lunes, 15 abril 2024
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Readecuaciones y relevos

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El agotamiento del rol hegemónico de los dos partidos mayoritarios en El Salvador es un hecho sin discusión que marca un punto de inflexión para el sistema de partidos. Los resultados electorales, concretados el 3 de febrero descubrieron un nuevo escenario para los partidos mayoritarios de la post guerra. El saldo neto de elección tras elección fue la pérdida de capital político y electoral tanto para ARENA como para FMLN, sin embargo, la inexistencia de una opción electoralmente posible, dejaba en la alternancia la única alternativa.

El surgimiento de una opción real, encarnada en la figura del actual Presidente de la República Nayib Bukele y el movimiento Nuevas Ideas, no ha significado únicamente una derrota electoral para ARENA y el FMLN, sino el desafío de su supervivencia. Cada acción o inacción ha pasado a ser estratégica, constituyendo un paso en falso hacia una caída libre, o hacia tierra firme. A nueve meses de la elección, y cuatro de la toma de posesión, ambos partidos han demostrado con firmeza desconocer la lectura real de las demandas sociales, la necesidad de recuperar un mínimo de credibilidad política y el camino hacia su propia supervivencia. La cantidad de desaciertos en su manejo comunicacional, en su postura política ante los principales hechos y problemáticas nacionales e internacionales y en sus propios relevos internos dan muestra de la completa oscuridad en la que se encuentran.

Considerando que los tiempos de preparación de la campaña política para las elecciones de 2021 cada vez están más próximos, es pertinente visualizar cuál será el posible escenario de reconformación del sistema de partidos en El Salvador. Si bien desde los Acuerdos de Paz en términos conceptuales se ha dispuesto de un número efectivo de partidos que nos describe como un sistema multipartidista, lo cierto es que en términos reales las decisiones políticas más relevantes se habían tomado entre dos partidos, quienes de manera permanentemente jugaron a ser una oposición beligerante en la mayor de las veces, pero aliados en temas de mutua ganancia. Precisamente este comportamiento, evidente para la población, junto a la mala gestión pública de casi tres décadas y la corrupción destapada de sus dirigentes han llevado a que en El Salvador los partidos políticos sean la institución que goza de menos confianza.

La necesidad de relevo de la clase política y la resistencia de los viejos liderazgos y poderes fácticos de los partidos en cuestión, se ha concretado en el surgimiento de nuevas instituciones partidarias, particularmente en el espectro ideológico de la derecha y en supuestos relevos de liderazgos que no han resultado ser más que desacertados cambios cosméticos que en el fondo buscan impedir los verdaderos cambios internos que necesitan para sobrevivir. Poco se puede asegurar acerca de cambios reales en las fuerzas y grupos de poder detrás de cada instituto partidario o de los intereses a los cuales va a responder.

Todo lo anterior conforma un escenario político y partidario bastante interesante. Estamos ante un presidente que sin dudas ha dejado su marca en el partido Nuevas Ideas. Al margen del involucramiento en su conducción, sus actuaciones como máximo funcionario del país tendrán en el caudal electoral de este partido un efecto directo. Estamos ante un presidente sin partido (real) y ante un partido cuyo máximo líder será el presidente. El nuevo partido, por ahora, no tiene candidatos claros a ningún cargo, los mecanismos de elección de los mismos serán una primera demostración pública de fortaleza o debilidad en cuanto a democracia interna partidaria que podrá diferenciarlos o no del resto.

Se vislumbra entonces la consolidación de Nuevas Ideas como el partido con mayor fuerza política debido a diversas razones: el agotamiento de ARENA y el FMLN, sus desaciertos en las medidas tomadas para su recuperación como una fuerza viable, el respaldo que las acciones del nuevo gobierno le aporta, el capital político acumulado, la credibilidad, los liderazgos nuevos y jóvenes desvinculados de cualquier partido e ideología. A este nuevo instituto se suma VAMOS, Nuestro Tiempo y el CD, lo que plantea una reconfiguración en el sistema de partidos en el que se transitará formalmente desde un sistema polarizado pero multipartidista a un posible sistema de partido dominante, pero a la vez más fragmentado integrado por once institutos políticos.

Nuestra joven democracia y sus instituciones partidarias tienen varios retos al frente, dentro de los que será un factor importante la propia cultura política instalada hacia adentro, específicamente en cuanto a la democracia interna, y hacia afuera en áreas como la gobernabilidad y la búsqueda de consensos. La adecuada gestión que cada instituto haga de estos dos elementos definirá su propia supervivencia, consolidación o extinción, pasando por el hecho de su identificación ideológica y el mantenimiento o abandono de la visión desde el espectro derecha – izquierda.

El rol de los partidos será también determinante para su continuidad. El grupo de partidos tradicionales no parece que vaya a comportarse como un solo bloque. El PDC y el FMLN hasta ahora se han comportado como una oposición beligerante, más no inteligente y se enfilan a una pronta desaparición; GANA y el PCN respaldan las acciones y decisiones del nuevo gobierno, siendo lo más probable que esto continúe así; los nuevos partidos tendrán una prueba de fuego si logran diputaciones o alcaldías, al ser todos tendientes a la derecha, deberán decidir si se pliegan a uno de los dos grupos existentes o crean un nuevo bloque; mientras que ARENA, con sus evidentes muestras de contradicciones y conflictos internos, aún tiene un espacio temporal para clarificar si habrá disidencia, relevo real en su conducción, cambio en su rol de oposición o mantenimiento de sus posturas bajo el riesgo de una inminente existencia irrelevante. Estamos ante un escenario en el que la fuerza electoral de Nuevas Ideas dependerá principalmente de la efectividad en la gestión de lo público, y en el que el desprestigio y desencanto en los que ya gobernaron será superior a su experiencia política y electoral. Mientras esta ecuación se mantenga, el equilibrio de la gobernabilidad muy probablemente no necesitará de las nuevas expresiones partidarias.

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Varinia Arévalo
Varinia Arévalo
Analista salvadoreña

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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