Detrás de Aída Cañas, la pared exhibe una foto inmensa de sus tres hijos con él. Está en el centro, con un pullover claro, fresco, rodeado de tres rostros que se le asemejan mucho. Su cara sonríe igual que en las numerosas fotos conservadas en el Archivo Fotográfico de la Casa de las Américas. En el Archivo hay una particularmente atractiva: está sentado sobre la arena en una posición incómoda, a su lado Ernesto Cardenal conversa con él, uno puede percibir la brisa y el buen ambiente. Seguramente así fue, y quizá una broma detrás de otra. Dice Aída que entre él y Manuel Galich escribían chistes en una libreta para no olvidarlos. Quizá sea mi imaginación, pero Aída tiene los ojos llorosos, a punto de soltar una lágrima que no cae. Seguramente son ideas mías. Cuando Roque Dalton no aguantó más la nostalgia por su país y decidió partir y ser un guerrillero fuera de las líneas de sus versos que nunca dejaron de serlo, Aída quedó en Cuba, en el mismo apartamento donde hoy conversamos, con sus tres hijos. “El decidió irse y yo no me opuse”. En el mes de mayo de 1975, año en que Roque cumpliría sus cuarenta años, recibió una llamada de su suegra anunciándole que el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) estaba divulgando que Roque había sido fusilado por traidor. Lo acusaban de ser espía norteamericano, soviético y cubano. “Envidia, nunca lo comprendieron. No tenían su pensamiento”, yo le advertí.
La Casa de las Américas lo recibió cuando la familia regresó de Praga luego de tres años allí. En 3ra. y G encontró no solo su trabajo, sino otro hogar. Roberto Fernández Retamar y Haydee Santamaría se lo harían saber constantemente. Luego de haber recibido casi consecutivamente tres veces mención en la categoría de poesía (1962, 1963 y 1966)1, cayó en manos del jurado, del cual Retamar había sido parte durante su primera mención, Taberna y otros lugares. Por unanimidad se le otorgó el Premio Casa en el invierno de 1969.
La Casa sigue siendo su hogar. El correo electrónico de Aída Cañas es parte del directorio personal de la institución, como si aún Roque siguiera en la revista Casa y uno pudiera preguntarle sobre cualquier cosa si escribiéramos a su casa.co.cu.
La hermosa foto en la pared me sugiere empezar la conversación por ahí. ¿Qué padre fue Roque?
“Fue un padre muy joven. Tenía apenas 22 años. Los hijos llegaron muy rápido: Roque Antonio, Juan José y Jorge”, me dice Aída. Y siento que fue un buen comienzo.
“Nos casamos muy jóvenes, en 1955. Roque estaba estudiando Derecho en la Universidad de El Salvador y yo trabajaba, me había graduado de Secretaria Comercial. Nos ayudaban mucho, la familia, su madre, su padre, mi familia también. Al principio pasamos una vida bastante tranquila y nos duró poco. Porque en ese tiempo Roque se fue para el Festival Mundial de la Juventud en la Unión Soviética, y a su regreso lo ficharon. Luego empezó a tener relaciones con el Partido y la Juventud comunistas, así se fue vinculando con la política.
Se destacó mucho como estudiante en la Universidad, tenía mucho prestigio. Él siempre fue muy amigable con todo el mundo. Eso nos ayudó bastante a la hora de recibir la solidaridad de la gente. Porque fue muy difícil. Empezaron a vigilarnos en la casa, y a tener problemas con la policía. Tenía que cuidarse mucho. Fue capturado varias veces. Ya entonces era militante de la Juventud y del Partido.
En ese tiempo, cuando pasaba cualquier cosa en El Salvador, buscaban enseguida a la gente de izquierda. Nos registraban la casa, él tenía que salir huyendo por los techos. Los niños muy chiquitos, no se daban cuenta de esas cosas.
íbamos de casa en casa, hasta que nos capturaron a los dos. Yo estuve cinco días y él quedó como desaparecido. Conmigo se movilizaron y me tuvieron que sacar, a él no lo sacaron. Cuando salí, corrí adonde él estaba preso, era una bartolina en la policía, y a él le dijeron que a mí me habían trasladado a la cárcel de mujeres para de esa forma desmoralizarlo.
