martes, 3 diciembre 2024

“Roque Dalton jamás podrá ser una bandera oficialista”

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Su hijo Juan José Dalton desde El Salvador, nos brindó esta cálida y apasionada entrevista para la Agencia Paco Urondo, de Argentina, donde recuerda distintos fragmentos de la vida de su padre.

APU: Haciendo una primera aproximación a la infancia de Roque, ¿cuál fue el contexto familiar en el que se crió?

Juan José Dalton (JJD): Lo que sabemos como familia es lo que hemos recogido de lo que nos contaba mi abuela, o él mismo desde sus escritos. Fue hijo único de una enfermera, Marí­a Garcí­a Medrano, que era una mujer de capas medias, madre soltera, muy católica, y le inculcó a mi padre ser un gran lector. Él se recluí­a mucho en la casa, se refugiaba en los libros, era un devorador de libros. No creo que haya libros de la literatura universal que no haya leí­do, y eso despertó en él, desde muy pequeño, el amor hacia la literatura y es ahí­ donde se alimenta su poesí­a que es tan profunda. Yo no veo aquí­ en El Salvador muchos casos de poetas, de escritores de la actualidad, que hayan tenido ese acervo cultural tan grande como el que mi padre tuvo. Los libros se los prestaban, pasaban de mano en mano, no era fácil conseguirlos. Pero para su generación, para el grupo de él como Mario Argueta, Roberto Armijo, Otto René Castillo, la devoción por la lectura era algo increí­ble. Yo recuerdo a Otto René Castillo, que murió también asesinado en la guerrilla de Guatemala, eran hermanos. Los recuerdo prestándose los libros. Mi padre cuando viajaba traí­a y llevaba libros. Dado que estudió en escuelas católicas, tuvo mucha influencia de los jesuitas, que también fueron sus mentores polí­ticos y en el terreno de la literatura.

APU: En ese sentido nos preguntamos también de dónde nace la sensibilidad polí­tica que después desarrolla en su militancia y en su compromiso con la gente, con el Salvador y en general con América Latina ¿De dónde habrá tomado esta sensibilidad polí­tica?

JJD: Hay algo que yo creo, no lo puedo asegurar pero lo creo, y es el hecho de que por haber sido hijo único y, aunque estudió en los mejores colegios de El Salvador, fue un niño discriminado. Los demás chicos tení­an padre y madre y en esta sociedad se respetaba el sentido de familia, el sentido de clase, y él estaba en esa contradicción de estar en una escuela de niños privilegiados pero era discriminado y empezó a desarrollar su sentido de justicia.

APU: ¿Y el padre de Roque?

JJD: Mi padre era hijo único de mi abuela; pero de parte de padre tuvo muchos hermanos. El papá de mi papá era norteamericano, era un hombre muy poderoso y muy irascible, tení­a muy mal humor. Nunca les dijo al resto de sus hijos que mi padre existí­a. Ellos de grandes lo descubrieron y se molestaron, pero él les mentí­a acerca de mi padre. Imagino que a Roque también le ocultó la existencia de sus hermanos. Esa contradicción Gringo-Poderoso sin duda le debe haber despertado en mi papá el sentido de ver a Estados Unidos desde nuestros pequeños paí­ses. Todos los hermanos de mi papá ““por parte de padre- fueron a estudiar a los mejores colegios de Estados Unidos y su padre le ofreció que escogiera la universidad que quisiera y él cuando salió del bachillerato prefirió irse a Chile y no a Estados Unidos.

Sus primeros viajes

APU: ¿Cómo fue su viaje a Chile?

