lunes, 15 abril 2024

Que no se repita el miedo en Colombia

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Las cosas se repiten una y otra vez en la espiral ascendente de la historia con contextos y circunstancias diferentes, en ocasiones con actores diferentes pero alguna similitud con los anteriores protagonistas de los hechos. Eso sí, los intereses ni los valores de clase no se desvanecen en las inesperadas pero un poco manejables vueltas que nos impone la historia.

Esto para referirme a la marcha iniciada desde el  25 de junio por un grupo de 15 personas provenientes de los pueblos campesinos, afro e indígena del departamento del Cauca. Pero esta movilización no ha terminó en los clásicos discursos ordenados en fila sobre una tarima montada en la plaza central de la ciudad, no, mientras escribo estas palabras este grupo de marchantes continua gastando suela por las vías principales del país, cuyo destino es la capital, Bogotá.

Las razones de esta marcha por la dignidad, como se denomina, es la creciente ola de asesinatos y destierros que están sufriendo las comunidades del Cauca a manos del Estado, los grupos armados pos-La Habana que no as acogieron a la desmovilización y obviamente el abandono estatal que también presiona por el lado de la economía precaria que obliga a la gente a dejar su finca para encontrar una fuente de plata en las ciudades, en muchos de los casos de este territorio, siembre coca pero con el riesgo de que lo saque corriendo el Ejército Nacional, el Glifosato o los grupos armados y mafias que buscan el control sobre esos cultivos de uso ilícito.

La almendra del artículo es el tema de la movilización en estos días de pandemia. Con la normalización paulatina de la economía formal en sectores como el comercio, algunos servicios como peluquerías, transporte de carga pesada, transporte público, talleres automovilísticos, transporte intermunicipal, sin dejar de lado la economía informal que no se ha detenido y menos con cada vez nuevos miembros, la gente se está mentalizando a convivir con el virus, tomando las medidas de precaución en diferentes escalas de apropiación y responsabilidad.

En esa medida, la movilización también ha empezado a tomar nuevos aires que salen de las pantallas del celular y computadores, volviendo a las calles poco a poco. Esta movilización caucana me recuerda a los éxodos campesinos de hace años cuando el paramilitarismo arreciaba con nombre propio, producto de esa violencia asesina las comunidades reunidas en pueblos y ciudades, organizaban largas caminatas de día y noche con puntos de control por medio de mitines y discursos informando al mundo la causa de su marcha y las razones que los impulsaban a terminarla, así como negociación con el gobierno nacional de turno o con mandatarios locales y regionalesl para debatir condiciones de retorno y garantías para sobrevivir fuera del territorio. Los ojos de los pueblos, personalidades públicas e instituciones se ponían sobre estos grupos de gente rodeadas de miedo e incertidumbre, pero cargadas de dignidad y lucha.

Desde el municipio de San Pablo, sur de Bolívar se vivió un éxodo campesino de cientos de personas. En la región del Catatumbo, sus habitantes retornaron a sus veredas luego de ser sacadas a tiros y motosierra por los paramilitares en complicidad de la Fuerza pública, en los primeros años de este siglo. También en el inicio del siglo XXI, la gente negra sacada por operaciones militares en sus patios hechas por las fuerzas militares en el norte del departamento del Chocó, se llenaron de valor y volvieron a sus ranchos para establecer zonas humanitarias en medio del control paramilitar que ejercen y siguen ejerciendo actualmente.

Se me escapan otros episodios del campesinado y pueblos del mundo rural que caminaron la palabra para enfrentar el conflicto armado, caminares que en su momento también fueron producidos por los grupos armados legales e ilegales que defienden las gordas cuentas bancarias de los ricos. Hoy, sin pena y sin sangre en el rostro esa misma oligarquía manda a matar a algún líder o lideresa social o lo mandan preso frente a su comunidad, para que esta aterrorizada salga del territorio, los mismos intereses pero en nuevas circunstancias.

El nuevo éxodo al que observan y apoyan los ciudadanos, ha tenido la fuerza mediática en redes como para motivar otras movilizaciónes similares en otros puntos del país y con las mismas razones dentro del interés de retomar las calles paulatinamente. ¿irresponsables? Dentro de un régimen que inyectara más de la mitad del Producto Interno Bruto en garantizar el encierro de las comunidades sin hambre ni miseria, con educación y salud eficaces, si. Irresponsables dentro de un régimen que investigara a diario y sin retrasos los contagios para prevenir su aumento, si. Irresponsables en un país donde las comunidades decidieran directamente en la construcción, sostenimiento, proyección y evaluación del proyecto de nación popular si.

Pero nada de lo anterior aun no sucede, seguirán apareciendo más exodos populares e interétnicos que vayan prendiendo el prado y terminen por iluminar de nuevo la esperanza que se prendió aquel 21 de noviembre del 2019.

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Wilmar Harley Castillo
Wilmar Harley Castillo
Comunicador social, especialista en Política Pública para la Igualdad. Columnista y comunicador de ContraPunto
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