sábado, 13 abril 2024
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Operación Condor II en América Latina

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La razón de la nueva operación de "limpieza polí­tica" hemisférica es obvia.

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1. El Nuevo Plan Condor

El secuestro policiaco del expresidente brasileño y lí­der emblemático del desarrollismo socialdemócrata criollo, Ignacio Lula da Silva; la pronta destrucción del gobierno de Dilma Roussef; la persecución y amenaza de encarcelamiento de la expresidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner; la creciente “revolución de color” en Nicaragua; el inicio de la fase subversiva armada y violenta en Venezuela y el retorno de los métodos de terror de Estado y social bajo el gobierno Macri —tiroteados los locales del kirchnerismo “Nuevo Encuentro” y “La Cámpora” en Buenos Aires y Mar del Plata— evidencian, que la Operación Condor II en el hemisferio ha sido iniciada por las oligarquí­as y Washington.

2. Condor II y el “cancer” de Roosevelt

La razón de la nueva operación de “limpieza polí­tica” hemisférica es obvia. La ola de desarrollismo socialdemócrata burgués, desatada por el bolivarianismo de Hugo Chávez, es vista por el monroeismo local e imperial como un cáncer, que hay que extirpar. El probable asesinato polí­tico de Hugo Chávez fue la “operación quirúrgica” que inició el proceso. Ahora sigue el equivalente de la quimioterapia, para “limpiar” por completo el corpus (cuerpo) de los intereses oligárquico-imperiales. Ni siquiera las atenuadas versiones del New Deal de Roosevelt —que practicaron Chávez, Kirchner, Lula y Evo, con escrupuloso apego a los lí­mites constitucionales del sistema burgués— son aceptables, hoy dí­a, para el régimen monroeista criollo que plaga a la Patria Grande. Por eso, el imperio y sus sátrapas quieren una nueva moratoria de treinta años de la lucha popular, semejante a la que les proporcionó la matanza de la Operación Condor I, concebida y operacionalizada desde Washington en los años 70-80. En el Condor II la “limpieza” no requiere de dictaduras militares, porque no hay oposición social, polí­tica o popular latinoamericana, que tenga capacidad o voluntad antisistémica de actuación real. Sin embargo, Condor II utilizará todo el arsenal de la guerra sucia para lograr su objetivo: desde la violencia callejera al asesinato polí­tico, la ridiculización y aislamiento de proyectos nacionales y sociales alternativos, hasta el control de los intelectuales y universidades crí­ticas. La brutalidad que se empleará se revela en el caso de Brasil. La misma justicia y clase polí­tica, que durante cincuenta años han sido cómplices de los asesinos y torturadores de la dictadura militar   —impidiendo su enjuiciamiento penal— ejecutan ahora de manera draconiana el nuevo mandato imperial contra los lí­deres del desarrollismo democrático burgués, que se atrevieron a empoderar a los pueblos, reivindicar a la Patria Grande y entrar en alianza estratégica desarrollista con China. Vae victis!

3. ¿Es fascista Donald Trump?

Trump es un protofascista, que se convertirá en fascista, cuando el sistema lo requiera y las circunstancias objetivas le permitan crear un movimiento y Estado totalitario. La actual correlación de fuerzas entre las diferentes fracciones (power elites) de la clase dominante hace poco probable tal escenario. La plutocracia imperante no tiene la necesidad histórica de instalar un fascismo abierto, porque no hay amenaza real alguna para su tiraní­a. Si la hubiese, Trump serí­a un candidato idóneo, debido a su constitución protofascista: su cí­nico desprecio a los derechos humanos de los demás; su deliberada y carismática manipulación mentirosa y demagógica de las masas; su glorificación y gravitación natural hacia la violencia y el socialdarwinismo vulgar; la sistemática reprogramación ideológica paranoica (Weltanschauung) de sus seguidores, al estilo de los Nazis, etc. La lista de sus atributos protofascistas es interminable. Sin embargo, ninguno de estos atributos lo distingue cualitativamente de los demás miembros de la oligarquí­a que viven de la explotación y dominación del ser humano. Y, tampoco, de los demás candidatos republicanos como Cruz y Rubio, que son meros plagiarios de quinta categorí­a del Fuehrer estadounidense. “Lying Ted and little Mario” (Trump) procuran subirse a la ola protofascista de los blancos desclasificados, en cuya cresta surfea The Donald; pero no tienen su vinculación orgánica con ese sector ni su capacidad de liderazgo demagógico. Son patéticos y peligrosos loosers (perdedores) de la lumpen-clase polí­tica que controla el Partido Republicano y que, desde hace treinta años, ha generado las condiciones del protofascismo masivo, que aprovecha Trump hoy dí­a.

