Por Alessia Genoves
Rufina Amaya es “Hija Meritísima de El Salvador”. El título honorífico ha sido entregado a la víctima sobreviviente y testigo los hechos de sangre suscitados en la Masacre de El Mozote y Lugares Aledaños. Y responde reconocimiento de “su coraje y valentía para denunciar hechos y buscar justicia para los hermanos salvadoreños pobladores de caserío El Mozote del cantón Guacamaya”, en Morazán.
76 votos a favor dieron los parlamentarios, a la moción que llegó a la Sesión Plenaria Ordinaria N.º 91. Responde, a su vez, al Dictamen Favorable N.º 32 de la Comisión de Cultura y Educación, de la Asamblea Legislativa. El título asignado no omite la designación post-mortem, en memoria de la fallecida 6 de marzo del año 2007, por causa de un accidente cerebrovascular.
Rufina, testigo de El Mozote
Rufina Amaya Márquez es la ciudadana salvadoreña que vivió para denunciar la Masacre de El Mozote. Nació en 1942, en el cantón La Guacamaya, del caserío El Mozote, que está localizado en el municipio de Menguera (Morazán). El periodista Juan José Dalton describe sus orígenes campesinos en Diario El País, en la noticia titulada “Rufina Amaya, campesina salvadoreña”.
Amaya era una mujer de familia. Contrajo matrimonio con Domingo Claros, con quien tuvo cuatro hijos: Cristino, María Dolores, María Lilian y María Isabel. Sin embargo, su esposo e hijos las victimas mortales de los operativos perpetrados por las Fuerzas Armadas, los días 11 y 13 de diciembre de 1981.
Reportó los hechos a la prensa. No menos de un año después de los hechos, fue citada por The Ney York Times y The Washington Post, en enero 1982; y, de éste último es posible identificar la nota titulada “Campesinos salvadoreños describen asesinatos en masa”, en la que se le refiere entonces como una “ama de casa de 38 años de edad”:
“Dijo que las tropas entraron al pueblo una mañana y, después de reunir a los residentes en dos grupos separados, hombres separados de mujeres y niños, los sacaron y les dispararon. Amaya dijo que se escondió durante el tiroteo y luego escapó al campamento protegido por la guerrilla donde fue entrevistada”, así cita a Amaya, la periodista Alma Guillermoprieto, en el Washington Post.
La periodista también describe, en base a las referencias de los aldeanos, que en el Mozote “las casas también fueron destruidas y saqueadas, pero la abrumadora impresión inicial fue el olor dulzón y empalagoso de los cuerpos en descomposición”. En otros pasajes, también describe la presencia de los fragmentos óseos de algunas víctimas, en el interior de una iglesia.
Rufina y los restos
“Luciérnagas en El Mozote” también refiere el testimonio de Amaya, de quien se asume su autoría. También autores fueron los escritores Mark Denner y Carlos Henríquez Consalvi, en la obra que fue publicada en el Museo de la Palabra y la Imagen, en el año 1996. No obstante a la obra, los textos hemerográficos anterioriormente descritos, fueron inicialmente desacreditados por el mismo gremio de prensa, pese a las evidencias demostradas.
Pese a las críticas, la evidencia observable fue comprobada con rigor científico. En 1992, la Fiscalía General de la República (FGR) respondió a la orden de exhumación de los restos mortales de algunos de los cadáveres sepultados, en el año 1992. La insvestigación conjunta con la Organización de Naciones Unidas (Onu) demostró que los testimonios de la en vida Amaya son veraces y que responden a los hechos.
“Por el testimonio de Rufina Amaya, se sabe que en la madrugada del 11 de diciembre, los pobladores fueron obligados a salir de sus casas, dividiéndolos en grupos de hombres, mujeres y niños. Las mujeres y los niños fueron agrupados en una casa y los hombres en la iglesia del caserío. De la iglesia, los hombres fueron sacados en grupos de cinco, vendados y amarrados, para ser fusilados, los que sobrevivían a las balas, eran decapitados. Las mujeres jóvenes, fueron separadas del resto, para ser violadas por los soldados y luego asesinadas; las mujeres y niños fueron ametrallados y luego sepultados sus cuerpos”, reconoce la Comisión, en el dictamen.
Hija meritísima post-mortem
Amaya, sobreviviente y testigo de los hechos, denunció las violaciones a los derechos humanos a las autoridades de justicia. La primera diligencia tuvo lugar en el año 1982, y fue retomada posteriormente en el año 1990, tras la apertura del proceso judicial. Hay que aclarar, sin embargo, que el hecho de sangre aún no ha rendido resultados, ni la condena de los agresores ni el resarcimiento de las víctimas.
En el transcurso de los años, tras la emisión de la denuncia, Amaya salió del país y huyó a un campo de refugiados para salvadoreños, con sede en honduras. El contexto obedecía a la consolidación de la Guerra Civil, que no terminó sino hasta el año 1992, en el acuerdo entre cúpulas que se dio en llamar “Acuerdos de Paz”.
Pero la salvadoreña no desistió en hacer que su memoria prevaleciera, por lo que con otros sus familiares en vida, fundó el Museo Rufina Amaya, en Joacatique, que preservaría su hija Maritza Amaya, nacida en 1985. Rufina, entretanto, habría recibido múltiples amenazas, por lo que decidió huir del país, según lo refiere el periodista Nelson Rauda, en su publicación titulada “La estirpe de Rufina Amaya continúa huyendo de El Salvador”.
16 años transcurrieron a su muerte. Rufina y su legado fueron referidas, en lo sucesivo por la prensa. En última instancia, ha sido la Asamblea Legislativa la que aprobó la atribución al título como Hija Meritísima, pero de forma post-mortem. Familiares de Rufina no se ausentaron de la noticia, de la certificación que prometía el “reconocimiento a su legado y memoria, como una promesa de no repetición de tales acontecimientos, y como parte del resarcimiento a las víctimas y sus familias”.
17 ex-miembros de las Fuerzas Armadas de El Salvador (FAES), no obstante, aún no han recibido responsabilidades y no han sido eximidos de su presunta participación en los hechos de El Mozote. El proceso que se ventila en el Juzgado de Primera Instancia Dulce Nombre de María, en Chalatenango, apenas ha identificado como imputados al coronel Guillermo García y al Coronel Rafael Flores Lima. Otros acusados responden a las identidades del ex-militar Francisco Antonio Morán y Mario Adalberto Reyes Mena.