Durante el mes de junio se celebraron distintas actividades que reivindican y visibilizan al movimiento LGBTIQ. Justamente, el pasado sábado 24 de junio tuvo lugar en nuestra capital la 20º edición de la marcha del orgullo antes gay y ahora LGBTIQ. Fue un evento memorable, en donde miles de personas y varias organizaciones sociales disidentes de la heteronormatividad salieron a las calles a expresarse como sólo en esta ocasión se puede. El punto de reunión fue la entrada principal del Mercado Cuscatlán, el cual lucía muy animado y concurrido. Fue un día inusual y liberador en San Salvador, en donde las personas que asistieron expresaron sus diferentes identidades de género y mostraron a la sociedad que existen varias maneras de ser ““y del mismo modo”“ muchas posibilidades de amar. Más aún, la marcha fue una ocasión para demandar a la sociedad su respeto, su apoyo y su tolerancia a la comunidad y, al mismo tiempo, exigir un alto a la homofobia y a la transfobia cotidianas, cuya expresión extrema son los crímenes de odio. Definitivamente fue un momento de vindicación, pues el común de los días está plagado de sexismo, misoginia y discriminación hacia las mujeres y, sobre todo, en contra de todas aquellas personas que no encajan en la norma heteropatriarcal.
Así pues, mucho se habla sobre la necesidad de que la sociedad sea más tolerante y abierta a la diversidad de orientaciones sexuales existentes. Sin embargo, poco se pone en cuestión que la heterosexualidad y la cisexualidad predominantes también deben ser interpeladas cuando se asumen de manera natural y estática, pues ser heterosexual es asimismo una opción más y no una esencia petrificada.
Por ello, creemos que el movimiento LGTBIQ es importante para todas y todos, sin importar si somos hombres o mujeres heterosexuales. Pues el movimiento por la diversidad sexual permite visibilizar que ser hombre o ser mujer es una construcción social y cultural, contrario a la creencia arraigada en nuestra sociedad de que nuestro género está definido biológicamente.
La comunidad LGTBIQ está llena de ambigí¼edad y esa es precisamente su riqueza, pues a diferencia de ello la identidad heterosexual y cisgénero ha sido construida de manera rígida y anclada en la tradición. Esa es la razón por la cual cuando intentamos transgredirla y construir nuevos modos de ser heterosexual y/o cisexual, la sociedad patriarcal nos niega esa posibilidad y nos trata de encasillar en espacios heterodesignados. Esto significa que en nuestra sociedad, si somos mujeres debemos ser sumisas y dóciles y si somos hombres debemos ser fuertes y nunca mostrarnos vulnerables y débiles. Sin embargo, estos estereotipos son nocivos, pues no nos permiten ser seres humanos completos al mismo tiempo que reproducen patrones de violencia y de subordinación. Cambiar los modelos de masculinidad y feminidad dominantes es una tarea impostergable y el movimiento LGTBI contribuye mucho a ello.