Por R. M. Valdez (1.07.24)
Que siempre seas valiente
Que te mantengas erguido y fuerte
Que seas joven por siempre.
Bob Dylan
El salón de actos del jesuita Externado de San José está a reventar. En primera fila se ubican los curas y profesores más prominentes: Segundo Montes, los padres Zarruk, Ibáñez, Ormaechea, entre otros. En las filas de atrás, la majada, incluyendo por ejemplo Salvador “el Pollo” Samayoa, Guillermo “el Negro” Galván, Paulino Espinoza y Manuel Gómez (los dos últimos serían fundadores en 1975 del grupo Yolocamba I Ta).
Carlos Francisco “Tamba” Aragón pasa al escenario, vestido como siempre con sus caites, su matata y su guitarra al hombro. Es el acto más esperado. Un exalumno del colegio. Fundador de los extintos Blue Souls, grupo de rock que formó con compañeros del Externado, muy exitoso entre 1967 y 1969. Amenizaron fiestas, turnos y graduaciones. Hicieron presentaciones en los canales 4 y 6 de la TV, abrieron para Los Yaquis de México en el Gimnasio Nacional y fueron banda oficial de la discoteca El Hipopótamo y del concurso Miss Go-Go. Animaron jornadas maratónicas en el “Dancing Downtown”. Su sonido era una mezcla muy bien lograda de rock británico y estadounidense, la que marcó indeleblemente a Tamba.
La expectativa del público crece a medida que el rockero veinteañero ajusta el micrófono y afina la guitarra. Es el compositor e intérprete de El Planeta de los Cerdos y El Perdedor, de la Banda del Sol, que son grandes éxitos en La Femenina y otras radios.
Fundada en 1970 bajo la potente influencia que tuvieron el festival de Woodstock y la contracultura hippie en la juventud urbana del país (incluyendo a muchos jóvenes de familias acomodadas), la Banda del Sol es al inicio un trío de exintegrantes de The Blue Souls: Tamba (guitarra), Manuel “el bolo” Martínez (piano) y Ricardo “el toto” Archer (bajo). Incorporan poco después a Fernando Llort (voz y batería) y a Max Martínez (descendiente de Maximiliano Hernández Martínez con amplia experiencia como guitarrista en Nueva Orleáns), con quienes forman lo que sería, de lejos, el mejor grupo musical del país.
Otras talentosas figuras participan en las tres grabaciones y en las escasas presentaciones que hace la banda antes de disolverse abruptamente: Pedro Portillo, Tony Martínez, Jorge Delgadillo, Patricio Casanova. También dos profesores estadounidenses del Bachillerato en Artes invitados por Tamba: Joe Koestner (contrabajo acústico en El Planeta de los Cerdos) y Julian Kosicki (flauta traversa en Abriendo Camino).
El fin de la Banda del Sol sobreviene como consecuencia de un concierto desastroso con casa llena en el cine Terraza de San Salvador, justo cuando sus canciones suenan más en las radios. Bajo la influencia del “ácido” (LSD), algunos integrantes de la banda no logran hilvanar una. Después de la pública debacle, varios exmiembros –Tamba entre ellos– se refugian en La Palma (entonces un pueblo perdido en las montañas de Chalatenango) donde los padres de Fernando Llort tienen una propiedad. Allí son parte (por un tiempo, Tamba vuelve a San Salvador poco después) de los inicios de la vigorosa comunidad artística y artesanal que hoy conocemos como “La Semilla de Dios”.
Últimamente, Tamba llama la atención por su costumbre de dar conciertos en la vía pública y en los buses entonando canciones de contenido revolucionario. “¡A desalambrar, a desalambrar!” Primero lo hace solo, después con Luis Díaz Herodier con quien forma el dúo de música callejera “El Frijol Rojo”.
También hace dúo callejero con el incansable Tamba, Julio Molina, “Julito”, un entrañable secuaz del Bachillerato en Artes con quien comparte el “Tohil” –sus modestos aposentos que son el supuesto núcleo de una comunidad artística, ubicado en la colonia Harrison y después en la Costa Rica. Tamba y Julio residen en el Tohil en total proletarización, cada uno duerme en su petate.