JJD: Allá tuvo mucha relación con chilenos del campo intelectual. Hay escritos donde menciona a Nicanor Parra, Enrique Lihn. Conoció a Salvador Allende. En el último viaje que hizo a Chile, antes de que se produjera el golpe de Estado, se reunió con varios compañeros de la izquierda chilena, del MIR, del partido comunista. Cuando mi padre regresa a la Habana dice que en Chile se va a dar el golpe de Estado. Primero tuvo debates con chilenos, les decí­a que los militares iban a dar el golpe y no le creí­an, le respondí­an que “en Chile habí­a una democracia, que no era como en los paí­ses de Centroamérica donde imperaba una dictadura permanente, que nosotros nunca habí­amos experimentado democracia” ““lo cual era cierto”“, pero lo que nunca llegamos a imaginarnos fue ese golpe de Estado tan cruento.

APU: Claro, la lectura que hací­a Roque era muy fina, muy acertada”¦

JJD: No mucha gente creyó sobre su teorí­a de que en Chile iban a dar un golpe de Estado. Más bien creí­an que, como mi papá estaba inmerso en la lí­nea de la lucha armada en América Latina, por eso argumentaba esto.

APU: Roque ya tení­a una tradición de conocimiento y de experiencia con todas las represiones que existí­an en Centroamérica.

JJD: Sí­, tení­a una lectura de lo que ocurrí­a en América Latina bastante amplia. Se dedicó a estudiar la Revolución Cubana, los procesos en Europa, y sobre la revolución en China, Vietnam y Corea. Eso le daba una amplitud de análisis que quedó escrito en sus libros. Además era un admirador ferviente del Che, pero en sus escritos critica el foquismo. El foquismo era esa guerrilla que se iba a la montaña y de la montaña luego bajaba como del cielo, la insurrección armada. Él creí­a que en El Salvador, como en otros paí­ses de América Latina, la relación del movimiento armado habí­a que establecerla en las ciudades y en las montañas en í­ntima relación con el movimiento de masas; lo que finalmente desencadenó en Nicaragua el triunfo de la Revolución Sandinista y en El Salvador el auge de la guerrilla.

APU: ¿Recordás que haya conversado en algún momento con sus compañeros sobre la situación de Argentina?

JJD: Seguramente sí­, pero yo no te puedo dar crédito sobre eso. Seguramente sí­ porque mi padre fue amigo de Rodolfo Walsh, de Paco Urondo, intelectuales, gente del movimiento armado de Argentina que llegaron a La Habana y sostení­an debates polí­ticos con intelectuales de todas partes; de Brasil también; compañeros que estaban exiliados y luego regresaron a sus paí­ses. Mi padre estuvo inmerso en esos debates para reorientar lo que habí­a sido el primer fracaso de la lucha armada en la década del 60. Incluso crearon una organización llamada “Organizaciones Revolucionarias Centroamericanas”, ahí­ estaba el Frente Sandinista, los guatemaltecos. Ellos tení­an debates con todos los latinoamericanos, con los argentinos que fundaron Montoneros y el ERP; con Rodolfo y Paco que eran intelectuales de vanguardia, y ellos fueron los impulsores de esa teorí­a que afirma la relación del intelectual con la sociedad, que lucha junto con la sociedad.

Su obra

APU: Y la particularidad de Roque ““quizás en el contexto de estos intelectuales”“ era, no solamente los análisis agudos que hací­a, sino el humor que también le imprimí­a a sus análisis y a su manera de ver la polí­tica. Esa capacidad de ver con frescura y con humor algunas situaciones de la izquierda misma.

JJD: Sí­, esa es una caracterí­stica de su obra, que está permeada de un humor muy sagaz, una ironí­a muy grande, una irreverencia absoluta hacia todo, hacia él mismo también. Tiene poemas en los que se burla hasta de él mismo, pero es una burla en el sentido crí­tico, en cómo lograr un mejor ser humano. Por eso sus crí­ticas al Partido, a la religión, a la iglesia.

APU: ¿Y cómo era visto este sentido del humor y esta capacidad de reí­rse desde la izquierda, desde los grupos con los que militaba? ¿Cómo creés que se interpretó eso?

