En la recta final de su gobierno, el presidente Peña Nieto ha intensificado su discurso de reclamo por que la sociedad no reconoce los logros de su gobierno. El tono es de desesperación. Faltan ya nueve meses para que termine su mandato y la ciudadanía, a lo largo de estos años, nunca ha valorado de manera positiva su gestión.
El presidente piensa que en su administración se han obtenido “grandes avances” y “demanda de manera acomedida, el que haya memoria entre nuestra población, entre nuestra sociedad, y sepamos también reconocer los avances, de logros y beneficios que en el tiempo se han ido obteniendo”.
Y sostiene que “hay que pensar bien las cosas y tener memoria de dónde nos encontrábamos hace seis años y cuánto hemos avanzado hasta ahora”. Asume, por otro lado, que se debe ser autocrítico y también “reconocer en dónde todavía tenemos rezagos y donde nos falta avanzar de manera más importante”.
Los avances, dice, se han dado gracias a la dinámica económica y de inversión que se vive en el país “que pasan desapercibidas para muchos”. Afirma, que a pesar de todo, las cifras le dan la razón.
El presidente considera que su gobierno no ha sabido “comunicar y compartir con la sociedad estos avances”, para que se puedan asimilar los logros y también para que “se pueda desterrar lo que algunos llaman este irracional enojo social”.
Ya son semanas que el presidente sostiene este tono de reclamo y desesperación en sus intervenciones. Su mensaje no provoca ninguna reacción positiva. Nadie va a cambiar su posición por lo que diga o deje de decir el presidente acerca de los resultados de su mandato.
En el supuesto de que haya grandes logros, el presidente ha estado ausente de la discusión en los medios. No concede entrevistas y no disputa la agenda mediática. Solo los spots de radio y televisión no posicionan las buenas acciones del gobierno. Para eso se requiere intervenir todos los días en la construcción de la agenda setting.
A lo anterior, que hace relación a una fallida estrategia de comunicación, existe un problema mucho más grave y es que la mayoría de la sociedad mexicana piensa, desde el caso de la Casa Blanca, que el gobierno del presidente Peña Nietro es corrupto. Esa es la percepción de la sociedad. Toda acción del gobierno pasa por ese filtro.
En otra época se aceptaba que todos los gobernantes eran corruptos, no había de otra, y lo que se les pedía era ofrecer buenos resultados. Eso ya cambió. Ahora la sociedad no está dispuesta a reconocer las buenas acciones del gobierno si piensa que es corrupto. Ese es el drama del presidente Peña Nieto.