viernes, 12 abril 2024

Soledad y solitud: Dos maneras de estar solos

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Dependerá de la personalidad de cada uno el tiempo que uno necesita estar solo, variando según el tipo de familia que tengamos, de lo bien que nos sintamos con esa ausencia de gente a nuestro alrededor

Las palabras soledad y solitud tienden erróneamente a ser utilizadas como sinónimo.

Se intercala el uso de una y otra para evitar repeticiones o cacofoní­as o para lucirse con el lenguaje. Sin embargo, pocos saben que lejos están de tener un significado parecido. 

 Etimológicamente, la soledad es “la vivencia de sentirse solo, sintiendo la ausencia de otros y anhelando su presencia compartida”.

Es una experiencia no deseada y responde a una necesidad de contacto y encuentro con otras personas.

 La solitud, en cambio, es estar solo por voluntad propia y disfrutarlo. 

"Es un tiempo de repliegue que te permite acompañarte, disfrutar de esa experiencia, descubrir tu voz, escucharla…abrirte a todo lo que puede ofrecerte”, como la describe la psicóloga española Daniela M. Pribluda.

En sí­ntesis, estar solo no siempre tiene una connotación negativa. La soledad y la paz que esto puede conllevar nos lleva a disfrutar de nuestro propio tiempo, aprender cosas nuevas, meditar a leer un libro.

 Dependerá de la personalidad de cada uno el tiempo que uno necesita estar solo, variando según el tipo de familia que tengamos, de lo bien que nos sintamos con esa ausencia de gente a nuestro alrededor.

 Esto queda probado con una encuesta que la BBC realizó a 50,000 personas en varios paí­ses sobre la soledad: son los jóvenes los que se sienten más solitarios (40%), muy por encima del 27% entre los mayores de 75 años. Vivir sin compañí­a no es lo que los hace a uno sentirse así­.

Si no tenemos familia y necesitamos más compañí­a, podrí­amos recurrir a un trabajo voluntario, a tener un grupo de manualidades, de lectura o de cualquier actividad que una a un grupo de personas que compartan los mismos intereses. Pero el momento que tenemos para nosotros mismos puede ser único e incomparable. Por ejemplo, al caminar en soledad podemos apreciar con más intensidad el paisaje que nos rodea, sentir más cada experiencia que se nos presenta, ya que no estaremos ni ocupados ni distraí­dos con otra persona.

Sin embargo, no necesariamente debemos tener un objetivo al estar solos. De hecho, el objetivo es experimentar qué resulta de esa soledad y cómo contribuye a engrandecer nuestra creatividad y nuestro espacio personal.

 Es importante que no existan factores externos que pueden alterar ese estado: dependerá, en gran medida, de cuánta información externa permitamos dejar pasar a nuestro filtro consciente. Podrí­a ser poco o directamente nada, aislamiento total de la mente como es el caso de los que meditan.

Normalmente asociamos el silencio a la paz y la soledad, ya que hemos aprendido que el bullicio es agradable.Y si estamos solos, ya nos hemos acostumbrados a tener “compañí­a” con el televisor o la radio. En cierto modo tenemos temor a estar solos y a las vueltas que nuestra mente nos puede dar. Pero ya aprendimos: soledad y solitud son dos maneras distintas de estar solos. Y una de ellas, la última, puede ser muy agradable. 

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Margarita Mendoza Burgos
Margarita Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicólogía Médica, Psiquiatrí­a infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España; colaboradora de ContraPunto
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