JJD: Mi padre hoy tendrí­a 82 años, pero sus escritos son tan vigentes y contienen tanto sentido del humor que los jóvenes, cuando lo leen, inmediatamente se convierten en admiradores de él porque son irreverentes, alegres. A veces a los movimientos de izquierda los dirigí­an gente muy seria, muy empurrada. Aquí­ en El Salvador durante la guerrilla el partido que decí­a enarbolar las ideas de mi papá era Resistencia Nacional. Esta organización surgió tras su asesinato que fue lo que dividió al Ejército Revolucionario del Pueblo. En Resistencia Nacional decí­an que eran la izquierda chévere (risas). Era una izquierda que de vez en cuando se permití­a tomarse unas cervezas, que no tení­a conflicto con la lucha y el alcohol, siempre buscando la disciplina del militante que es básica. Hay gente que todaví­a lo acusa a mi padre de que era un bohemio, que por su sentido del humor no era serio, que era borracho”¦oí­me, si mi padre hubiera sido como lo describen jamás hubiera hecho la obra que hizo, entonces es la mera incapacidad de comprender al ser humano. ¿Qué poeta no es bohemio? ¿Qué poeta no se enamora? ¿Qué poeta no acude al alcohol o a las drogas incluso? Mi padre tení­a un gran sentido de la vida, tú lo veí­as a la noche y estaba con un grupo de compañeros festejando algo y en medio de ese festejo estaba la discusión polí­tica y al dí­a siguiente se levantaba a escribir. Él muere antes de cumplir los 40 años y mira cuántos libros dejó para la herencia de la cultura latinoamericana. Además del sentido de su obra, una obra que siempre tendrá vigencia y que se ha convertido en un clásico de la literatura latinoamericana.

Recientemente la biblioteca Ayacucho acaba de publicar una antologí­a de sus poemas, una antologí­a gruesa donde están casi todos sus libros. La biblioteca de Ayacucho de Caracas es una de las bibliotecas más importantes de América Latina. Aquí­ en El Salvador, después de los Acuerdos de Paz, se empezaron a otorgar ciertas distinciones a mi padre como “Poeta Merití­simo”, cosas en las que él estaba en contra pero que eran necesarias para la gente aquí­ en ese momento y algunos decí­an: "Roque Dalton se oficializa”¦" y no es cierto. Yo creo que en el perí­odo que ha gobernado la izquierda salvadoreña es cuando menos oficial ha estado. El FMLN como partido oficialista ha sido tan retrógrado como lo fue la derecha con respecto a la reivindicación de la figura de mi padre. Incluso creo que la derecha fue más positiva, fue la que publicó por primera vez una antologí­a grande de poemas. La izquierda se dedicó más a mantener el caso en la impunidad que la derecha y la derecha creo que le hizo más homenajes.

APU: Qué contradictorio ¿no?

JJD: Sí­, pero en ninguno de los casos fue, ni va a poder ser jamás Roque Dalton una bandera oficialista porque fue muy crí­tico.

El asesinato

APU: Ya que estás mencionando al FLMN y al Estado del Salvador en relación con la figura de tu papá, sabemos que hace unos años presentaron el caso de su asesinato en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ¿esta presentación tuvo curso? ¿en qué quedó?

JJD: Te voy a dar un poco de antecedentes. Nosotros como familia nos dimos cuenta de que el gobierno de izquierda, en vez de rendirle homenaje a mi padre y terminar con la impunidad, hizo todo lo contrario, incluso nombrando a uno de sus asesinos en el gobierno del anterior presidente que fue Mauricio Funes y manteniéndolo en el actual, del presidente Sánchez Cerén. Cuando en el 2009 nos dimos cuenta de esa situación decidimos reabrir el caso ante los tribunales aquí­ en El Salvador. Lamentablemente el Estado salvadoreño no ha suscrito una serie de convenciones, como la convención de crí­menes de lesa humanidad y estaba pendiente una amnistí­a que cubrí­a todos los casos que tení­an que ver con la guerra salvadoreña. Nosotros decidimos de todos modos tratar de judicializar el caso y llegamos hasta que la fiscalí­a y un juzgado de San Salvador fallaron a favor de prescribir el caso, diciendo que ya habí­an pasado más 10 años de haberse cometido y no lo consideraron crimen de lesa humanidad porque El Salvador no ha suscrito esos convenios internacionales.