Al concluir su primera interpretación, Tamba se dirige al alborotado público escolar y dice con irreverente soltura: “yo fui alumno de este colegio, todos esos que están allí adelante fueron mis profesores y yo ya no quiero saber nada de este colegio porque es una mierda”.
La primera fila aplaude, no sorprendentemente. Los curas y el profesorado del colegio –considerado elitista en un país repleto de pobres– atraviesan por un agudo proceso de autocrítica. Atrás se oye una ovación de los más relajos de siempre. Después de que cierra su concierto con El Planeta de los Cerdos, los religiosos y laicos de la primera fila pasan al escenario y abrazan efusivamente a “Tambita” –como lo llaman muchos. “Qué clase de colegio es éste”, piensa desde su asiento Paulino Espinoza, “que un exalumno insulta a los curas y a los profesores y luego lo llegan a abrazar”.
En 1973 Tamba y Julio se incorporan al Mahú-cutáh, grupo iniciador de una nueva canción folclórica y de protesta en el país, fundado por Luis Diaz Herodier y su primo Gustavo Herodier. Lo hacen para suplir cambios súbitos en la alineación, incluyendo la salida de Virginia Peña quien deja la vida artística y pública y ocasiona un pequeño terremoto en el grupo. Virginia era guitarrista y compositora de algunas de sus canciones más emblemáticas, como “Cargamento” y “Pelea”, y poseía una voz recia y penetrante. Ella propuso bautizar a la banda con el nombre del tercer hombre de maíz del Popol Vuj.
Tamba y Julio sugieren el nombre de Karen Granadino –descendiente del ilustre compositor de “Bajo el Almendro” — como refuerzo. Karen, quien llegará a ser un pilar del grupo hasta su disolución en 1977, recuerda que conoció a Tamba en una velada del Colegio María Inmaculada en la que ella y un grupo de amigas tocaron Sweet Judy Blue Eyes en versión de Woodstock. Tamba quedó muy bien impresionado.
En la segunda mitad de 1973, Mahú-cutáh graba varias canciones para ser distribuidas internacionalmente en festivales y foros de la “nueva canción”. Entre ellas, una de las más recientes de Tamba: La Trinidad. Esta composición atestigua un tránsito personal, poético y político: el paso del Amor y Paz y la onda hippie a la revolución. Atrás quedan el piadoso “gracias, Señor, sólo soy un hombre” de El Perdedor, y el florido “estamos despertando con la luz del amor” de El Planeta de los Cerdos. Atrás queda la “Operación Amor”. (La novela corta Operación Amor de Manuel Sorto relata las peripecias del movimiento hippie en el país, incluyendo algunas genuinamente inverosímiles pero reales con el jefe de la Guardia Nacional, el general José Alberto “El Chele” Medrano).
Ahora la voz de Tamba llama a rebelarse sin dilaciones contra un orden indignante: “donde yo vivo la Trinidad es esta: el patrón, el cura, la Guardia de Hacienda.” “Está bien la obra”, le dijo por esos días a Fernando Umaña, fundador del teatro Sol del Río, luego de ver una de sus presentaciones, “pero hay que pasar a la acción”.
El lenguaje musical de La Trinidad, sin embargo, no muestra discontinuidades. Las raíces en el rock, el blues y el folk están intactas.
El código QR permite escuchar esa grabación de La Trinidad en la que Tamba toca una de las guitarras y hace coros. La primera voz es Luis y la segunda Julio. Fue hecha en un estudio con tecnología bastante básica y en una sola toma. Es casi como oírlos en vivo en un salón de actos de aquellos días.
1 René Mauricio Valdez fue miembro de Mahú-cutáh desde 1975 hasta su disolución en 1977. Agradece los comentarios e información que le proporcionaron Luis Díaz Herodier, Paulino Espinoza, Nubia Flores, Sergio Gallardo, Karen Granadino y Julio Molina. De gran utilidad fueron el libro de Ricardo Roque Baldovinos La rebelión de los sentidos. Arte y revolución durante la modernización autoritaria en El Salvador (San Salvador: UCA Editores, 2020), y un documento en PDF de Ricardo Archer sobre la historia de The Blue Souls titulado Fueron tres años de rock.