No es primera vez que un presidente salvadoreño se proyecta sumiso a un imperio al inicio de su mandato. Al igual que Nayib Bukele hizo manifiesto su apoyo a algunas políticas estadounidenses antes del inicio de su presidencia, el expresidente Manuel Enrique Araujo firmó un memorando de entendimiento con representantes de la United Fruit Company antes de ser electo formalmente, aceptando sus “políticas económicas y financieras”, según lo documenta Hugo Lindo Fuentes, en su libro El Alborotador de Centroamérica. Aunque el mismo autor indica que Araujo fue demostradamente antiimperialista y unionista, respecto a la nación Centroamericana, al principio de su mandato tuvo que buscar apoyo de Estados Unidos para sobrevivir las amenazas de sus vecinos, especialmente la ambiciones del presidente guatemalteco Manuel Estrada de controlar Centroamérica. Los conflictos y transición de los imperios siempre han impactado a El Salvador.
Desde su independencia de España, El Salvador surgió en el momento en que la unión de colonias al norte del continente se consolidaban como estados independientes y constituían una federación que derrotaría los imperios europeos. Además de las guerras napoleónicas, la independencia de Centroamérica fue posible gracias al plan masónico de socavar la posibilidad de reacción de Inglaterra y España ante la Revolución de EEUU y su proyección Panamericana en el “nuevo” continente. Durante la presidencia de Manuel Enrique Araujo, la presencia imperialista europea en El Salvador era mucho mayor que la de Estados Unidos que recién se erigía, de colonia liberada, en imperio. Las importaciones de café a EEUU constituían apenas un 18.83%, mientras Europa compraba el 82%. La construcción del ferrocarril en El Salvador recién pasaba de compañías inglesas a estadounidenses. El imperio inglés estaba en descenso, mientras Estados Unidos se convertía en la potencia mundial que fue durante el siglo XX, y El Pulgarcito de América construía sus instituciones estatales con asistencia, empréstitos e inversiones internacionales.
Ahora, en la época de la decadencia del neoliberalismo y transición imperial, Nayib Bukele busca alianzas que le posibiliten su modernizante agenda. A menos de seis meses de su mandato, el presidente de El Salvador ha abordado a los líderes de los más poderosos imperios de la época. Tanto su arrebatado abrazo a la vieja agenda de guerra fría norteamericana, como su acercamiento a los poderosos tigres del oriente serán cuestionados por partidarios y detractores. Sin embargo, será su pragmatismo ante las ofertas sino-japonesas y el apoyo entre la población, lo que en definitiva le marcara el paso al presidente Salvadoreño. Habiendo cumplido con la administración Trump, cuya agenda en El Salvador se limita a migración y Venezuela, Nayib Bukele no puede esperar mayor apoyo de Estados Unidos para la implementación de su plan de modernizar y desarrollar su país. China, Japón y Corea le presentan un potencial nuevo para la construcción del aeropuerto, el tren rápido y otras obras infraestructurales que prometió a los salvadoreños el mandatario, durante su campaña presidencial.
Trump aún no ha manifestado sus intenciones de incrementar la asistencia a los países centroamericanos más allá del control de la migración y el narcotráfico, la cooperación de este con Nayib Bukele podría cambiar a vuelta de un año, cuando los estadounidenses elijan nuevo presidente en el 2020. Al igual que el expresidente Manuel Enrique Araujo, quien empezó sujeto a Estados Unidos, Nayib Bukele podría tomar ventaja de su relación cercana con Trump para gobernar El Salvador y a la vez gestionar una solución permanente para sus connacionales bajo amenaza de deportación.