El Centro Histórico de San Salvador es el espejo del país en su conjunto. En ese espacio, se expresan y concentran las más variadas dinámicas, cuya articulación, conflictos y complejización creciente hacen de la ciudad capital un crisol de problemas de difícil solución.
Se tienen las dinámicas impuestas por quienes se ganan la vida de mil maneras, ocupando cualquier rincón disponible para ofrecer lo que sea a esas miles de personas que transitan a diario –imponiendo su propia dinámica— por sus calles, avenidas, plazas y parques.
Está también la dinámica que se desprende del transporte público y particular que ha convertido las calles y avenidas de la capital en su propiedad, imponiendo su ley –la ley del más fuerte o del más atrevido— sobre quienes tratan de abrirse paso a pie. Violencia y abusos permanentes: eso es lo que generan conductores de buses, microbuses y automovilistas particulares sobre ciudadanos indefensos que han aprendido, con el tiempo, a sortear riesgos y amenazas provenientes de vehículos en marcha.
Otra dinámica no tan evidente, pero operante en San Salvador, es la del crimen, que va desde el contrabando hasta las extorsiones por parte de grupos delincuenciales que se han afianzado en diferentes zonas de la capital.
San Salvador es, pues, una realidad compleja. Una realidad viva, con conflictos y contradicciones. Es un lugar de vida y de encuentro; por eso es un referente no sólo para los capitalinos, sino para el país.
Por descuido y falta de visión, San Salvador fue dejando de ser una ciudad acogedora para quienes trabajan en la Ciudad Capital y para quienes transitan por ella o la visitan por algún motivo en particular. El deterioro, la suciedad, el abuso y el desorden se convirtieron en su signo distintivo. No se supo erradicar las dinámicas perniciosas (el crimen y el abuso de conductores de vehículos) ni se supo encauzar dinámicas no perniciosas (como las económicas), pero que requerían de ordenamientos firmes para no afectar el derecho de los capitalinos a caminar sin dificultades por sus calles, avenidas y plazas.
Convertir San Salvador en una ciudad acogedora, pero siendo realistas acerca de las dinámicas que la atraviesan: ese el gran desafío del que se ha hecho cargo la actual administración municipal de San Salvador.
En ese enorme esfuerzo por recuperar San Salvador, las autoridades municipales están siguiendo un principio de oro que vale la pena no perder de vista: la concertación con quienes se ganan la vida en la capital, reconociendo que el trabajo honrado debe ser protegido. El entendido es que el derecho al trabajo impone también obligaciones, lo mismo que el respeto a los derechos de otros ciudadanos y ciudadanas.
Hay que ser optimistas acerca de lo que se puede lograr en San Salvador. Poco a poco, la Ciudad Capital va cambiando de rostro. Se comienza a respirar seguridad –gracias al esfuerzo y dedicación de la PNC y del CAM—, tranquilidad y orden. De continuar con este ritmo, la administración de Nayib Bukele dejará una huella imborrable en la memoria de los capitalinos.