Por Mario Noel
La noticia cayó como baldada de agua fría. Al pajarito lo enjaularon, al pajarito Huezo. Lo vimos en camiseta blanca y con su cara de Carlo Ancelotti, como no entendiendo los flashazos de las cámaras fotográficas de la policía. Esta imagen actual, me lleva a recordarlo a finales de los años 60s jugando futbol en las canchas del parque Infantil. Diminuto, escurridizo, goleador, talentoso. De ese equipo (el Robert´s, Trajes Robert´s) varios lograron llegar a la liga mayor de futbol. El pajarito, junto a Michel Cornejo, Jorge González, Herbert Machón, son algunos de los futbolistas que derrocharon talento sobre canchas polvosas o medio engramadas. Fuimos casi vecinos en el viejo barrio Cisneros. Él vivía frente a los dormitorios públicos; el pajarito tenía una vecina que fue mi novia por tres días, fueron tres noches a escondidas de su feroz madre. El pajarito fue ídolo desde pequeño. En donde fuera que aleteaba, dejaba un reguero de magia. Don Toño Huezo, su padre, cargaba la mochila con los implementos deportivos del niño que un día se convertiría en uno de los mejores de todos los tiempos del futbol centroamericano.
Nuestro paso por el Juventus, de la colonia 5 de noviembre, hizo que tragáramos toneladas de polvo en aquella mina de polvo llamada “La bola”. Luego de ese equipo, la vida nos llevó a cada quien por su rumbo. Lo vi por años manejar con maestría la No. 5. Lujo de crack. Saber que estuvimos en el mismo equipo tragando polvo. Dejé de verlo.
Yo nunca le dije pájaro, pues para mí siempre fue el pajarito. Lo vi el año pasado y siempre a la carrera. Hoy veo su foto topado al cerco, canoso como Ancelotti, lo recuerdo con nitidez, hecho un colibrí entrando al aérea grande contraria.