Él se fugó de la cárcel, y el Partido tuvo que sacarlo del país. Era muy difícil. Es en ese momento cuando nos vamos a Praga. Primero él va a México y luego el Partido decide enviarlo a Praga al frente de la Revista Internacional. Él pidió que debíamos unirnos a él, y así fue. Nos fuimos todos. Llegamos en agosto de 1965.
Estando en Praga decidimos venir para Cuba. Ya él tenía la idea clara de irse para El Salvador. Había conocido mucha gente que estaba en la guerrilla en Guatemala, todos los que pasaban por Praga llegaban a nuestra casa. Ya habían matado al Che estando nosotros en Checoslovaquia. Vine yo primero con los niños, en diciembre de 1967. Roque se quedó en Praga entregando el apartamento y también asuntos de trabajo. Llegó en febrero de 1968.”
La llegada a Cuba”¦
Aída me cuenta que en el Hotel Nacional estuvieron seis meses, hasta que el Partido (Partido Comunista de Cuba, PCC) les ofreció un apartamento. “Era muy pequeño, Roque no podía escribir”. Luego de un tiempo, vinimos para aquí, y desde entonces aquí vivo, aquí despedí a Roque”, me dice.
Habíamos pasado por La Habana camino a Praga. Yo era muy joven, con tres niños, me sentía muy afligida. Pero aquí la gente es muy amigable. Nos hospedaron en el Hotel Presidente. Y allí la pasamos bien. Roberto (Fernández Retamar) nos hacía la visita.
Cuando regresamos definitivamente Haydee y Roberto fueron muy amables. Me sentí más a gusto. Pero me pasaba algo: no entendía cuando me hablaban, porque hablaban tan rápido, que siempre les preguntaba a mis hijos qué habían dicho.
Roque comenzó a trabajar en la revista Casa de las Américas y también fue invitado a ser jurado del Premio Casa. Y desde entonces esa ha sido nuestra Casa también.
Aída me cuenta que desde agosto de 1969 vive en este apartamento de la calle J, en El Vedado. “Aquí vinimos todos”.
“Era él quien se ocupaba de todo. Era él quien iba a las reuniones de padres, por eso le dieron una vez un certificado de Padre destacado”, dice Aída y vuelve a sonreír. No puedo imaginarme a Roque Dalton en una reunión de padres, en una beca. Esa fue otra batalla.
“Le dije: yo voy a ocuparme de las cosas de la casa, pero tú encárgate de los muchachos, de sus estudios, de estar pendiente de ellos. Y así fue”.
Me dice Aída que todos los domingos Roque iba a la beca a visitar a los dos hermanos mayores. Llevaban al más pequeño que había quedado en casa.
“Se ocupó de velar por las amistades que tenían. Pero no se enojaba con sus hijos, la que me ponía enojada era yo, pero me tocaba porque había que lidiar con tres muchachos, pero eran muy buenos. Roque estaba contento porque sacaban buenas notas”.
¿Cuál era su sueño con respecto a sus hijos?
“Él me decía que había que dejar que ellos decidieran, pero les decía que tenían que escoger algo que les sirviera para sus vidas”. Y lo decía el poeta. “Porque la herencia que les dejo es el estudio, no tenemos riquezas, tienen que aprovechar estudiar en Cuba porque aquí pueden hacer sus carreras, por eso yo decidí venir y no regresar a El Salvador”.
“Y se cumplió lo que él dijo”.
“Estando aquí conoció a muchos dirigentes de Centroamérica vinculados a la guerrilla. Es cuando decidió entonces que tenía que irse, cumplir también. Y así fue. Era el 71. Ya en esa fecha él estaba clandestino aquí”.
Cuando Roque se fue le dijo “Mira Aída, yo he representado a El Salvador, prácticamente lo han conocido aquí por mí, por mis escritos. Hoy te quedas tú y debes ocuparte de eso. Y me dejó ese cargo a mí. Hice lo mejor que pude”.
Teclas en la noche”¦.
“Le gustaba trabajar de noche. Los vecinos se quejaban de que oían la máquina de escribir por todo el vecindario. De madrugada, y él escribiendo. En realidad, la mayor parte de su obra la escribió en Cuba porque fue cuando tuvo tiempo para hacerlo.”
