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Se agota el tiempo en Corea del Norte

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La postura de China probablemente será esencial. Los lí­deres chinos no aprecian el régimen de Kim Jong-un o sus armas nucleares

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NUEVA YORK ““ Existe un creciente consenso de que la primera crisis genuina de la presidencia de Donald Trump podrí­a involucrar a Corea del Norte y, más especí­ficamente, su capacidad de colocar una ojiva nuclear en uno o más misiles balí­sticos con alcance y precisión suficientes para llegar a los Estados Unidos continentales. También otros factores podrí­an causar una crisis: un gran aumento en el número de ojivas nucleares de fabricación norcoreana, la evidencia de que está vendiendo materiales nucleares a grupos terroristas o algún uso de sus fuerzas militares convencionales contra Corea del Sur o las fuerzas estadounidenses afincadas allí­.

No hay tiempo que perder: cualquiera de estos acontecimientos podrí­a ocurrir en cuestión de meses o, como mucho, años. Se ha agotado la paciencia estratégica, el enfoque hacia Corea del Norte que ha caracterizado las sucesivas administraciones estadounidenses desde comienzos de los noventa.

Una opción serí­a simplemente aceptar como inevitable el constante aumento de la cantidad y calidad de los inventarios nucleares y misiles de Corea del Norte. Estados Unidos, Corea del Sur y Japón recurrirí­an a una combinación de defensa antimisiles y disuasión.

El problema es que la defensa antimisiles es imperfecta y la disuasión es incierta. La única certeza es que el fracaso de cualquiera de ellas tendrí­a costes inimaginables. En estas circunstancias, Japón y Corea del Sur podrí­an reconsiderar si también necesitan armas nucleares, planteando el riesgo de una nueva carrera armamentista en la región que pueda llevar a su potencial desestabilización.

Un segundo conjunto de opciones serí­a recurrir a la fuerza militar, ya sea contra una convocatoria de tropas de Corea del Norte o una que se juzgue como inminente. Un problema con este enfoque es la incertidumbre sobre si los ataques militares podrí­an destruir todos los misiles y ojivas nucleares del Norte. Pero incluso si se pudiera, Corea del Norte probablemente tomarí­a represalias con sus fuerzas militares convencionales contra Corea del Sur. Dado que Seúl y las tropas estadounidenses estacionadas en Corea del Sur están dentro del alcance de miles de piezas de artillerí­a, el número de ví­ctimas y el daño fí­sico serí­a inmenso. El nuevo gobierno surcoreano (que tomará posesión de su cargo en dos meses) resistirá ciertamente cualquier acción que pueda desencadenar tal escenario.

En consecuencia, algunos esperan un cambio de régimen del liderazgo norcoreano que se muestre más razonable. Probablemente lo harí­a, pero dado lo cerrado que es Corea del Norte, lograrlo siendo estando más en el territorio del deseo que de la polí­tica seria.

Esto nos lleva al ámbito de la diplomacia. Estados Unidos podrí­a ofrecer negociaciones directas con Corea del Norte (tras estrechas consultas con los gobiernos de Corea del Sur y Japón, e idealmente en el contexto de otras resoluciones y sanciones económicas de las Naciones Unidas). Los norcoreanos tendrí­an que aceptar congelar sus capacidades nucleares y de misiles, lo que requerirí­a el cese de todas las pruebas de las ojivas nucleares y los misiles, junto con abrir el acceso a los inspectores internacionales para verificar el cumplimiento. El Norte también tendrí­a que comprometerse a no vender materiales nucleares a otro paí­ses u organizaciones.

A cambio, los Estados Unidos y sus socios ofrecerí­an, además de conversaciones directas, la flexibilización de las sanciones. EE.UU. y otros podrí­an acordar firmar un acuerdo de paz con el Norte más de 60 años después del fin de la Guerra de Corea.

Corea del Norte (en algunos aspectos, como Irán) podrí­a mantener su opción nuclear, pero se le prohibirí­a hacerla realidad. No habrí­a presiones en este momento por las muchas violaciones a los derechos humanos en Corea del Norte, aunque los lí­deres del paí­s entenderí­an que no podrí­an normalizarse las relaciones (o el fin de las sanciones) mientras la represión siga siendo la norma. La plena normalización de los ví­nculos también requerirí­a que Corea del Norte abandone su programa de armas nucleares.

Al mismo tiempo, Estados Unidos debe limitar hasta dónde está dispuesto a llegar. No puede ponerse fin a los ejercicios militares regulares entre los Estados Unidos y Corea del Sur, que son un componente necesario de la disuasión y la defensa potencial, dada la amenaza militar que plantea el Norte. Por la misma razón, serí­a inaceptable cualquier lí­mite a las fuerzas estadounidenses en el paí­s o región. Y toda negociación debe tener lugar dentro de un perí­odo de tiempo fijo, para que Corea del Norte no lo use para crear nuevos hechos militares.

¿Podrí­a este enfoque tener éxito? La respuesta corta es "tal vez". La postura de China probablemente será esencial. Los lí­deres chinos no aprecian el régimen de Kim Jong-un o sus armas nucleares, pero le gusta aún menos la perspectiva del colapso de Corea del Norte y la unificación de la pení­nsula coreana con Seúl como la capital.

La cuestión es si se podrí­a persuadir a China (la ví­a de entrada y salida de las mercancí­as norcoreanas) a usar su considerable influencia con su vecino. Estados Unidos deberí­a ofrecer algunas garantí­as de que no explotará la reunificación de Corea para obtener ventajas estratégicas, mientras advierte a China de los peligros que el actual camino de Corea del Norte plantea a sus propios intereses. Las conversaciones constantes con China sobre la mejor manera de responder a los posibles escenarios en la pení­nsula claramente tienen sentido.

Una vez más, no hay garantí­a de que la diplomacia tenga éxito”¦ pero podrí­a. E incluso si fracasara, demostrar que se habrá hecho un esfuerzo de buena fe harí­a menos difí­cil contemplar, llevar a cabo, y posteriormente explicar a los públicos nacionales e internacionales por qué se optó por una polí­tica alternativa que incluí­a el uso de la fuerza militar.

Traducido del inglés por David Meléndez Tormen

Richard N. Haass es presidente del Consejo sobre Relaciones Exteriores y autor del libro A World in Disarray: American Foreign Policy and the Crisis of the Old Order (Un mundo en desorden: la polí­tica exterior estadounidense y la crisis del viejo orden).

Copyright: Project Syndicate, 2017. www.project-syndicate.org

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Richard N. Haass
Richard N. Haass
Analista internacional; su último libro del presidente del Consejo de Relaciones Exteriores (Council on Foreign Relations), es The World: A Brief Introduction (El mundo: una breve introducción).

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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