Por Grego Pineda
Juana M. Ramos es salvadoreña-estadounidense, pero aclara: «Me siento salvadoreña-neoyorquina. Me vinculo no con EEUU sino con NY. Vivo algo así como una identidad fronteriza. Conservo los valores y mi formación, a los que estoy muy arraigada, pero también en mi identidad y en mi paso por la vida se ha incorporado esta hermosa ciudad de Nueva York». Allí, ella es profesora de español y literatura en el York College, CUNY.
Ramos ha tejido una vida que me recuerda al mítico personaje Penélope, porque en su caso, el lienzo de su vida es deshilado en cada verso escrito y va contando sus días con poemas. Ramos no espera a su Ulises, ella ansía que sus poemas-lienzos sean los vientos que le traigan más poesía o que hagan arribar a mejores puertos vivenciales o aliviar angustias existenciales. Su obra no es del clásico arte por el arte, tiene propósito y crea vínculos.
Y es que para Juana Ramos «la poesía es una forma de vida, de entender la realidad, de transformarla, de leerla entre líneas, de ver más allá de lo tangible». Y sin duda ha logrado penetrar, con hondura, en diferentes formas y niveles de vida con su obra publicada. Ella nació en una zona fresca y montañosa de El Salvador y sobrevivió allí hasta los veinte años de edad. Luego migró a Los Estados Unidos de América y se instaló en New York, lugar donde florece.
He dicho que «sobrevivió» en su ciudad natal, y esto es así, porque eran tiempos fatales de guerra civil que azoló su tierra por doce años, de los cuales soportó diez. Y en esos tiempos difíciles se nutrió de la esperanza que brillaba en el alma de su madre y sin la cual no hubieran salido hacia sus nuevas vidas: New York. Mucho habría que narrar, pero Ramos lo hace mejor en su poema «Efemérides» de su libro bilingüe «Sin ambages / To the point» (2020).
«A mi madre le nació una niña / en la que cifró todas sus esperanzas. / Mamá soportó inviernos, /crio hijos ajenos en una ciudad igualmente ajena / que le mostró los dientes y una que otra sonrisa. / Se llenó los ojos de aceras y de muchedumbre / y de calendario y de muchas lágrimas. / Vino, fue y volvió / guardó siempre una esperanza».
Aunque la poética de Ramos está nutrida de múltiples sensaciones, emociones y compromisos sociales, hay algo que la permea totalmente: «La esperanza es precisamente lo que me hace escribir, de encontrar un espacio en el texto, en la escritura, un espacio-margen desde el cual crear y resistir». Y a mí, que he visitado varias veces New York, me resulta comprensible lo expresado, porque el frenesí y enajenación campean y golpean sino es que destruyen al Humano y de allí su espacio-margen desde el cual resistir.
Así, en «Ciudad de Nueva York», nos estremece cuando evoca la mitología para refractar lo que vive y siente: «De vuelta a tus entrañas/a tu vientre que me recibe, /estoica me abro paso/entre la multitud. […] Ciudad sirena, /canto sin cesar, /me obliga a detenerme, /me amarro a los recuerdos;/muero cada noche en tu noche, /pero no es mi tiempo y me devuelvo/a la voz de tu latido caótico, /ciudad banquete poblada de Tántalos, /piedra sobre la que/a diario edifico mi infierno, /a cuestas te llevo, /te empujo a la cima, /ciudad completa que se me precipita».
Ramos es poeta de cuatro Ases, comodín incluido, y sus poemarios lo confirman: «Multiplicada en mi» 2010, «Palabras al borde de mis labios» 2014, «En la batalla» 2016, «Ruta 51C» 2017 y «Sobre luciérnagas» 2019. También su obra integra varias antologías, revistas literarias a lo largo de Latinoamérica, EE.UU. y España. Y haciendo honor a uno de sus más íntimos y reveladores libros «Multiplicada en mi», nuestra poeta se ha multiplicado y repartido entre ya incontables festivales y lecturas de poesía internacionales.
Y para finalizar, destaco el libro «Tomamos la palabra: mujeres en la guerra civil de El Salvador (1980-1992)» 2016, donde Juana M. Ramos es coautora con Margarita Drago. Es un extraordinario acopio de testimonios de mujeres que participaron activa y combativamente en la redefinición de la nación centroamericana. Son vidas marcadas por valerosas historias de sobrevivencia, solidaridad, pero sobre todo de esperanza. Una esperanza que tuvieron que defender con fusil y poesía.
Efectivamente, dice Ramos, «Son historias de resistencia, de fe, de solidaridad, de amor, de pérdidas y de triunfos; pero también son nuestras historias, las de aquellos que buscamos redefinirnos o reafirmarnos». Hay poesía rescatada, escrita en los frentes de guerra por mujeres, que no dudaron en rescatar y proteger a la Matria de todos. A mi juicio, son heroínas y aunque la Patria les debe su sacrificio, Juana M. Ramos las salva y protege del olvido.
(*) Grego Pineda es salvadoreño-estadounidense, escritor, diplomático y abogado.