Es fundamental que los jóvenes participen en política e incidan decididamente en la construcción de la mejora del tejido social y la solución conveniente de problemáticas que no deben persistir en el tiempo.
La cuantiosa juventud salvadoreña no debe ser excluida de la dirección de las agencias del gobierno central, local, ni mucho menos de las organizaciones político-partidarias que pretenden administrar el poder y se encuentran coyunturalmente en elecciones internas. A mayor participación juvenil, mejor es el diálogo intergeneracional que puede generarse y mayor puede ser la motivación a que más jóvenes tengan interés en sumarse.
Los jóvenes salvadoreños (menores de treinta años si nos atenemos a la publicación más reciente de la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples 2019), representan más del cincuenta por ciento de la población total. Deben ser pues actores que participen activamente en la formulación de políticas públicas que tengan como fin inexorable el progreso de la vida en sociedad.
El resumen del ‘Informe sobre Desarrollo Humano El Salvador 2018 ¡Soy Joven! ¿Y ahora qué?’ establece principios determinantes para una nueva arquitectura de políticas para la juventud. La necesidad de un diálogo franco y directo entre las generaciones responde a la propuesta que hace el PNUD en el citado informe para lograrse un compromiso político que debe interiorizar una visión de desarrollo intergeneracional y se vuelva un criterio condicionante para la construcción de agendas de desarrollo de largo plazo.
La motivación a la participación política debería partir del interés de quienes tienen el poder. No es casual por ejemplo que el Código Municipal determine que los gobiernos municipales están obligados a promover la participación ciudadana ejemplificando en el artículo 116 los distintos mecanismos para lograrlo e incidir en la toma de decisiones que afectan a la población en general. Que la misma juventud empiece a incidir podría favorecer a que lo hagan más jóvenes y que se cumpla con más vehemencia el deber de los gobernantes a la estimulación de la implicación social en los asuntos de gobernación.
Finalmente, los jóvenes no deben ser instrumentalizados y limitados únicamente como electores desvinculados de la responsabilidad ciudadana de ser elementos significativos en la construcción de soluciones permanentes que merecen. En la medida en que sea más la apuesta de los jóvenes por participar insistentemente en política, más espacios se lograrían abrir. Pero es además importante recalcar que la juventud no garantiza probidad, transparencia ni efectividad por sí sola. Justamente esta debería ser la apuesta insigne de quienes pretenden conformarse como la nueva clase gobernante del país.