Yo le ayudaba en algunas cosas. Desgraciadamente perdimos la máquina de escribir que Haydee le regaló. Roque escribía mucho en la noche. Como tenía tantas amistades, pasaba el tiempo con muchos amigos. Aquí en la mañana tocaban a la puerta muy temprano, a veces venían a desayunar con él. Le traían escritos para que él los revisara, también los políticos. Vivía muy ocupado, en realidad. A veces yo le reclamaba que no tenía tiempo ni para la casa. No sé a qué hora puedo contar contigo, porque en la noche escribes y entonces yo no puedo dormir, le decía. Y es verdad, me tenía que ir al cuarto de los niños para poder dormir porque con la luz encendida y el ruido de la máquina no podía.
Roque hacía tiempo para todo, hasta para dormir porque era dormilón. Escribía mucho con los amigos. Te voy a decir una cosa. Encima de todo, de todo lo que tenía que hacer y pensar, su casa, sus hijos, él vivía muy pendiente de El Salvador.
A veces se ponía muy triste, y me decía que la falta del país para él era fundamental.
Aída llora y me pide disculpas. No sé qué decirle.
Fíjate que casi toda su obra la escribía pensando en su país, vivía pendiente de lo que pasaba allá. Era poca la gente que venía de El Salvador, tenían que dar una vuelta muy grande por Europa. De vez en cuando llegaba un intelectual y él corría para ver a esas personas. Vivía pendiente de su madre. Ella vino cuando él se fue.
Decidió irse, y yo no me opuse”¦
“Él vivía admirando al Che y todo lo que pasó a su alrededor, todos los movimientos revolucionarios en Centroamérica. La gente de Nicaragua quería que él se fuera con ellos, los de Guatemala también. Pero en El Salvador comenzaron los grupos a prepararse para la guerrilla. Yo no me opuse. Sabía que iba a una tarea de la cual quizá no podría sobrevivir, pero no me opuse.
Se fue y se incorporó al grupo que lo mató
La última imagen”¦
Fue cuando él se fue. Fuimos a despedirnos todos, mis hijos y yo. El mayor lo visitaba mucho donde él estaba recluido, preparándose, porque Roque pedía muchos libros. Nunca dejó de escribir.
El aconsejó a sus hijos antes de marcharse. Les dijo que tenían que estudiar, respetar a su mamá, a la Revolución Cubana, aprender muchas cosas. Más que todo, educarse en sus estudios.
Un caso pendiente”¦
Aún no se ha hecho justicia. Mis hijos están enfrascados en que los que quedaron vivos de ese grupo hablen. Hay dos que están implicados en el asesinato de Roque. Uno de ellos vive afuera, y el otro ocupa un puesto en el gobierno de El Salvador. Mis hijos han enviado cartas, hemos abierto un juicio para que nos digan al menos dónde está enterrado. Y no nos han querido decir. No veo ninguna esperanza.
Mis hijos, amigos, familiares, incluso gente de otros países se han interesado en el caso. A mucha gente ahora se les ha quitado el miedo y han dado bastantes testimonios a mis hijos de cómo sucedieron las cosas, de la casa donde estuvo Roque antes de que lo mataran. Han dado información de quiénes fueron, en qué lugar estaba.
No sabemos dónde está. Algunos dicen que en las cercanías del lugar donde un volcán tuvo una erupción y borró las huellas de un campamento que tuvo el ERP. El que ocupa el cargo del gobierno dijo que él iba a hablar pero cuando quisiera. Mis hijos han abierto una causa en las Fiscalía. Mi hijo Juan José ha ido a Washington a plantear una demanda. Todo está en proceso.
