SANTA BÁRBARA ““ Desde que Donald Trump fue elegido presidente de los Estados Unidos, el ingreso de capitales empujó el valor del dólar a alturas que no se habían visto en más de una década. A primera vista, puede parecer que los mercados están registrando un masivo voto de confianza en el presidente electo, y que Trump será bueno para la economía estadounidense y, por extensión, para el dólar.
Pero las apariencias son engañosas. Los movimientos del tipo de cambio a corto plazo no permiten juzgar la fortaleza subyacente de una moneda. Dicen mucho más las tendencias a más largo plazo en el uso que se le da a esa moneda en el mundo, particularmente, como reserva de valor para inversores o bancos centrales extranjeros. En un horizonte temporal de varios años (en vez de sólo las próximas semanas), es casi seguro que la elección de Trump será perjudicial para el billete verde.
Para empezar, el único motivo de la disparada del dólar después de la elección fue que Trump prometió aprobar profundos recortes impositivos y elevar el gasto en la decrépita infraestructura y el supuestamente “agotado” ejército estadounidense. Esto impulsará el crecimiento económico en el corto plazo y provocará sin duda un alza de los tipos de interés. En un mundo hambriento de rentabilidades atractivas, la perspectiva de que las políticas de Trump generen una bonanza atrajo fondos a Wall Street, lo que a su vez aumentó la demanda de dólares.
Es verdad que un país que emite una moneda preferida en todo el mundo puede, en general, ejercer influencia sobre otros, y tiene una clara ventaja económica. La posición del dólar como moneda de reserva internacional dominante equivale a lo que el expresidente francés Valéry Giscard d”™Estaing describió como un “privilegio exorbitante” de Estados Unidos. Mientras los extranjeros tuvieran avidez de dólares, Estados Unidos podía gastar cualquier suma para proyectar poder en todo el planeta: para pagar, sólo tenía que poner a andar la imprenta.
Pero el futuro del dólar ahora depende de que Trump realmente cumpla lo de “hacer grande a Estados Unidos otra vez”. Si lo hace, el atractivo internacional del dólar se reforzará con el tiempo. Pero si cumple su promesa proteccionista de poner a “Estados Unidos primero”, con su tufillo a nacionalismo xenófobo, puede ocurrir que inversores y bancos centrales comiencen a buscar otros medios de reserva para sus ahorros ociosos.
Por desgracia, parece más probable lo segundo, y hay amplias razones para dudar de que el “privilegio exorbitante” de Estados Unidos perdure. Desde un punto de vista contable, los dólares en el extranjero son pasivos de Estados Unidos; y los observadores llevan mucho tiempo preocupados por la posibilidad de que el país no sea capaz de honrar su cada vez mayor deuda externa. Los pasivos de Estados Unidos en dólares podrían llegar a un punto de inflexión en cualquier momento, si los inversores se asustaran y salieran a buscar un medio de reserva de valor alternativo, precipitando una espiral descendente irreversible.
Espiral que podría activarse ante las políticas populistas de un presidente no ilustrado. Trump ya hizo sonar la alarma durante la campaña con sus imprudentes comentarios sobre tratar de renegociar la deuda estadounidense recomprándosela a los acreedores a valor descontado. Que es exactamente lo que suele hacer cuando alguna de sus empresas tiene dificultades, y en la práctica equivaldría a un default parcial de la deuda pública. Si quería provocar una huida del dólar, no podría haber hallado mejores palabras.
Supongamos asimismo que Trump ejecute sus promesas presupuestarias. Las rebajas impositivas y el aumento del gasto pueden estimular el crecimiento económico en el corto plazo, pero aumentarán la deuda pública y generarán más dudas sobre la voluntad o capacidad de Estados Unidos para honrar sus compromisos en el largo plazo.
Tampoco olvidemos la promesa de Trump de recuperar millones de empleos fabriles bien pagos mediante la imposición de aranceles a las importaciones y la anulación de tratados comerciales. Si el proteccionismo realmente está en su agenda, debemos suponer que el control de capitales también. Para los acreedores externos de Estados Unidos, un mercantilismo a la Trump puede ser la gota que colme el vaso.
Pero nada de esto implica que haya que esperar una catástrofe (una corrida inmediata contra el dólar o una fuga masiva de acreedores externos). El dólar sobrevivió a los más flagrantes errores de gobiernos anteriores y refutó una y otra vez las predicciones de su caída.
El dólar es hace mucho tiempo la principal reserva internacional de valor, lo que nos permite descartar su abandono veloz y universal. Por ahora ninguna otra moneda puede competirle como instrumento de inversión o activo de reserva, así como ningún país puede igualar la extraordinaria eficiencia de los mercados financieros estadounidenses, fuentes de incomparable liquidez. Así que por ahora el billete verde seguirá siendo el gran refugio seguro del mundo, y aun si las políticas de Trump resultan desastrosas, es improbable que sufra un golpe fatal de un día para el otro.
Pero por otra parte, el dólar puede sucumbir a una larga y lenta sangría conforme los rivales financieros de Estados Unidos traten de hacer sus propias monedas más atractivas y accesibles. China no oculta su intención de establecer el yuan como alternativa creíble al dólar. Con el tiempo, a medida que más monedas se vuelvan competitivas, las ventajas exclusivas del dólar se debilitarán, lo mismo que la privilegiada posición estadounidense.
A largo plazo, la presidencia de Trump no beneficiará al dólar, porque no beneficiará a la economía estadounidense. Por el contrario, si Trump cumple sus promesas de campaña, puede que algún día el billete verde pierda su lugar en la cima de la jerarquía monetaria internacional, al haber cada vez más alternativas tratando de serrucharle el piso.
Traducción: Esteban Flamini
Benjamin J. Cohen es profesor de economía política internacional en la Universidad de California en Santa Bárbara. Su libro más reciente se titula Currency Power: Understanding Monetary Rivalry [El poder de la moneda: comprender la rivalidad monetaria].
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