Sentados frente a un pelotón de periodistas apuntándoles con flashes y lentes de cámara, estaban listos para su audiencia inicial el último expresidente de la República de la era del partido ARENA y sus seis exfuncionarios, acusados de actos de corrupción en contra de El Salvador, país que gobernaron entre 2004 y 2009.
Fuertemente custodiados llegaron procedentes de las mitológicas bartolinas de la División Anti Narcóticos (DAN) de la Policía Nacional Civil (PNC). Con barbas de cuatro días de prisión y con semblantes cabizbajos, tomaron asiento uno por uno literalmente en el banquillo de los acusados.
Cinco días antes, Saca se vistió con sus mejores galas, bailó y bebió en la fiesta de bodas de su hijo la noche del sábado 29 de octubre, solo minutos previos a que un operativo del Grupo de Operaciones Especiales (GOES) de la PNC rodeara el lujoso lugar de la fiesta y preguntase por él.
La madrugada del 30 de octubre, el mediático expresidente conoció el sonido de las esposas en sus manos y la humedad de la pequeña celda de la DAN. Ahí guardaban prisión todos los señalados por desviar $246 millones de dólares de fondos públicos a cuentas particulares.
Tres de noviembre, ya en la audiencia y al ingresar a la sala 3-D del Centro Judicial “Isidro Menéndez”, el silencio y los más de seis agentes policiales se apoderaban del recinto. Levantarse ante la presencia de “su Señoría” era la rutina.
La exposición de la defensa con las pruebas de descargo era ceremoniosa. La retahíla de artículos y leyes era impresionante. La jueza escuchaba atentamente y en más de alguna ocasión, hizo un llamado al profesionalismo de las partes porque los ánimos se caldeaban.
La parte Fiscal no se quedó atrás y cual competencia al premio del mejor abogado, refutaban cada argumento de la defensa e intentaban convencer a la juzgadora que sus alegatos tenían base, pese a las desestimaciones de la defensa al expresar que el caso “era insostenible”.
Mientras, los acusados, tomaban apuntes, rascaban su cabeza y el cansancio se reflejaba en la mirada perdida y los ojos vidriosos.
“”Objeción”” gritaba la parte fiscal y la atención volvía tras murmuraciones judiciales. Cuando los acusados escuchaban los delitos y la forma de cometerlos que presentaron los acusadores, sonreían, negaban con su cabeza y respiraban profundo.
Antonio Saca limpiaba sus anteojos para seguir escribiendo, mientras tímidamente levantaba la mirada para observar los gestos de su juzgadora. Los recesos eran aprovechados para una visita al sanitario o para ser asesorados por sus defensores.
“” Solo quiero decir a todos los salvadoreños, a los que confiaron en mí para llevarme a Casa Presidencial, que yo cumplí la ley mientras estuve en el cargo y que me siento con mi conciencia tranquila””, expresó Saca en breves declaraciones a la prensa, pocos minutos ante de que le volvieran a colocar las esposas para retornar a la DAN, el 4 de noviembre, segundo día de audiencia.
Cinco de noviembre y el día de la resolución llegó. Al son de la entrada de los acusados, entraba también la prensa. Y cual balde de agua fría, los acusados escucharon enmudecidos la sentencia que les obligaba a pasar los próximos seis meses en prisión y congelaba sus bienes mientras el caso pasa a la siguiente etapa.
Sin decir una sola palabra, defensores y acusados salieron por la puerta trasera con la única satisfacción de haber logrado colchones en vez de colchonetas, permisos de atención médica, visitas de familiares, y caminata diaria para mantener la salud de los acusados que en su mayoría sobrepasan los 50 años.