El caso ahora está paralizado. Estamos haciendo algunas gestiones ahora con la derogación de la amnistí­a y se ha creado jurisprudencia en otro caso por el derecho a la verdad. El Salvador suscribió convenios internacionales sobre derecho a la verdad y a nosotros nos asisten esas figuras. En el 2011 decidimos llevar el caso a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, alegamos la jurisprudencia que se ha creado en América Latina sobre grupos armados ilegales que no son Estado pero sí­ han cometido este tipo de crí­menes. La Comisión ha tenido una gran cantidad de problemas, le han querido quitar el presupuesto, quieren quitarle todas las fuerzas. No dudo que ahora con la avalancha de gobiernos conservadores hasta la quieran hacer desaparecer. Pero estamos esperando que el caso sea admitido. Todaví­a como hay cientos de casos ellos le dan urgencia a los que realmente se convierten en un peligro actual contra los derechos humanos, como casos para defender a periodistas en México, o a defensores de derechos humanos en Honduras, en Guatemala. Los casos históricos como los nuestros desgraciadamente se relegan pero tenemos una gran esperanza. De todas formas, en la memoria social y en la perspectiva universal de la justicia, prevalece que contra mi padre se cometió un asesinato atroz y no hay nadie que hable de Roque Dalton y no lamente que haya sido asesinado y condene a sus hechores.

APU: En ese sentido, vos le hiciste una entrevista a Joaquí­n Villalobos en 1993 que salió publicada en el periódico Excelsior  de México. ¿Qué repercusiones tuvo y qué posibilidades hay de que Villalobos, Meléndez y otros que participaron en el asesinato vuelvan a declarar y digan dónde está el cuerpo?

JJD: La repercusión que tuvo la entrevista fue tremenda. Principalmente para Villalobos ha sido una espada de doble filo. Mucha gente no sabí­a que él habí­a participado personalmente en ese hecho y en la prensa internacional era un hombre hasta cierto punto admirado porque era un polí­tico muy sagaz, muy hábil y se le veí­a con mucha simpatí­a. Es más, luego de los Acuerdos de Paz, muchos lo veí­an como candidato a presidente. Era un hombre que a la hora de firmar los Acuerdo se puso muy neutral y tení­a cierta aceptación en cí­rculos de izquierda y derecha. Pero cuando sale esa entrevista todo ese caché se le desmorona. Simultáneamente salieron otras entrevistas aquí­ en televisión y él aceptaba y decí­a que habí­an sido errores de juventud, entonces eso le votó el caché de creerse que iba a ser el candidato, con semejante mancha. A partir de eso él se cierra a hablar del caso de mi padre. Y después cuando decide hablar comienza a negar todo lo que habí­a dicho. Dice que no tuvo nada que ver en ese hecho, ni fí­sica ni intelectualmente. Niega todos los hechos, y esa contradicción lo convierte en una persona poco fiable, la gente no le cree nada de lo que dice porque un dí­a acepta las cosas y otro dí­a las niega.

APU: ¿Ha habido información actual sobre el paradero del cuerpo de tu papá, o sigue siendo un dato a revelar?

JJD: Hace un año y medio estuvimos en búsquedas con algunos testigos pero no logramos establecer nada. Quien sabe realmente el lugar donde está ubicado es Jorge Meléndez, y él no ha querido colaborar. Él dijo que iba a escribir un libro y que ahí­ lo iba a narrar todo pero hasta el momento no ha escrito nada, entonces como la justicia no es capaz aquí­ de reclamarle, a no ser que funcionen esos otros procesos de conocimiento de la verdad y oficialmente la justicia pueda reclamar en firme.

