Debo confesar que me ha costado muchísimo escribir estas primeras líneas. No hay palabras que describan apropiadamente tanta podredumbre, tanta indiferencia, tanta ambición, como la que ha enmarcado las noticias de los últimos días. Lo terrible es que parece que nos hemos vuelto insensibles al dolor ajeno, que una muerte más o menos ya solo es estadística
¿Acaso ya entramos a la era de la deshumanización?
La sociedad está enferma, gravemente enferma y no parece haber solución ni siquiera a mediano plazo. Cuántas veces hemos escuchado que debemos apostar por la educación del nuevo hombre y de la nueva mujer, que si el Ministerio de Educación, que es labor de los maestros, que hay que incluir ejes transversales en los programas de estudio, que también incluyamos a los padres de familia, que si las escuelas de padres, que ahora las escuelas de tiempo pleno. Ni siquiera puedo nominar la interminable lista de proyectos que he visto desfilar desde la reforma de Walter Béneke pero parece que los remedios han sido peores que la enfermedad.
Es la sociedad la enferma, es este país cuyos habitantes estamos más preocupados del meme contestatario, de defender a capa y espada posiciones políticas indefendibles, como desesperados aferrándonos a la última tabla de salvación. Lo creemos todo y de tanta información que nos saturan, manipulada en un buen porcentaje, pasamos las noticias como catálogos de venta de perfume, distantes, ajenos, dolorosamente sin opinión, sin postura. No leemos nada ¿para qué? Si hay algo que leer hacemos una captura de pantalla o tomamos una fotografía con nuestro celular de última generación.
Nos colocamos viñetas y pareciera que amoldamos nuestra personalidad, nuestro yo en la leyenda de moda: Soy milennial…No, yo soy de la generación X…Yo, Baby Boomer…Utiliza lenguaje inclusivo…Soy así porque respondo a esa generación…Palabras, palabras vacías, no hechos, no acción.
¿Si incluyo TODES en mi discurso reduciré la cantidad de feminicidios? Seguro que no, porque la realidad ya nos sobrepasó de manera abrumadora.
No es lucha de poder, ni medición de fuerzas.
Hemos fallado en la construcción de la persona humana, personas formadas a partir de la práctica de valores humanos, no del ganguerismo y la mediocridad, no de la corrupción y la colección de antivalores que vemos a diario.
Debemos reconocer el error. La sociedad somos todos, familia, escuela, sistema, gobierno, políticos, hombres, mujeres, comunidad LGTB; somos personas, individuos, habitantes, ciudadanos. Somos más que estadísticas, somos más que masa hambrienta de desmedido consumo. La pregunta es si por fin nos caerá el veinte, como dicen, y nos responsabilizaremos de lo que tenemos, hacemos y somos, o seguiremos buscando culpables.