Por Wilmar Harley Castillo.
Desde la guerra fría entre la URSS y EEUU, hemos estado sometidos a un tipo de guerra subsidiada por las potencias económicas y militares del mundo. Estas no disparan sus propias armas en terreno ajeno, sino que apoyan a actores locales para que desplieguen la guerra en ese territorio bajo los hilos imperialistas. Pero ojo, el campo militar no es el único protagonista de este tipo de guerra, también lo son el campo económico (sanciones, embargos, subida de tasas de interés, etc.), el diplomático (cierre de embajadas, prohibiciones legales, denuncias en organismos multilaterales, cercos diplomáticos, entre otros) y lo ideológico (agencias y medios de información imponiendo matrices de opinión a favor de las potencias).
Podríamos recordar los ejemplos de Siria y su implosión a partir de las protestas populares del 2011, en donde EEUU y Rusia metieron mano en el conflicto interno a través de terceros (Regimen Al-ssad, Estado Islámico, Hezbollah, actores opositores al régimen Al-ssad), o la reciente guerra entre Ucrania y Rusia, donde este primero recibe y usa la maquinaria militar de la OTAN; así como el conflicto entre Irán y Arabia Saudí que disputan el control de la región de oriente medio; la pretensión de balcanizar a Libia y repartir sus bienes naturales entre las potencias occidentales; el papel de Israel de ser la punta de lanza de EEUU en esta región; la confrontación contra Boko Haram en Nigeria, Níger, Chad y Camerún (ahora los gobiernos autoproclamados de Niger, Malí y Burkina Faso tensionan las relaciones neocoloniales de Francia y la UE en el continente africano). La lista se extiende con casos del pasado y conflictos en pleno desarrollo, soportando en últimas, las pretensiones geopolíticas de dominación imperialista bajo nuevas modalidades encubiertas e integrales (1).
Con este panorama, se puede entender un poco más el conflicto social y armado que sufrimos en Colombia y otros países de Nuestra América como el Salvador y las Maras, o Ecuador con la hegemonía narcotraficante. Pero lo que pasa en mi parroquia, podría compartirlo de la siguiente manera: Fiscalía, disidencias (grupos armados organizados después de la firma de paz entre las exFARC-EP y el gobierno de Juan Manuel Santos), clan del golfo-urabeños-bandas narcotraficantes, oligarquía criolla, contra: comunidades, movimiento social. Hay más actores dentro de la compleja red de tensiones y conflictos, sin embargo, por ahora me limitaré a estos actores en este artículo.
La oligarquía criolla que mete mano en el narcotráfico, tiene bandas con las que se ayudan en el control territorial. Ahí entran las disidencias junto a grupos como el Clan del golfo que tienen poder local y su desenvolvimiento se hace en redes implícitas en la vida cotidiana de las comunidades y las instituciones públicas-privadas. Dentro de ese tablero, la Fiscalía General de la Nación tiene incidencia directa de ese sector de la oligarquía criolla, poniendo en función de sus intereses toda la maquinaria judicial de esa entidad, cuyas prácticas más notables contra las comunidades y los movimientos sociales son los montajes judiciales. De esta manera hacen tapicui (2) a cualquier apuesta comunitaria y alternativa de vida en un territorio.
La dupla Fiscalía-bandas son los actores tercerizados por los capos del narcotráfico que también aprendieron a disimular sus negocios turbios. La experiencia con Pablo Escobar les enseñó a maquillar mejor su negocio principal con negocios legales y sus nexos con funcionarios públicos con poder de decisión en los niveles municipal, departamental y nacional. Esos clanes no se untan las manos de sangre, solo dan la orden para que el sicario del barrio gatillee al líder comunitario que se opone a sus planes, llama a la Fiscalía para que apoye la monta de heroína en los bunkers del puerto marítimo, o da la orden para que el grupo paramilitar ponga carro bombas en sedes sociales o destierren a las poblaciones rurales. Lo mismo sucede con la Policía y Ejército Nacional, pero por lo últimos sucesos en el país, a estos no los menciono explícitamente (3).
Es curioso que todo esto venga pasando con siete bases gringas instaladas formalmente desde el 2009, junto a la embajada en Bogotá (4), que se supone también velan por la seguridad y tranquilidad de la sociedad colombiana. Por como sucede la realidad práctica aquí y en el mundo, los gringos y sus aliados occidentales, al igual que las otras potencias rusa y china, buscan la manera eficaz y encubierta para mantener sus negocios e intereses, ya sea como protagonistas directos o como patrocinadores encubiertos.
Siendo así, se puede entender que cuando el paraco asesina o destierra, un fiscal encarcela a un liderazgo social, se monta una olla de microtráfico en la vereda, cuando aparece decapitado un joven consumidor de sustancias sicoactivas, un político se reúne con empresarios vinculados al narcotráfico en uno de sus restaurantes “legales”, son fichas de una guerra proxy mundial expresada a una escala local.
Notas:
- https://www.ihu.unisinos.br/categorias/161-noticias-espanol/563531-una-tercera-guerra-mundial-con-diversos-frentes ; https://repositorio.flacsoandes.edu.ec/handle/10469/17948
- Jugada en el Dominó, donde se ponen dos fichas en el mismo turno en los extremos del juego. https://asisejuega.com/juegos-de-mesa/domino/#estrategias+para+ganar+en+el+domin%c3%b3
- https://revistaraya.com/vicefiscal-marta-mancera-si-encubre-a-directivo-del-cti-senalado-de-narco-y-estas-son-las-pruebas.html
- https://soaw.org/colombia-bases-militares-de-estados-unidos-neocolonialismo-e-impunidad