Por Vladimir Melera
Estamos cumpliendo 30 años de aquel histórico suceso que marcó la vida de cada uno de los salvadoreños, la firma de los acuerdos de paz entre el gobierno de El Salvador y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional supuso la terminación del enfrentamiento armado, la inestabilidad social y económica implícita de una guerra.
Aquel 16 de enero de 1992 fue el inicio de una nueva oportunidad que nos dábamos los salvadoreños para tratar de convivir bajo reglas democráticas que habían sido perdidas décadas atrás; una larga lista de deformaciones sociales, políticas y económicas impulsaron obligatoriamente a miles de salvadoreños a reconquistar su paz y libertad levantándose en armas.
El escenario previo a la guerra se caracterizó de fraudes electorales, violaciones a la libertad de expresión, persecución de opositores, desapariciones, torturas y hasta asesinatos de todos aquellos que enfrentaban al régimen de turno, sin dejar de mencionar factores también importantes como la corrupción y la represión económica a la que la oligarquía sometía a las clases más desprotegidas de nuestro pueblo; factores que en su conjunto condujeron al enfrentamiento armado.
Una vez transitamos del estadio del descontento social y represión a la decisión valiente e indeclinable de construir la paz combatiendo con las armas los factores antes mencionados tuvieron un crecimiento, con mucha más barbarie y con una absurda legitimación por parte del régimen de tan atroces hechos.
12 años de guerra declarada en donde el territorio salvadoreño fue testigo de los éxodos de poblaciones y todo lo que esto implica: migraciones, desplazados, repoblaciones etc. Familias enteras viviendo el drama al que los habían empujado la oligarquía, los militares y los agentes extranjeros que se convirtieron en patrocinadores de la guerra.
Afortunadamente la guerra cumplió su ciclo, el pueblo salvadoreño representado por el FMLN en las montañas, en las calles, en las fábricas, en las escuelas y en todas las expresiones de organización popular logró demostrar la legitimidad de su lucha, con una capacidad política y militar en cada una de sus acciones, hecho que también significó el reconocimiento internacional, así como las valoraciones internas del gobierno y la oligarquía acerca de la necesidad de un verdadero dialogo para el cese al fuego.
La contribución internacional tanto de pueblos, gobiernos e instituciones amigas fue clave para la consecución de las conversaciones y diálogos que permitieron el momento de arribar a los acuerdos.
Han pasado ya 30 años y no ha sido fácil, nuestra democracia ha sido puesta a prueba en innumerables ocasiones, se debe reconocer que el FMLN como protagonista asumió responsablemente el papel que la historia y el pueblo le encomendó, puesto que en cada una de las oportunidades que ha sido necesario defender y refrendar los acuerdos de paz el FMLN lo ha hecho a pesar de los naturales y propios desaciertos en el camino.
Ahora mismo la historia se repite, la patria está haciéndole un llamado a sus mejores hijos para que con tenacidad, fuerza y decisión se defienda la memoria histórica y el valor fundamental que poseen los acuerdos de paz; el régimen de turno ha asumido como tarea impostergable reescribir nuestra sagrada historia, intentando a punta de decreto y de propaganda sucia que este pueblo olvide todo el sufrimiento, queriendo reducir el estoicismo con el que hace 30 años logró superar la dictadura y alcanzar la paz.
Las generaciones jóvenes y venideras tienen una gran misión, renovar día a día el respeto, la honra y el honor de todas aquellas victimas que sacrificando sus vidas nos han permitido tener una patria donde se intente perseguir una sociedad cada día más humana y justa.
Negar la necesidad de mantener viva las razones por la cual se luchó por una democracia plena nos llevará y sin temor a equivocarme a un destino bélico ya conocido, repetir la historia no debe ser una opción, es por eso que no debemos permitir el absurdo que Nayib Bukele y su régimen en su visón obtusa intente con dolo y pícaramente irrespetar y manchar la paz que con sangre y lágrimas se alcanzó.
Hoy 16 de enero del año 2022 los salvadoreños intensamente y con júbilo debemos celebrar la paz.