APU: Ahora volviendo un poquito a la obra de Roque, si bien él ha hecho un gran aporte con su poesí­a, y así­ se lo conoce, también hizo un trabajo como historiador, con el libro Historias prohibidas de Pulgarcito, y el trabajo que hizo sobre Miguel Mármol ¿Cómo has leí­do estas obras?

JJD: Sí­, cuando mi padre escribió Miguel Marmol comenzó a difundirlo en Cuba en una revista fundada por el Che Guevara que se llamaba Pensamiento Propio o Pensamiento Crí­tico, no me acuerdo. Allí­ se publicó la primera parte de lo que después se constituyó en el libro. Este libro es calificado como uno de los libros de historia más importantes de El Salvador sobre los hechos de 1932. Mi padre fue un escritor privilegiado al haberle sacado ese testimonio tan importante a Miguel Mármol, porque ese hombre era un archivo andante. Y las Historias prohí­bidas de Pulgarcito, que a pesar de ser un poema collage, es también un libro de toda la historia salvadoreña. Es el libro más leí­do y más comprado en El Salvador. Una cosa importante es que ahí­ está “Poema de amor”, que para muchos es la ilustración de qué somos los salvadoreños. Lo ha cantado el conjunto “Yolocamba Ita” y se ha convertido en un segundo himno nacional.

APU: Es un emblema de la identidad salvadoreña”¦

JJD: Exactamente, como una radiografí­a.

APU: Si algo tení­a Roque era esa capacidad de hacer radiografí­as del pueblo salvadoreño.

JJD: Sí­, y ahí­ mi padre se burla también del oscurantismo, hace revelaciones históricas. Para escribir ese libro tuvo que investigar sobre hechos históricos y leer lo que se publicaba en cada época de la historia del paí­s.

APU: Hay un trabajo que no sé si ha tenido la suficiente difusión y análisis que es el libro Pobrecito poeta que era yo. Su única novela, póstuma, y que tiene una estructura literaria y una forma de narrar que la hace una obra única en América Latina ¿Sabés cómo se produjo, cómo fue el proceso de publicación?

JJD: Mira, la empezó a escribir en los años 60. Antes de irse al exilio largo, cuando lo enviaron a Checoslovaquia, mi padre le entregó la primera versión de este libro a un muy amigo de él que se llamaba Raúl Castellanos, un gran intelectual y dirigente del Partido Comunista del Salvador. Raúl murió a fines de los 60 pero afortunadamente la esposa de él, Rosita Castellanos, guardó esa versión del libro y al cabo del tiempo me dio el ejemplar a mí­, que se llamaba Los poetas. Una parte de la novela es como el diario de los poetas. Mientras mi padre estuvo en Praga y después en La Habana fue enriqueciendo el libro. Actualmente nosotros tenemos dos piezas, la original que es Los poetas y el Pobrecito poeta que era yo. Es una novela de mucho debate ideológico porque es la vida de los poetas, de los intelectuales, en el Salvador en los años 60. Mucha gente lo considera un libro un poco denso pero la gente que lo lee hasta el final le termina encantando porque narra cómo viví­an, qué debatí­an, cuáles eran sus perspectivas, cuáles eran sus miedos, en qué se involucraban, y llega incluso al poeta del compromiso que era mi mismo padre cuando estuvo preso, que lo amenazan de muerte, en esa parte del libro que se llama “El túnel”, que es tan impactante porque al cabo del tiempo a mi padre lo terminan asesinando tal como se lo prometieron los norteamericanos de la CIA que llegaron a interrogarlo.

APU: Claro, es como premonitorio.

JJD: Sí­, cuando él estaba preso, secuestrado, desaparecido, lo interroga un agente de los Estados Unidos y como él no quiso colaborar le dijo: “mira, te vamos a matar, y vas a quedar como un traidor porque tenemos la lista de tus compañeros que han estado contigo en estos actos subversivos”, que era un grupo que se habí­a ido a Cuba a entrenarse. Entonces al cabo de los años mi padre muere, cabal, a los 11 años de aquel suceso. Es asesinado por un grupo guerrillero que lo tilda de traidor y agente de la CIA.

