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Putos

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Les dicen ofensivamente putos, maricas, piñas, culeros, desviados, torcidos, floripondios, gardenias, mariposones, sodomitas, flores de loto, jacarandas, niñas, ladies, fundas, reinas, maricones, cátchers, puñales, pipianes, muñecas, jotos, volteados y zurdos por no llamarles gays u homosexuales.

Siempre han existido, siempre han sido una minoría, en algunos países les niegan sus derechos y en otros pueden unirse, casarse y divorciarse.

En el tercer milenio quieren vivir fuera del closet, si el sol alumbra para todos ¿para qué negarles la luz?, están en cualquier parte ¿quiénes somos nosotros para calificarlos de aberrantes?, ¿los heterosexuales que cuidamos a nuestra familia y azotamos a nuestras mujeres y abandonamos nuestra sangre?, ¿los que besamos la cruz y decimos que todo está bien porque no nos afecta?, ¿es esto normal?

Las iglesias esconden la cabeza como el avestruz “y parece que estuvieran llenas de demonios” (1), ellas rectifican cada cinco siglos, algunas inventan inquisiciones para reafirmarse o adueñarse de bienes impíos, otras, como las sectas nacidas en Utah y Nueva York son parte de las escisiones de la fe.

Vendrán decenios para recibir a la feligresía, sea blanca, rosa, azul, negra, colorada o arrepentida, por ahora no, hay que ceñirse a los preceptos que han sobrevivido al menos dos mil años, la tolerancia hoy bombardea el adoctrinamiento considerado como creencia. 

La base de la disfuncionalidad es el matrimonio, los cimientos de la doble moral se enfangan en nuestro actuar, creemos en el amor de Jesús y de Sidharta Gautama y andamos opacos, afirmando en nuestra pretendida apertura mental, que cada quien puede adornar su pito con chongas y moñitos y hacer de su culo un florero pero nos asquea que dos hombres copulen entre ellos porque es antinatural.

Y los machos nos aguantamos el aliento imaginando a dos lesbianas en las alturas del cunnilingus porque el deseo nunca es un barco a la deriva siempre y cuando llegue a nuestro puerto, de otra manera el amor entre mujeres es perversión solapada, divertimento oculto que esperamos algún día presenciar.

La sexualidad se aprende y se escoge y está condicionada a niveles de inteligencia y a otros factores externos, cada uno ejerce su manera de ser mujer, hombre, gay, travesti o lesbiana.

La pluralidad no sólo reside en la coexistencia de partidos políticos de diversos colores, eso es una ínfima manifestación de la complejidad, sino en el respeto hacia la gente y a la práctica de su libre albedrío.

Y todos somos parte de todos, aunque nos moleste que algunos enarbolen la bandera del arcoíris.

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  • Versos de Ernesto Cardenal

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Gabriel Otero
Gabriel Otero
Escritor, editor y gestor cultural salvadoreño-mexicano, columnista y analista de ContraPunto, con amplia experiencia en administración cultural.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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