoridad. Es también un tema del próximo gobierno y del nuevo legislativo.

La destitución del fiscal de la FEPADE implica un costo polí­tico y electoral enorme, no sé si calculado, para el presidente y su partido. Implica también un daño de gran impacto a la credibilidad de las instituciones. En los hechos, el presidente al fin de su sexenio se queda sin procuradurí­a y sin FEPADE. No sé si en la relación costo-beneficio es algo que calcularon y decidieron hacerlo.

La vida institucional del paí­s ya no aguanta sin una PGR y una FEPADE autónomas e independientes. El actual gobierno y su partido dinamitó la última y escasa confianza que tení­an. Al próximo gobierno y al nuevo legislativo les toca trabajar en leyes que garanticen el funcionamiento de estas instituciones en un México inmerso en la realidad del siglo XXI y no en las de un paí­s bananero.

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Twitter: @RubenAguilar

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Rubén Aguilar Valenzuela
Rubén Aguilar Valenzuela
Columnista y analista de ContraPunto. Doctor en Ciencias Sociales, con una Licenciatura y Maestría en Sociología y Estudios de Desarrollo Institucional; exfuncionario del gobierno mexicano.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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