Real Madrid pasa a la final de Champions con sangre, sudor y lágrimas

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Qué partido, qué tensión. Nada de lo que ocurrí­a respondí­a a los cánones ordinarios del fútbol, pero la pasión disimulaba cualquier desacuerdo

El Real Madrid se clasificó hoy para su tercera final consecutiva en la Liga de Campeones al empatar 2-2 ante el Bayern Múnich en un partido memorable en el que los blancos aplicaron sangre, sudor y lágrimas en su enésimo ejercicio de supervivencia.

Fue un duelo brutal entre dos colosos y los actuales campeones se sobrepusieron al gol inicial de Joshua Kimmich con dos tantos de Karim Benzema, aunque James Rodrí­guez puso la eliminatoria en un puño a media hora del final.

Pero el Real Madrid, que ganó 2-1 en la ida, aguantó gracias a su instinto de superviviencia y a un enorme Keylor Navas bajo los palos, y jugará el 26 de mayo la final de Kiev ante el ganador de la semifinal que decidirán mañana Roma y Liverpool.

"Llegar a la tercera final consecutiva es muy bonito", señaló el técnico blanco, el francés Zinedine Zidane. "Este club tiene una historia que viene muy de lejos y nosotros la estamos escribiendo. El Real Madrid nunca se rinde".

El club español buscará en Kiev su tercera Champions seguida y la cuarta en los últimos cinco años. Si gana la final, estirará además a 13 su propio récord de tí­tulos en la Copa de Europa, la competición de clubes más importante del mundo.

El Bayern, por su parte, quedó eliminado por quinto año consecutivo ante un equipo español y se despidió de la posibilidad de conquistar el "triplete". El conjunto de Jupp Heynckes generó mucho más en el global de la eliminatoria, pero cayó ví­ctima de groseros errores en defensa y de su falta de punterí­a en el área rival.

"Si se miran los dos partidos, hemos sido mejor equipo. Para mis jugadores y para mí­ ha sido una gran decepción. Ellos deben dar las gracias a Navas que ha estado fenomenal", apuntó Heynckes tras su último partido en Champions. Ahora disfrutar de una merecida jubilación.

El partido en el Santiago Bernabéu fue de una tensión extraordinaria. Los dos equipos hicieron honor a su categorí­a de cuadros valientes y, también, profundamente imperfectos en defensa. Cada llegada a un área fue promesa de pánico y el duelo viajó montado en una montaña rusa.

El Bayern fue mejor en la primera parte y apenas tardó tres minutos en cobrar ventaja. Fue tras un error en el despeje de Sergio Ramos que Kimmich aprovechó para remachar. El Santiago Bernabéu se preparó para sufrir, por si tení­a dudas.

Sin embargo, el Real Madrid contestó a  los 11 minutos en su mejor jugada de la primera mitad, casi un minuto de toques continuos que concluyeron con un centro de Marcelo y un remate  de cabeza impecable de Benzema para igualar el choque.

Pero el Bayern siguió con su plan agresivo de ataque, a expensas de conceder contras. Y como era un duelo casi sin pizarra, los dos conjuntos se dedicaron a ver quién golpeaba más fuerte. Principalmente el conjunto alemán.

Al Real Madrid le faltaba Casemiro, a quien Zidane dejó en  el banquillo en una decisión sorprendente. Y no gobernaba el duelo porque no le duraba el balón. A cambio, Thiago Alcántara imponí­a su ley en el centro del campo, poniendo balones dañinos entre lí­neas. La pena del Bayern fue su ineficacia.

Navas sostuvo en pie al Real Madrid con sendas intervenciones antes del intermedio y los dos equipos se fueron a descansar extenuados mientras el Santiago Bernabéu intentaba recuperar el aliento después de la pelí­cula de terror que habí­a presenciado.

El fútbol es de momentos y estos le suelen pertenecer  al Real Madrid. El Bayern le regaló el segundo tanto en un clamoroso error del portero del Bayern, Sven Ulreich, quien le entregó el gol a Benzema a los 47 minutos. Una acción impropia de un torneo como la Liga de Campeones.

La respuesta la ofreció Navas inmediatamente a un disparo de Alaba. Ésa era la diferencia hasta el momento: los arqueros.

El  Bernabéu se vení­a abajo mientras el Real Madrid montaba contras con la idea de rematar a su rival, en la lona tras el error de su portero. Pero  el equipo blanco perdió la ocasión de sentenciar y el Bayern no es equipo que perdone. A los 62 minutos, en un error de la defensa local, James Rodrí­guez hizo el empate para devolver la taquicardia al duelo.

Qué  partido, qué tensión. Nada de lo que ocurrí­a respondí­a a los cánones ordinarios del fútbol, pero la pasión disimulaba cualquier desacuerdo.

Zidane  puso en el partido a Bale y Casemiro para intentar suministrar gasolina  a los blancos. Y Heynckes dio entrada a Wagner, otro delantero más. Era  un todo a nada con una final de Liga de Campeones en juego.

Los minutos caí­an a plomo y el gol rondaba las dos áreas. No se volvió a mover el marcador y el Real Madrid supo congelar en los minutos finales el choque para lograr un pase agónico y jugar su tercera final consecutiva. El campeón supo sufrir como ninguno. Quiere su tercer tí­tulo seguido, aunque sea con noches tan agónicas como la de hoy.

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