El desgaste de los partidos políticos tradicionales a nivel global ha generado el surgimiento de un intenso debate para identificar si las características de la dicotomía Izquierda – Derecha aún tienen vigencia para describir los valores, objetivos y políticas a las que aspiran las organizaciones al interior de un sistema político.
En El Salvador hablar de Izquierda y Derecha, implica necesariamente referirse al FMLN y ARENA, como organizaciones políticas que monopolizaron dichos términos a partir del año 1994, en el cual la polarización política actual se legitima a través de las urnas.
Con el paso de los años, el sensible desgaste de los gobiernos de ARENA desembocó en el inevitable ascenso al poder del FMLN en el año 2009 con el denominado ‘Primer gobierno de izquierda en la historia política de El Salvador´, y que hoy en día está por finalizar un segundo periodo en el ejecutivo. Si bien las causas que contribuyeron a la toma del poder del FMLN fueron muchas, el denominador común de la población era la esperanza de cambio, y no era para menos.
El problema es que cuando las expectativas de cambio son grandes, la decepciones al no cumplir, son aún mayores. Y en efecto, la decepción de la población al no percibir los cambios esperados en materia económica y social se vio materializada en los resultados de las recién pasadas elecciones municipales y legislativas del 4M.
Más allá de la debacle del partido de izquierda, es interesante prestar atención al caudal de votos nulos, abstenciones y al nivel de ausentismo, que, según los datos del TSE, de las 5 millones 186 mil personas aptas para votar, solamente 2 millones 309 mil acudieron a hacerlo, y de las cuales más de 229, 190 votaron entre nulo, abstención o impugnaron su voto en elecciones legislativas, lo que marca una tendencia de creciente ausentismo y de votos no válidos.
No existe otro calificativo que explique más los resultados del 4M que la Indignación Política. En los últimos 29 años, el desgaste de los partidos políticos ha sido tal, que gran parte de la población ha dejado de confiar en los tradicionales partidos de izquierda y derecha. Para el 2009 la mayoría de la población tenía claro que no podía esperar nada mejor de la derecha, pero para el 2014 percibe que la administración del FMLN abandonó sus prioridades fundamentales de profundizar realmente cambios en pro de la igualdad, los derechos sociales y económicos, y que utiliza el rótulo de izquierda como una simple retórica para ganar votos.
Es así como frente al eje Izquierda/ Derecha, surge la iniciativa liderada por el actual alcalde de San Salvador, Nayib Bukele, conocida como Movimiento Nuevas Ideas, que pretende convertirse en partido político en los próximos días, y que ha aprovechado los altos niveles de desaprobación de los partidos políticos para crear otra dicotomía frente a la ya desgastada Izquierda/ Derecha: la de lo nuevo con lo viejo, lo nuevo representado por el poder de la sociedad civil frente a lo viejo, el poder decadente y parasitario de las cúpulas partidarias.
El contenido sustantivo de Nuevas Ideas es la de forjar una mayoría ciudadana frente a las cúpulas, anteponiendo el interés ciudadano al componente ideológico, lo que en palabras de Nayib sería: “Talvez no pensemos todos iguales en todos los temas, talvez tengamos ideologías un poco distintas, pero al final tenemos dos cosas en común: Queremos lo mejor para nuestro país y estamos hartos del sistema político tradicional, de los dos partidos políticos mayoritarios, hartos de la partidocracia, hartos del bipartidismo, hartos de ARENA y del FMLN” (2017).
Un discurso más allá de la ideología, que se adecúa a la nueva realidad política de nuestro país, y que entiende que la percepción de la población es que la transición entre ARENA y el FMLN es simplemente una alternancia de cúpulas gobernantes, con similares proyectos políticos y socioeconómicos, y que si bien, puede existir confrontación mediática entre ellos, no existen diferencias en cuestiones estratégicas para el desarrollo del país.
Este ha sido el éxito de Nuevas Ideas, superar el esquema de Izquierda y Derecha que hoy genera confusión en la población, planteándose que la interrogante a responder actualmente es cuál es el mensaje más útil para que se identifique la ciudadanía en su pugna político-electoral con el actual orden establecido, representado según el ideario de Nuevas Ideas, por los partidos mayoritarios y sus aliados menores. Esto es lo que ha garantizado el apoyo de gran parte de la población indignada políticamente, independientemente si alguna vez se consideró de derecha o de izquierda.
El problema que superar para Nuevas Ideas, desde mi percepción, es la de construir una identidad política. Se debe tener claro que más allá del desgaste de la izquierda como discurso, los valores identitarios y los problemas graves que anhelan erradicar los diversos esfuerzos políticos denominados bajo esa corriente son hoy en día más sensibles.
Uno de los elementos para determinar el rumbo de un movimiento es identificar, desde el populismo, hacia donde señala el antagonismo, y en este caso se ha puesto en los partidos políticos, lo cual es una debilidad, ya que no se señalan las élites económicas, la agenda impuesta de políticas públicas por organismos financieros internacionales, o la desigualdad social y económica como responsables de los más grandes problemas de nación, y responsabiliza exclusivamente a las cúpulas partidarias como el enemigo del pueblo, lo cual muestra ideológicamente una posición ambigua que de un momento a otro tendrá que aclararse, antes o después a las elecciones presidenciales del 2019.
Por el momento no existe contenido ideológico en el discurso integrador de Nuevas Ideas, y obviamente, si no existe contenido ideológico, lo que hay es complacencia con el Establishment, situación que debe cambiar si se pretende construir un verdadero instrumento de transformación social. La razón más obvia de esa falencia es que la población, pese al cansancio, no ha trascendido de la indignación meramente política a la indignación social.
Si bien, se ha aclarado que la izquierda como discurso está desgastado, existen amplios sectores sociales que se definen de izquierda y que mantienen vigentes los valores de justicia social, redistribución, igualdad, y fortalecimiento de la democracia. La tarea es producir nuevos símbolos, mensajes, liderazgos y representaciones que expresen de mejor manera las identidades colectivas y transformadoras de la sociedad. Lo nuevo no puede prescindir totalmente de lo viejo, se deben rescatar sus mejores características.
Es claro que Nuevas Ideas ha logrado superar la dicotomía Izquierda/ Derecha, al menos a nivel de discurso. Pero necesita que esa ciudadanía indignada políticamente, pueda abrazar consignas de reivindicación progresista, democráticas y de carácter popular, que vaya más allá de la protesta en redes sociales, y se transforme en una ciudadanía activa, propositiva y vigilante de los procesos políticos en nuestro país, un partido político que entienda las necesidades de nuestra época.
Nayib Bukele ha logrado consolidar el apoyo popular sobre la base de representar cosas muy diversas, para los diversos sectores de su movimiento, sin embargo, esa unidad aparente, dista en mucho de ser una unidad estructural. Es claro que existen intereses antagónicos unidos bajo el significante de Nuevas Ideas que podría no ser sostenible cuando sea la hora de tomar decisiones y llegue al momento en que todas las contradicciones internas estallen y precipiten este esfuerzo al fracaso; situación que debería preverse y corregirse si lo que se quiere es ser un instrumento auténtico de transformación para nuestro país.
Bien hizo el filósofo y político argentino Ernesto Laclau al enseñarnos que “ningún movimiento sólido puede sostenerse sólo en el amor por el líder” (Keve, 2005).