Un grupo de seminaristas y estudiantes de filosofía se preparan para cenar a las 6:30 de la tarde del lunes 24 de marzo de 1980 en alguna ciudad de Guatemala, entre ellos, el salvadoreño Domingo Solís. De pronto, una mala noticia estropeó el habitual convivio y desató el llanto, la impotencia y la rabia: habían asesinado a monseñor Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador. Una noticia que ya veían venir.
“”La noticia nos llegó como un impacto increíble, aunque nosotros percibíamos el asesinato de monseñor Romero por sus homilías y el acompañamiento al pueblo sufriente. Percibíamos que algo podía pasar””, expresa el ahora fraile franciscano, Domingo Solís.
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Han pasado 37 años desde aquel disparo que apagó la vida de un sacerdote y encendió la vida de un santo. La investigación inicial del caso fue diligenciada por el Juzgado 4° de lo Penal en el año 1980. El expediente consta de 15 piezas y el único acusado del asesinato fue el capitán Álvaro Saravia, a quien presuntamente le encontraron una libreta con apuntes relacionados al crimen.
No obstante, el magnicidio fue incluido en la Ley de Amnistía por lo que Saravia obtuvo libertad definitiva de forma automática en 1993. Sin embargo, tras la anulación de dicha ley en julio de 2016, el caso debía volver a su estado original donde fue suspendido.
A 37 años, las organizaciones Tutela Legal “Dra. María Julia Hernández” y la Concertación “Mons. Oscar Arnulfo Romero” se presentaron el pasado 23 de marzo al Juzgado Cuarto de Instrucción de San Salvador para solicitar la reapertura del caso.
Empero los denunciantes lamentan la pasividad en las investigaciones. Desde la petición de reapertura, el único avance que reportan es la decisión del referido juzgado de anular el sobreseimiento definitivo (libertad) a favor de Saravia.
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“No existe ninguna novedad en el caso, solo la decisión del juez. La única situación que hay es que la Fiscalía está diciendo que está bien que se investigue al capitán Saravia, pero que los demás implicados se investiguen por procesos separados, pero ahí no estamos muy de acuerdo porque otro proceso separado significa que quien llevaría la dirección de la investigación sería la Fiscalía mientras que en este caso, es el juez quien lo lleva”, dijo a ContraPunto el abogado de Tutela Legal, Ovidio Mauricio
Mauricio asegura que el proceso puede extenderse aún más pues la Fiscalía no está muy anuente a estos casos. “Trata de dilatarlos porque le interesa más los casos de corrupción pero no hay interés en estos casos”, afirma.
En la presentación de petición de reapertura del caso, los abogados de Tutela Legal dijeron que no se trata de venganza, sino de justicia, una idea con la que comulga el sacerdote de origen español, José María Tojeira, director del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (IDHUCA).
“No se puede usar la muerte de monseñor Romero como un arma arrojadiza contra otro o contra sectores. Hay que buscar el reconocimiento de la verdad, el planteamiento de una sociedad que impida y dé garantías de no repetición de un hecho como este”, expresa Tojeira.
El sacerdote español asegura que en El Salvador hay sectores que rechazan la verdad en el caso de violaciones graves a los derechos humanos. “Los ha habido y los sigue habiendo”, sostiene.
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Mientras, el grupo de seminaristas en Guatemala no pueden creer que monseñor Romero haya sido asesinado. Cada domingo por la mañana se reunían alrededor de una radio de onda corta desde Guatemala a la hora de la misa de Catedral de San Salvador para escuchar las homilías de quien yace en el suelo con un disparo en el corazón.
“”No nos interesa tanto que metan a la cárcel a quien asesinó a monseñor Romero sino más bien por qué causa lo mataron. Debe aclarase el asesinato porque necesitamos el perdón y no se puede perdonar a alguien anónimo “”, manifiesta Domingo Solís.
El fraile franciscano está de pie sobre el mármol del templo de la cripta de Arnulfo Romero. Son las 5:50 de la mañana del viernes 11 de agosto de 2017, ataviado con sotana café, escucha con vehemencia la misa que marca el inicio de la peregrinación de feligreses por la conmemoración de su centenario. Domingo Solís recordó ahí cómo vivió la muerte del beato.
A 37 años, desde El Vaticano, la Iglesia Católica dirime su canonización para llevar oficialmente a los altares a un salvadoreño asesinado y sin justicia a quien ya nombran “El santo de América”.