Redacción ContraPunto
A 42 años del magnicidio, que mucho llaman muerte martirial, de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, su crimen está aun en la impunidad, mientras el Vaticano le ha hecho el más grande de los homenajes al convertirlo en santo de la Iglesia Católica, y que otras muchas reconocen; su asesinato sigue impune.
Romero hombre desapareció físicamente. Lo que las sociedades hacen es recordar sus actos justos y valientes frente a la violencia y la opresión.
No hubo alguien como él que denunciada las represiones campesinas y contra las imposiciones de las clases poderosas al servicio del Ejército.
Denunció justamente la violencia militar y la paramilitar (de los escuadrones de la muerte y de los comandos urbanos de la naciente guerrilla). Existía la idea de que su muerte desataría una ira tal que no pararía sino en una guerra fratricida: y así fue… Vino una confrontación armada de 12 años de duración que dejó más de 75.000 muertos, 8.000 desaparecidos y un millón de refugiados dentro y fuera de nuestras fronteras.
Pero la guerra se silenció, y el asesinato de Romero sigue impune. Gloria en el cielo y en la tierra impunidad y sacrilegio.
A más 40 años sus asesinos siguen celebrando su muerte, porque creemos que el cielo poco les importa.
El presente liderazgo político debe enmendar la sinrazón de esa impunidad aún vigente y hacer justicia total. Es una enmienda parcial que el Estado puede hacer por el hombre noble, justo y consecuente que antes de morir llamo a sus hermanos que dejaran de matarse entre ellos y a lo que llamó un grave pecado ante Dios y ante la humanidad.