APU: Y le adjudican lo mismo que él habí­a escrito.

JJD: Exacto, pero la verdad es más dura y más cruenta que la literatura, porque aquellos eran militares que lo habí­an secuestrado, y estos eran supuestamente gente de izquierda que estaban luchando y eran de su propia fila, y ahora se demuestra que no y el tal Villalobos no sabe ni en qué filas anda.

APU: En esa obra y otras Roque hace un rescate del lenguaje popular, de las formas de expresión, del imaginario salvadoreño como pocos. Salarrué fue un antecedente en ese sentido, pero el trabajo de Roque es de una gran originalidad ¿Qué repercusiones ha tenido esta forma de contar al Salvador en los escritores que siguieron?

JJD: Esa no es otra cosa que la forma reveladora de un intelectual involucrado con su pueblo, con su sociedad en general porque no sólo describe al obrero, al pobre, al campesino, sino también a sus capas intelectuales en sus debates y eso es importante para la literatura porque en El Salvador se tení­a la idea que de que el poeta, el intelectual, tiene que ser un tipo apartado de su sociedad, pensando y describiendo el canto de los pajaritos, el color de las flores (risas), y Roque vino a deshacer esa idea.

Su legado

APU: ¿Cómo influyó esta mirada sobre la literatura en los escritores más actuales?

JJD: Bueno, los intelectuales no lo dicen mucho porque el celo intelectual es tremendo aunque sean de izquierda, siempre tienen sus celos, su ego, pero su obra ha influido en el sentido de la irreverencia crí­tica y en el sentido del humor. Creo que hay muchos escritores en El Salvador que utilizan esos recursos pero a veces no con el ingenio que utilizó Roque Dalton. Yo lo admiro, releo la obra y encuentro una serie de figuras, de pensamientos que están permanentemente vigentes, que son salidas de un ingenio poco frecuente, poco común, y eso fue gracias al acervo cultural que él tení­a.

APU: Ese manejo fresco del lenguaje de la calle y de situaciones de bares, era notable. Da cuenta de un Roque Dalton muy observador y muy involucrado en la sociedad donde dialogaba con gente en distintas situaciones.

JJD: Sí­, así­ es, pese a que era un hombre de una clase social privilegiada, de haber estudiado en los mejores colegios, de haberse relacionado con amigos que eran de grandes familias burguesas de El Salvador, mi padre se relacionó con gente de las capas pobres. Los bares a los que iban eran de gente pobre que reuní­an durante la semana hasta el último centavo para ir a echarse unas cervezas a la “Praviana”. Conozco otros intelectuales salvadoreños, como el pintor Benjamí­n Cañas, que parece que su experiencia era igual, la de relacionarse con los sectores pobres, porque si no, cómo tenés la identidad de este paí­s. La identidad de este paí­s no está en una sola clase.

APU: Además los sectores empobrecidos han sido la mayorí­a históricamente.

JJD: Exacto. Ahora, hay gente que no tiene esa experiencia, y pueden estar publicando y publicando libros pero su obra no tiene esos alcances, y esa obra está trunca pues.

APU: Sabemos que sos periodista ¿cómo influyó en vos la obra de Roque en tu trabajo con la palabra?

JJD: Una de las cosas que admiro de mi padre y de sus influencias es esa capacidad de haber leí­do tanto, de saber tantas anécdotas, tantas historias como para hacer también la literatura o el periodismo clases de historia. Eso siempre me asombró mucho, creo que un poco los periodistas en este paí­s no tienen ese acervo cultural que tuvo la gente de la generación de mi padre y mi padre mismo. Yo estudié en Cuba y allí­ era obligatorio leer todos los libros de la literatura universal, desde la Ilí­ada hasta Garcí­a Márquez, los poetas rusos, franceses, ingleses. No me he dedicado a la literatura porque siento que el poeta ya nace poeta, yo nací­ periodista.

