Emitir el voto es un derecho que tenemos, no gracias a los azares del destino, sino como resultado de las luchas sociales. Según la constitución el voto será libre, directo, igualitario y secreto. Emitir el voto es un deber constitucional que el ciudadano incumple; más del 50% de los ciudadanos con derecho a sufragio no participa en las elecciones, este es el votante ausente. Pero ahora veamos el comportamiento de los ciudadanos que si cumplen con su deber de votar.
Primero, el votante fatalista. Este votará por un candidato porque cree que no tiene otra opción. El fatalismo es la doctrina o manera de pensar que considera que los acontecimientos son imposibles de evitar, porque los controla una fuerza superior que gobierna el mundo, y que el destino es imposible de cambiar. El votante fatalista se le olvida que puede votar en abstención. El fatalista no encuentra motivos suficientes para confiar en que votará por un mejor gobernante, pero cree que no puede hacer otra cosa que votar por otro desconocido.
Segundo; el votante resentido. Este se enrola por las emociones y sentimientos, deja a un lado el razonamiento lógico. Pocas veces se pregunta, por ejemplo, ¿Qué capacidad tiene el candidato? ¿Qué antecedentes tiene? ¿Qué propuestas tiene? Su razonamiento esta nublado, por su sed de venganza contra quiénes considera le han fallado o dañado. Su comportamiento está en un círculo vicioso: ilusión-frustración-resentimiento-voto de castigo. Lo que busca es castigar, tiene la ilusión que un desconocido le dará lo que no ha logrado en el pasado. Votar por resentimiento es legítimo. Los políticos tradicionales concentran sus esfuerzos en alimentar el resentimiento. Así ARENA, les recordaba a sus votantes, las acciones de la guerrilla, como una forma de mantener el apoyo de los votantes resentidos. El FMLN por su parte, promovía el resentimiento por las atrocidades de los Escuadrones de la Muerte para mantener a su grey de resentidos. Las elecciones siguen basándose en el resentimiento. El partido GANA también está activando el resentimiento. Esto facilita un buen caudal de votos irreflexivos, de votantes que no exigirán al candidato tener propuestas viables. Manipular a los resentidos es uno de los pilares del mercadeo político; los publicitas a veces saben utilizar esta estrategia. Los políticos en lugar de ser congruentes, atizan los resentimientos para conseguir adeptos irracionales. El resentido en su afán de venganza cambia de verdugo cada vez que vota.
Tercero, el votante fanático. Este votante percibe a su candidato favorito como un ser perfecto, sin errores, sin debilidades. El fanático no admite otra versión de los hechos que la suya misma, no escucha argumentos; su decisión de votar se basa en sus pasiones, que le llevan a vivir como en un sueño, muy contento de lo que hace, sin dudas, sin evaluar las alternativas, sin informarse adecuadamente; es un fiel seguidor. En el mejor de los casos, cuando el fanático considera otras alternativas será para observar que en otros solo existen defectos, que tiene toda la razón en seguir apasionadamente a su candidato. El fanático luego sufrirá frustración y resentimiento, pues seguro su candidato ideal lo desilusionará, porque no existe persona que no cometa errores o carezca de equivocaciones. El votante fanático cambiará de parecer, para adoptar una nueva causa de su fanatismo. Superar el fanatismo exige evaluar las fortalezas y debilidades de los candidatos, definir prioridades; para eso hay que informarse de diversas fuentes, ser crítico observador. Entre fanáticos no existe debate de propuestas políticas, sino gritería de lemas y consignas vacías.
Cuarto, el votante militante. Este se distingue por estar vinculado a un partido por razones ideológicas; entendiendo ideología como lo define la real academia española: Conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona… No me refiero a etiquetas que a veces se confunden con ideología. Toda persona tiene ideología aunque no sea consciente. La militancia partidaria, no es una simple afiliación a un partido, pues hay quienes se afilian por una candidatura o por motivos clientelares. El votante militante se distingue del votante fanático, por tener capacidad de dialogo y de debate político. Los votantes militantes no contribuyen a la polarización, sino a la construcción de consensos políticos dentro de la sociedad, reconoce los límites del poder y comprende cómo funciona el gobierno y las instituciones democráticas; en tal sentido, no sufre la frustración como el votante resentido, porque comprende que es imposible lograr en su totalidad sus pretensiones políticas. El votante militante se afilia a un partido cuando el ideario del partido concuerda con su visión personal del mundo; este no es un tránsfuga político, pues respeta los consensos políticos de su partido y votará por el candidato de su partido.
Quinto, el votante clientelar. Este votante interviene en las elecciones como si se tratara de participar en intercambios de negocios. Este podrá brindar su apoyo a cambio de un beneficio, por ejemplo, conseguir un empleo. Los beneficios puedes ser diversos, a veces percibidos antes de emitir el voto; en este sentido, el votante cree que debe ser agradecido con el candidato o partido. Este votante forma parte de la red de corruptela que controla el sistema político. Un político que ofrezca combatir la corrupción y utilice dádivas para conseguir adeptos, no es más que un nuevo engañador que se aprovecha de la miseria y tribulaciones de la gente.
Sexto, el votante alienado. Este se distingue por no tener clara su identidad; en tal sentido, no identifica sus intereses, prioridades e ideales. Su decisión de votar por algún candidato puede estar en contra de sus derechos humanos, puede desconocer que está apoyando a quién procura su malestar. Estos votantes pueden carecer de formación política, o estar anclado a una formación dogmática que es contraria a sus intereses como ser humano.
Finalmente, el votante consciente. Este votante se distingue por ser responsable con lo que dice, piensa y hace, no vive victimizándose; sino, reflexiona sobre la realidad, es observador crítico, se mantiene informado por diversas fuentes, valora las alternativas, cuestiona a los candidatos, exige debate de propuestas políticas. El votante así, no intercambia su voto ni por regales, ni por empleo; sabe que los funcionarios son servidores públicos y que las prestaciones que recibe son su derecho legítimo. Un votante consciente presenta sus exigencias a todos los candidatos para incidir en su eventual agenda de gobierno. El votante consiente no se limita a votar y entregar el poder, sino que ejerce contraloría social, participa en las diversas etapas de la gestión política. Este es el votante que puede cambiar la dinámica de la corrupción dentro del sistema político. Estos votantes son escasos, y son detestados por los candidatos demagogos, pues difícilmente los manipulará.