sábado, 13 abril 2024

Recuperando el espí­ritu navideño

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Más allá de que siempre existe algún "˜Grinch"™, la Navidad es un tiempo especial. Es la época más propensa para despertar sentimientos de unión y alegrí­a

Nada provoca más ilusión que la Navidad. Hace muchos años, cuando mis hijos llegaron a quinto grado y aún seguí­an creyendo en Santa Claus y escribiéndole cartas, me invadió la intriga. ¿Será que son tan inocentes?, me preguntaba. Luego descubrimos que ellos también tení­an una intriga. ¿Hasta cuándo papá y mamá seguirán pretendiendo hacernos creer que existe Santa?, se decí­an. Fingí­an demencia para darnos esa ilusión a nosotros.

Más allá de que siempre existe algún Grinch, la Navidad es un tiempo especial. Es la época más propensa para despertar sentimientos de unión y alegrí­a, de compartir con los familiares, amigos y compañeros. Es un tiempo ideal para tratar de ser más tolerantes, de dar amor a todos a nuestro alrededor y de dar fe, pues es cuando los cristianos celebran la venida del Salvador.

Es una época de esperanza, de fe, de alegrí­a, de dar… y también de recibir. Es el momento de dar gracias a Dios por lo que tenemos y mirar a los que tienen menos y ser compasivos con ellos. Recibiremos a cambio la sensación inigualable de la satisfacción de hacer el bien.

Como ejemplo, bien vale recordar la parábola de la viuda pobre que puso dos moneditas de poco valor a la limosna mientras los ricos echaban sus cuantiosas ofrendas. “Les aseguro que esta viuda pobre ha echado más que todos los demás. Todos ellos dieron de lo que les sobraba; pero ella, de su pobreza, echó todo lo que tení­a para su sustento”, dijo Jesús. Por eso no debemos preocuparnos por regalar lo último en juguetes o en tecnologí­a. Vale más algo con sencillez, con amor y cariño, porque ahí­ está el espí­ritu de la Navidad y es importante transmitirlo a los niños. En mi caso, con mis hijos revisábamos los juguetes y muchos eran elegidos para dárselos a niños de menores recursos.

La Navidad no debe ser un culto al consumismo, y mucho menos en los niños. Se les puede decir, por ejemplo, que Santa, el Niño Jesús y los Reyes Magos tienen que traer regalos a muchas personas y que hay que ayudarles pidiendo poco y no tan caro. Así­ ellos no se preocupan tanto y trabajan menos. También podemos llevarlos a dar juguetes o alimentos a los más desprotegidos y decirles que somos como los duendes de Navidad.

Definitivamente, el espí­ritu navideño no se forja de la noche a la mañana. Todo esto debe explicarse año a año, durante los 12 meses, e irá calando en los adolescentes. También es bueno incentivar a que participen de proyectos humaní­sticos, como ir a asilos, hospicios o formar parte de coros, de grupos que lleven alimentos u otros que ayuden a envolver regalos o a recaudar fondos para los más necesitados.

Otro punto clave, sobre todo cuando nuestros hijos alcanzan la adolescencia, es dónde y con quién celebrar la Navidad. A cierta edad, muchos “planes” de ellos están fuera de casa. Tenemos que ser flexibles como padres y entender que ya desean socializar más con amigos que con la familia. No es bueno chantajearlos ni obligarlos a pasarla solamente con nosotros. Lo mejor, si se puede, es ajustar sus agendas, compartiendo los momentos más importantes de familia y dándoles libertad para salir con sus amistades. Al final, como dice la canción, la Navidad es una noche de paz, una noche de amor”¦

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Margarita Mendoza Burgos
Margarita Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicólogía Médica, Psiquiatrí­a infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España; colaboradora de ContraPunto
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