Los medios de comunicación no son malos, lo malo es el uso que, a veces, se hace de ellos. Desafortunadamente, en El Salvador ha sido -es- evidente el rompimiento, por cuestiones ideológicas, de los principios profesionales -veracidad e imparcialidad- por parte de algunos Medios de Comunicación Social (MCS), especialmente los medios escritos, pese a que sus fundadores plasmaron en su ideario el libre ejercicio de las ideas y de la información/opinión.
Rotos los principios de veracidad e imparcialidad, los grandes medios siempre han mantenido una posición conservadora, con sesgo informativo y de opinión, para favorecer a personas, entidades, grupos económicos o políticos de su mismo corte ideológico, aun cuando afecten los intereses de la población. Ahora, como nunca antes, es más que evidente que el sesgo favorece a grupos o personas del accionar político, como una línea muy delgada, un endeble lindero, entre Periodismo real y Activismo político.
Fui reportero/redactor/articulista/columnista durante más de 50 años, de los principales periódicos del país. Sabíamos de la línea editorial conservadora y la sutileza, a veces, del sesgo hacia determinados intereses, pero no con la ferocidad de hoy, como cuando se trata de descalificar a un político, calumniándolo y hasta atribuyéndole hechos punibles, mediante informaciones falaces. Y a la inversa, es notorio el interés de magnificar los hechos del adversario apreciado, aun cuando, como ocurre hoy, son evidentes las fallas del político defendido, a quien, en franco Activismo más que Periodismo, se le crean favorables páginas enteras de noticias y reportajes destacados, para levantar su imagen.
El caso de la TV, no es la excepción. Los entrevistadores, en su mayoría, por falta de profesionalismo, por seguir lineamientos empresariales o por real convicción propia, también propician sesgos informativos y de opinión, mimetizando su actitud según quien sea el entrevistado. Es otra modalidad de Activismo antes que Periodismo: si el entrevistado es de su aceptación, con semblante amable y con evidente simpatía, el entrevistador procura evitarle situaciones embarazosas. A la inversa, si el entrevistado es un político a quien se debe propiciarle desprestigio, el entrevistador intenta desequilibrarlo o ponerlo en ridículo ante los televidentes, pero -como siempre ocurre- le resulta todo lo contrario.
El pueblo ya no solo percibe el sesgo, lo rechaza y ello hace que bajen los índices de circulación, de audiencia o teleaudiencia. Y es que, para los verdaderos MCS, es imperativo lograr y mantener la credibilidad. Sin embargo, a partir de la experiencia de lo que ha sido -es- el estilo de algunos medios, resulta una especie de utopía esperar imparcialidad; aunque, por lo mismo, estará en inminente riesgo su credibilidad por parte de la población.
Sin embargo, en aras de la libertad de expresión, nadie puede impedir a los MCS que hagan uso de ella -como empresas que son- y expongan lo que su línea editorial crea conveniente, toda vez que no se lesionen la moral y el orden público. Pero no se vale que, ignorando los principios de veracidad e imparcialidad, los MCS se autocalifiquen como los más veraces, los más imparciales o los primeros en su género. Igual, los medios definidos y auto confirmados como voceros de una entidad, están en su derecho de promoverla abiertamente, publicando a su criterio, sea o no aceptado por el mundo lector.
De igual manera, la política no es mala, lo malo es el uso que los políticos hacen de ella. Sí los MCS, cuando son consecuentes con los principios de la comunicación, logran aceptación y credibilidad, como la política es “servicio”, los políticos -cuando son buenos servidores- también son acreedores de la aceptación y, sobre todo, de la credibilidad. Pero, hoy por hoy, en ambos casos (MCS y políticos), pareciera que no cuentan con la venia de la mayoría de salvadoreños.
Sabiendo que tanto los MCS como los políticos inciden en la vida nacional, sería ideal un compromiso más coherente en su ejercicio. Sobre todo, en el caso de los políticos, debieran reconocer su papel de mandatario (el que hace los mandados) y no erigirse, como hoy, en mandantes, porque ese mérito le corresponde al pueblo.
Ojalá que -como se dijo al principio- siendo como es tan importante y significativo el papel que juegan los diputados (AL) y los MCS, quizás el pueblo pueda un día confiar en su coherencia, humana y profesional, en beneficio de todos los salvadoreños.