Hace 41 años fue asesinado Rodolfo Wash, uno de los intelectuales más importantes que América Latina haya conocido. Le mataron por las calles de Buenos Aires, tras una emboscada de los militares, e hicieron desaparecer su cuerpo. Nunca nadie lo encontró. Era el 25 de marzo de 1977, justo el día después de haber enviado una carta abierta a la Junta Militar.
Periodista, escritor, dramaturgo, intelectual y militante; él hizo de su palabra un arma para combatir y derrotar al poder. Odiado por los hombres poderosos y los gobiernos corruptos; su escritura, punzante y afilada, fue reflejo de la corrupción y de la violencia de la sociedad argentina de los años 50 y 70.
Empezó a escribir desde joven, y su fama se debió, en un principio, a los relatos policiales. Su primer cuento publicado, “Las tres noches de Isaías Bloom”, recibió una mención en el Primer Premio de cuentos policiales. De gran interés son, también, la antología “Diez cuentos policiales argentinos”, y su libro de relatos “Variaciones en rojo”, que le hizo ganar el Premio Municipal de Literatura.
En esta primera fase de su narrativa recorre, a menudo, los paisajes naturales de Argentina como, por ejemplo, La Pampa.
Desde 1956, su escritura se trasformó. Se volvió, en cierto sentido, a la realidad. Walsh empezó a investigar crímenes políticos que involucraron a los miembros del Gobierno argentino. La investigación más importante y ambiciosa de su vida fue, sin duda, “Operación masacre”, que muchos estudiosos definieron como la primera obra de ficción periodística argentina. Es el informe de una noche terrible: el 9 de junio de 1956, doce civiles fueron fusilados de manera clandestina por ser sospechosos de ser parte en el levantamiento del General Valle en contra del Gobierno del General Aramburu. Cuando Walsh se enteró de que había supervivientes, no descansó hasta encontrar a los culpables; hasta que no se hiciera Justicia.
Desde Operación masacre, Walsh continuó con una serie de relatos que denunciaban y condenaban abiertamente los crímenes del Estado; por esta razón su vida estuvo a menudo en peligro. Fue perseguido y cambió de nombre y de casa muchas veces.
En 1958 denunció otro delito: el asesinato de Marcos Satanowsky, por parte de los Servicios de Inteligencia del Estado. Walsh comenzó, por su cuenta, una investigación que lo llevaría a publicar una serie de artículos en el periódico “Mayoría”.
Continuó investigando y delatando y en 1969 publicó: “¿Quién mató a Rosendo?”, donde el escritor acusaba públicamente al representante de la burocracia sindical de estar involucrado en el asesinato del dirigente metalúrgico Rosendo García.
Desde 1976, debido al temor de que algo malo le pudiera pasar, empezó a escribir desde la clandestinidad, utilizando una identidad y una vida falsa: presentándose como un profesor de inglés de nombre Norberto Pedro Freyre.
El 24 de marzo de 1976 fue la fecha del nuevo golpe de estado en Argentina, y de la instalación de la Junta Militar: la más cruel y violenta dictadura que Argentina recordara. Su ferocidad no se dirigía únicamente a un partido de la oposición, o a un sindicado, sino a toda la sociedad. Nadie quedaba excluido. Fue un verdadero Terrorismo de Estado.
En 1977, un año después del golpe militar, Rodolfo Walsh escribió una memorable carta dirigida al Gobierno, “Carta abierta de un escritor a la Junta Militar”, que firmó con su propio nombre. Fue el último escrito del autor.
Se comparten aquí unos fragmentos de la carta. Cuando hablamos de Walsh, tenemos que tener presente que su estuvo dedicada a la lucha contra las injusticias, y hoy, que acontece el aniversario de su muerte, deseamos recordar su último escrito, el testimonio de una dictadura abominable, que aún hoy permanece en el recuerdo de quien la vivió.
En la carta, Walsh denunció abiertamente a la Junta Militar, a la que consideraba responsable de la muerte de miles de personas: “quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados, son la cifra desnuda de este terror”.
La Junta Militar violó sistemáticamente los Derechos Humanos. Inocentes fueron llevados a cárceles subterráneas donde fueron torturados hasta la muerte:
“colmadas las cárceles ordinarias, crearon virtuales campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista, observador internacional. El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio.”
Walsh denunció también públicamente cómo la población argentina era involucrada en este plan de retroceso cultural del País, con la miseria planificada:
“En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40%, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30%, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar, resucitando así formas de trabajo forzado que no persisten ni en los últimos reductos coloniales.”
Walsh murió en una emboscada el día siguiente de entregar la carta. Junto con él, desaparecieron los ideales de libertad y de compromiso social que caracterizaron toda su vida.
La misiva todavía conserva un valor metafísico. Es una huella indeleble de las heridas físicas y morales de la dictadura argentina. Cada hombre, de cualquiera nacionalidad, al menos una vez en la vida, tendría que leer esta carta, para que los errores del pasado no se volvieran a repetir nunca más, ni en Argentina, ni en ninguna otra parte del mundo. Para que la muerte de uno y miles inocentes no hubiera sido en vano. Porque cada uno de nosotros, a su manera, puede ser el nuevo o nueva Rodolfo Walsh.
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Si quiere leer la carta completa, puede hacerlo aquí.