Hace unos años atrás, cuando se presentó el volumen Materiales de la revista Casa de las Américas de/sobre Roque Dalton, algunos de los asistentes hablaron de su sentido del humor, de la incomprensión que generaba entre sus supuestos compañeros de lucha, quienes nunca lo entendieron bien”¦
“Roque era muy amigable, alegre. Le gustaba hacer bromas, a veces era hasta irrespetuoso. Iba a una fiesta y lo que hacía era juntarse con los amigos y contarse chistes. Manuel Galich era uno de los que sabían muchos chistes y los apuntaba en una libreta para no olvidarlos. Todo eso hacía Roque. También era muy duro a la hora de criticar. Era un inconforme
Yo tuve mucha relación con esos grupos guerrilleros de El Salvador. Cuando venían a Cuba se quedaban en mi casa y empecé a observar que tenían inclinaciones y pensamientos que no eran los nuestros. Les interesaba el maoísmo y en esa etapa era algo que no estaba bien en la conducta de los guerrilleros. Yo le mandé a decir todo eso a Roque. Me preocupé porque veía cosas que no estaban bien. Que tuviera cuidado y que si podía, viniera. Él se dio cuenta, era un político, no era un militar. Y eso no lo comprendieron, lo acusaron de pequeño burgués, de intelectual que no le interesaban las armas. Él quiso politizar el Partido, pero a ellos eso no les interesaba, solo pensaban en la guerra.
Tuvo esa contradicción, no pegó con la gente. Hubo gente de adentro que sí lo apoyó, y empezaron a tener problemas también por estar de acuerdo con Roque, con lo que él creía que debía ser el Partido.
Y eso no lo entendieron. Le tenían mucha envidia. Roque era de un pensamiento que ninguno de ellos tenía. Fíjate, lo acusaron de ser espía de los gringos, de los cubanos, de los soviéticos.”
Su muerte en una hoja suelta”¦
“La gente se enteró porque el ERP distribuyó una hoja suelta en la Universidad. Enseguida se la llevaron a mi suegra. En esa hoja decían que lo habían fusilado por traidor, por agente soviético, norteamericano y cubano. Así es como ella sabe de su muerte, enseguida llamó a mi familia. Mi tía me llamó por teléfono, porque mi suegra no podía hablar, aunque ella no creía mucho en la noticia.
“Firmaba la hoja el ERP. Yo sí me preocupé y no dudé porque conocía a la gente que había venido aquí y ya sabía que Roque tenía problemas internos. Entonces llamé a la gente del Partido (PCC) y les dije que había recibido esa llamada.
Ellos me aconsejaron que no dijera nada, que podía ser también el gobierno que lo quería ubicar para saber dónde estaba. Yo no podía decir nada. Mi hijo mayor estaba conmigo cuando recibí la noticia, los otros dos seguían becados. Me pidió que no les dijera nada a sus hermanos cuando vinieran de pase ese sábado, hasta que supiéramos la verdad. Y así fue. Nos tragamos eso y no les dijimos nada. Ellos no se dieron cuenta. Cuando regresaron a la semana siguiente, entonces fue que pude decirles lo que había pasado.
“El Partido vino aquí y me lo confirmó.”
“Fue un 10 de mayo, fecha que se celebra en Centroamérica y en México el Día de las Madres. Hasta eso hicieron”.
Nos damos cuenta de que este año, en que se conmemoran los 40 de su muerte, la misma edad que tenía cuando lo asesinaron, en Cuba el segundo domingo de mayo, Día de las Madres, cayó 10.
“Lo que nos ha quedado es seguir luchando para que se haga justicia. No queremos venganza. Solo queremos saber dónde está enterrado y que nos digan, sí, es cierto, lo matamos y lo enterramos en tal parte. Estamos luchando por eso.”
Aída me pide que apague la grabadora. No está segura de que sea conveniente hacer pública su opinión sobre cómo se ha manejado el proceso por el asesinato de Roque. Aun así no pierde las esperanzas. En la sala del apartamento, Roque no se ha ido, acompaña a sus hijos pequeños en fotos minúsculas y grandes. En una aparecen los cinco acompañados de Miguel Mármol, histórica figura a quien Roque dedicó una extensa investigación [2]. Es un parque de Praga, debe ser verano, llevan ropas frescas y ligeras. Es una foto de familia, podría parecer igual a muchas en cualquier sala de cualquier apartamento.
__
[1] 1962: El turno del ofendido; 1963: Los testimonios; 1966: Los pequeños infiernos
[2] Miguel Mármol. Los sucesos de 1932 en El Salvador, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1983.
Vía: La Ventana.