sábado, 11 enero 2025

Poems no law to Roque

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Yo recién había cumplido los quince años y recién habían asesinado a Dalton la tarde que empecé a leerlo. Cuarenta y cinco años después aún lo sigo leyendo y viendo en mis sueños a un poeta que me muestra una lámpara

Poems no law to Roque

"Y soñé con un ser idéntico a mí que mostraba una lámpara y decía que había terminado la noche" (Roque Dalton. Las cicatrices-El turno del ofendido)

Yo recién había cumplido los quince años y recién habían asesinado a Dalton la tarde  que empecé a leerlo. Cuarenta y cinco años después aún lo sigo leyendo y viendo en mis sueños a un poeta que me muestra una lámpara.

1

Han pasado cuarenta y tantos años desde la tarde que te conocí…

Tarde de asombros y confirmación, se me hizo anochecer en el amanecer de tus palabras.

No te conocí en persona, ese fue mi hermano, con él conversaste

de su miedo,  de tu miedo, del miedo del hombre,

del miedo del que cabalga en la misma pista junto al enemigo…

Yo te conocí cuando eras ya sólo palabras… Tú, domador de palabras,

eras más Roque, más vida, más rebelión, más presencia y más amor.

(No tenés que sonrojarte, narizón.

En el fondo, sabemos que eras tú quien sudaba amor amor amor

y no el país de temblores y frío. Ese que con Durrell

aconsejaste odiar creativamente, quererlo a patadas,

odiarlo hasta la última gota de nuestra sangre enamorada).

No te conocí en persona, Roque, y ya no sabré si para bien o para mal.

Pero te conocí, y desde entonces

en noches habitadas por la duda, en atardeceres azarosos y distantes,

en madrugadas de sudor frío y sobresalto, en las catacumbas

o entre multitudes golpeadas y aun así indiferentes;

en noches apacibles también, en tardes de amores libres y victorias,

en madrugadas limpias y profundas como los ojos de la mujer desnuda a mi lado…

En aquellas noches, en aquellas tardes, en aquellas madrugadas

contrariando tu deseo quise nombrarte. No pude hacerlo.

Demasiado he respetado tu poesía, Roque, para saber que es cierto:

habrías ganado el silencio si ella, la indescifrable en tus versos,

si nosotros, tus compatriotas y hermanos, no pronunciamos tu nombre.

2

Ahora que tantos te nombran mi voz no será faro entre tanto ruido.

Entre tanta muerte en las calles, entre tanto engaño y egoísmo.

Entre tanto pasado vivido en el presente.

El dolor de cabeza no termina.

La aspirina del tamaño del sol se diluyó

como una alka selser que ni la cruda calma.

Y no hay consuelo, ni enemigo a quién echar la culpa.

Está uno y su cara… El imperio, Roque, es un pretexto cual pretendieron

fuera en tu muerte  parábola de otras muertes…

Ni siquiera hay derrota, sino victoria de los portaestandartes de la espera.

La verdad, ¿qué esperaban…?

¿Que la ridícula buitra abandonara su acecho

y se dejara desplumar complacida y complaciente?

Se nos creció la enanita nalgona del circo

y con sus delirios de grandeza nos jodió porque nos jodió

y como buena buitra sin joderse ella.

3

Sí, Roque, sí… La OEA sigue siendo la misma ramera

más vieja, más barata y más ramera.

Por cierto, a Marlene, la prostituta, ya no le basta el tabaco y fuma piedra.

Aquella tu novia, la María Tecún, no volvió desde que se te fue,

vive en el norte y manda remesas cuando puede a su familia.

Los locos ya olvidaron todo

y hoy lucen sus nombres en los periódicos y su balbuceante oratoria en la tv;

ya no son taciturnos ni felices… ¡pero qué linces son para el negocio!

Francisco Sorto ya no se llama así y sigue preso por pobre, no por matar.

