De cómo el manipulado no se entera de que es manipulado
El individuo común ─educado para creer, obedecer y actuar como lo hacen los demás y nunca para analizar─ ve la sociedad, la economía y la política como un caos que no puede comprender. Por ello, la manipulación mediática pone un “orden” en ese caos: el orden ideológico que conviene a la dominación. Esta versión de la realidad social, construida adrede, se le “regala” al individuo y a la masa (en la que su inconsciencia se diluye), y ambos la aceptan, ignorantes de que no conviene a sus intereses materiales ni espirituales. Por medio de este mecanismo ─manipulando la historia, inculcando religiosidades fanatizadas, promoviendo el consumismo como sentido de la vida─, el poder económico y político dominante crea su hegemonía, es decir, su consenso ideológico como “sentido común” de “todos”. Y el individuo masificado se vuelve consentidor y activista de la red de relaciones sociales que conforma y perpetúa el poder que lo aplasta y explota. En otras palabras, los valores del enemigo de clase se nos ofrecen para que los hagamos nuestros. Y al hacerlo, nos autonegamos y elegimos a nuestros verdugos en el simulacro de democracia de las elecciones.
No en vano Edward Bernays ─el autor de la guerra psicológica que derrocó a Arbenz en 1954─ decía, en 1928, que “Los Estados, ya sean monárquicos, constitucionales, democráticos o comunistas, tienen que contar con el consentimiento de la opinión pública si quieren lograr sus proyectos y, de hecho, un gobierno no gobierna si no es en virtud de la aprobación pública”. Y también que “La manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones organizados de las masas es un elemento de importancia en la sociedad democrática. Quienes manipulan este mecanismo oculto de la sociedad constituyen el gobierno invisible que detenta el verdadero poder que rige el destino de nuestro país”.
Cuando habla de “nuestro país”, Bernays se refiere a Estados Unidos. ¿Por qué esto habría de ser distinto en su traspatio? Ya entonces él sabía que “la sociedad acepta que sus posibilidades de elección se reduzcan a ideas y objetos que se presentan al público a través de múltiples formas de propaganda. En consecuencia, se intenta sin descanso y con todo el ahínco capturar nuestras mentes en beneficio de alguna política, artículo o idea”.
Por tanto, quienes juran que sólo es “teoría conspirativa” afirmar que aquí la gente es manipulada desde el 2015 para aceptar que la ausencia de ideología (“ni de izquierda ni de derecha”) es posible y que además es la única opción de futuro, son los más manipulados. O quizá, los manipuladores. Pero, qué va. Esta camisa les queda muy grande. Los manipuladores están en otra parte. Aquí sólo hay serviles operadores de ultraderecha y derecha moderada. Es decir, fascistas y rosalilas.