4. Donald Trump y Adolf Hitler

Trump es un Lumpen orgánico de la plutocracia capitalista mundial que destruye al planeta y a la humanidad. Hitler era un Lumpen orgánico de la plebe (Lumpenproletariat), que se prestó al Gran Capital para destruir a su enemigo de clase y a la democracia. Hitler sobrevivió con el dinero del Gran Capital alemán. En la fase más crí­tica de la República, 1931-32, el aparato de terror nazi (NSDAP, SA) estaba económicamente quebrado. Los fondos de un sector de la oligarquí­a alemana (Rhein-Ruhr-Club) lo rescataron. Trump tiene todos los fondos que necesita. Hitler actuaba por razones ideológicas: destruir la alternativa anticapitalista. Trump no actúa por razones ideológicas, sino por un narcisí­mo enfermizo que compulsivamente le obliga a demostrar que él es el mejor, y que puede derrotar a la elite de la clase polí­tica. No quiere destruir el sistema. Lo usa como trampolí­n en una competencia de poder. Es un Heróstratus moderno que aprovecha la destrucción de la clase media estadounidense, causado por el nuevo modelo de acumulación del capital y el neoliberalismo. Pero, tiene cuatro debilidades estructurales que lo derrotarán: ha dividido a la oligarquí­a dominante, con una poderosa fracción de generales en su contra; es poco previsible en sus acciones futuras (¡armas nucleares!); se ha convertido en whistleblower, es decir, en revelador de la brutal y amoral realidad de la clase dominante. Y la cuarta razón, la más importante: la power elite (C.W. Mills), la fracción gerencial de la oligarquí­a, y el imperialismo estadounidense, no necesitan ahora un Hitler para realizar sus intereses. Hillary Clinton, que, al igual que los candidatos republicanos, no es más que un tí­tere del complejo militar-industrial y financiero —semejante a otros payasos polí­ticos de la burguesí­a global, como Cameron y Hollande— ejecutará fielmente las instrucciones de sus amos, sin riesgo nuclear. ¿Y Bernie Sanders? Los planteamientos de Sanders son castillos en el aire, parecidos a los de Tsipras-Varoufakis en su momento en Grecia. Castillos hechos fuera de la realidad del poder. Por eso, tampoco va a llegar. Tendremos, pues, la continuación de la polí­tica Bush-Cheney-Obama, independientemente de la figura que pongan a ejecutarla. Nada nuevo bajo el sol. No haven in illusion.

5. La Patria Grande sin Izquierda

Desde la caí­da de la URSS, América Latina y el mundo no tienen una izquierda polí­tica que merezca el nombre. Lo que existe es una “disidencia perfumada” de la intelligentsia; tolerada y, en gran parte, financiada por los dueños del circo global. Aparte de esta disidencia castrada que predica a la mosca como escapar del vaso   —manteniéndose lejos del vaso— existe una desesperada resistencia casuí­stica popular: sin horizonte estratégico, ni organización orgánica. El reciente Seminario Internacional del Partido del Trabajo (PT) en México, “Los Partidos y una Nueva Sociedad”, proporcionó nueva evidencia dolorosa al respecto. Escuchando las exposiciones de delegaciones de Uruguay, Argentina y Brasil, entre otras, quedó clara la absoluta incapacidad de “la izquierda” para entender la realidad actual del Condor II; y de tener una respuesta adecuada de defensa estratégica y de ofensiva hacia el Socialismo del Siglo 21.

6. Ganar la guerra sin Clausewitz, con la revolución bonita

En gran medida, esta calamidad tiene que ver con la hegemoní­a polí­tica de treinta años de los presidentes desarrollistas. Estos nunca hicieron ningún esfuerzo serio, para crear un paradigma de emancipación latinoamericano estratégico posible, combinando el desarrollismo y el Socialismo del Siglo 21. Lo que relata el compañero “Toro” de Argentina es sintomatica. Al morir Néstor Kirchner, Cristina Fernández de Kirchner despidió a los dos ministros que auspiciaban el trabajo de formación polí­tica seria: Garré y Taiana. E inició un giro hacia discusiones sobre Laclau con su populismo, y tonterí­as diversas. Todaví­a hoy el ya exdirector de la Biblioteca Nacional Horacio González, pero todaví­a comisario polí­tico de los intelectuales K., tiene la estupidez de decir en una "autocrí­tica" que debimos ser más "filósofos" que "clausewitzianos". Mientras que la derecha marcha a paso de vencedores y todaví­a se permite citar en su diario de vanguardia La Nación que: como decí­a Salvador Marí­a del Carril, un mentor ideológico de la oligarquí­a; “si tenemos en nuestras manos la vida de los vencidos, por qué no disponer de ella”.

7. Los militares venezolanos: novela a cuatro manos

Esta es la triste realidad. Una izquierda sin cabeza, fuera de la realidad, sin Clausewitz: lo que significa sin Newton, Lenin, George Washington, Bolí­var y sin ciencia. Por lo tanto, sin futuro. Las consecuencias concretas de esta situación se ven en Venezuela, en la inoperancia estratégica del Bloque de Poder Militar (BPM). El único actor capaz de salvar el legado de Chávez, actúa a cuatro manos. Concede la validez de las elecciones a la oposición, y la validez del TSJ al gobierno. Con el proceso nacional ya entrando en su fase violenta, los militares pronto tendrán que decidir, si abrirán fuego contra una protesta social masiva, o si aceptan el colapso del régimen. El cálculo costo-beneficio que hacen deja claro, lo que va a pasar. Le garantizarán a la derecha elecciones libres y, con eso, la toma del poder. Y la derecha les garantizará, en contrapartida, que no habrá remoción de generales ni persecución penal de la alta oficialidad. No hace falta la teorí­a de juegos para entender este final del proceso. Sólo sentido común y conocimiento histórico.

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Heinz Dieterich
Heinz Dieterich
Colaborador

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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