¿Ellos? Ah, ellos, Roque, siguen aspirando a una estrategia tactificada

sólo que ahora aspiran por la narices y los bolsillos.

De la Reinalda ya no supe,

seguro murió con la minifalda guindando de su rojo trasero

o es una de esas señoras que acomodan el suyo en un curul.

¿Los poetas? ¡Ah, los poetas! Después te cuento, Roque, después te cuento…

4

Ahora que tus discípulos son legión… Puedo decírtelo:

yo no lo soy. Nunca fui, Roque, tu discípulo, ni cuando creí serlo.

La prueba es que estoy vivo. Aprendiendo a morir, como dirías.

Apenas soy lector de versos…

de versos como la desnudez sin límites,

de versos llenos de historia,

de versos aciagos en altas horas de la noche,

de versos rotundos, ideológicos,

de versos como boleros disfrazados,

de versos cagados de la risa,

de versos poblados de brujos,

de versos sencillos y versos complicados,

de versos como revólveres cargados,

de versos anodinos o profundos,

de versos a la vida semejantes,

de versos ¡carajo!

de versos escritos por tus manos.

5

Uno se pregunta qué miran los innombrables cuando asoman su rostro al espejo.

¿Ven su rostro o tu rostro insepulto que los mira asombrado y divertido?

Uno se pregunta qué oyen los innombrables cuando oyen el nombre vindicado.

¿Oirán un disparo pederasta o un poema que sin nombrarlos los acusa?

Uno se pregunta qué quieren los innombrables al ocultar tus huesos.

¿Quieren olvidarte o tienen miedo de que la tumba esté vacía?

Uno se pregunta qué sueñan los innombrables al saber que vives.

¿Sueñan tus ojos o están condenados a no soñar jamás?

Uno se pregunta, en fin, por qué los innombrables guardan silencio.

6

Debo agradecerte entender que con la poesía se puede decir todo.

En ella encontré refugio a mi silencio,

encontré la miel de labios conquistados con el eco de tus versos.

Debo agradecerte la desnudez hecha de noche

de aquella mujer terrible, hermosa y negra

como la noche negra en el atlántico nicaragüense. 

Debo agradecerte la lectura de tu amigo Fayad Jamis.

En su poesía encontré un asombro que perdura,

un lúcido no entender, sólo estremecimiento ante la palabra desnuda.

Debo agradecerte un demorado trago de ron

en una Cuba que no supo mi verdadero nombre

al lado de una mujer que me sacio del otro ron

madurado en la mulata cava de su isla de sombras.

Debo agradecerte no haber sido un santón.

Así supe de mi derecho a ser feliz

aunque dolieran los muertos que caían a mi lado.

7

Seguro hoy tu silencio está hecho de sonidos, como la mudez del país, de gritos.

Hoy se respeta menos la memoria de los muertos.

Dignos e indignos pronuncian las once letras prohibidas… No te encabrones.

Lo hacen –dicen- en homenaje a tu obra; y a tu vida, pero estos son menos.

Hasta aquellos del tararí de las trompetas hoy pronuncian tu nombre

y resuena, no en el chupadero de la Llanta Pacha o la María Carrito,

sino en un prostíbulo solemne donde émulos de miedosos criollos

te saludan a nombre de una cultura que no saben qué carajos es.

Acaso es bueno…. Quizá no te guste o quizá sí… No soy de los que imaginan

“si estuviera vivo…” He muerto y vivido suficiente para saber

que cada quien es libre de imaginar lo que quiera y qué fácil es pensar

que el muerto haría lo que nosotros quisiéramos si estuviera vivo.

A mí me basta saber que puedo acudir a tu poesía…

Que en tus versos puedo encontrar tus huesos de indócil muerto.

He querido respetar tu mortaja de silencio,

me he negado a pronunciar tu nombre en vano.

Gustavo Vega Morán (10 -05-2020)

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Columnista Contrapunto
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