La familia

APU: En medio de estas idas y venidas de tu papá, entre el exilio, las escrituras, los viajes ¿Cómo fue la experiencia familiar?

JJD: Tuvimos una experiencia realmente llena de conflictos porque mi padre era un hombre al que casi nunca vimos presente en los primeros años de nuestra niñez. Era muy difí­cil aquí­ en el Salvador la vivencia de la familia porque él ya era un perseguido polí­tico por la dictadura. Entonces eran tres condiciones: si no estaba clandestino, estaba preso o en el exilio, y mi mamá lo acompañaba; incluso una vez estando en el exilio los capturaron a los dos juntos y aparecieron en los periódicos de la época. Nosotros nos juntamos después como familia en Praga, y fue una convivencia muy linda. Mis hermanos y yo tenemos grandes recuerdos de la estancia en Praga. Mi padre era como nuestro hermano mayor, jamás nos violentó ni nos pegó, las quejas se las daba a mi mamá (risas) y cuando él se portaba mal le hací­amos juicio.

APU: ¿Ustedes le hací­an juicios a tu papá?

JJD: Sí­, cuando se portaba mal le hací­amos juicio, y tení­amos un tí­o que participaba en los juicios, era como el juez y nosotros los fiscales.

APU: ¿Qué interesante, no? como una manera de procesar toda esa angustia, esas situaciones tan duras.

JJD: Sí­, y otra cosa que recuerdo es cuando leí­a en su mesa de noche, habí­a tres o cuatro libros que los leí­a todos al mismo tiempo. Y cuando era jurado de Casa de las Américas me decí­a que tení­a que leer 15 libros por dí­a. La mayorí­a de los jurados sólo leen las primeras páginas y lo descartan. Así­ descartaron Las Historias Prohibidas de Pulgarcito, cuando él lo mandó al Premio Casa de las Américas dijeron que eso no era poesí­a y resulta que el libro más vendido y más leí­do de mi padre.

APU: Contanos de tu vida, de tu trabajo como periodista, de tu trayectoria a grandes rasgos.

JJD: Yo regresé a El Salvador como periodista en 1991 antes de que terminara la guerra. Desde entonces renuncié al partido, al FMLN, porque pensaba que mi trabajo esencial era el periodismo, entonces fui corresponsal de varios medios a nivel internacional, para México en Excelsior, El Universal y Milenio, de la Agencia Alemana de prensa, y El Paí­s de España, pero sentí­a la necesidad de tener algo propio aquí­, y junto con otros amigos periodistas fundamos Contrapunto, un periódico en lí­nea, hemos creado ContrapuntoTV que distribuye video en lí­nea, creamos la revista Contracultura y administramos el archivo digital “Roque Dalton” donde hay una gran cantidad de documentos que hemos salvado, entrevistas, homenajes, escritos, etc. Todo lo que se ha escrito sobre él, no su obra.

Hacemos un gran esfuerzo, El Salvador es un paí­s en crisis permanente, nos ha costado mucho mantener estos proyectos con poca pauta publicitaria. Hay mucha gente en este paí­s que aún no cree que la comunicación en internet es valiosa y no apoyan este tipo de proyectos, pero nosotros hemos hecho de tripas corazón como se dice. Tengo tres hijos, una hija que es cubana-mexicana-salvadoreña, se llama Karen, es médica. Le siguen Camila y Juan José que es futbolista, y le dicen “la pulga” porque no es muy grande. Mi padre también fue futbolista en el bachillerato, y yo también jugué hasta que me deshicieron el tobillo.

APU: ¿Podrás regalarnos una última reflexión sobre tu padre, o lo que desees?

JJD: Bueno, creo que actualmente en América Latina las luchas que se están dando nos obligan a entrelazar todos aquellos pensamientos, no voy a decir de vanguardia pero sí­ están todaví­a en pie de lucha ¿verdad? Creo que el contenido de la obra de Roque Dalton es tan universal y tan actual que ahorita es una bandera para todos nosotros, para seguir buscando el ideal de la sociedad justa.

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