martes, 16 abril 2024
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El plebiscito de Colombia nos vuelve a recordar la vulnerabilidad de los votantes frente a la farsa que promueven hábilmente los demagogos y charlatanes en nuestras democracias

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“Los plebiscitos pueden ser peligrosos, ten en cuenta con quien los aplicas” dice en voz turbada mi estimado tocayo don Manuel, mientras humea su taza de café.

“Hay que recordar que la democracia no tiene paracaí­das contra demagogos y charlatanes y en el momento de saltar se corre el riesgo de estrellarse contra el cemento” dice el respetable, sobrio como su taza de café.

El plebiscito de Colombia nos vuelve a recordar la vulnerabilidad de los votantes frente a la farsa que promueven hábilmente los demagogos y charlatanes en nuestras democracias.

Los demagogos y charlatanes utilizan la lengua como el músculo principal para levantar grandes telarañas, llenas de disfraces, apariencias y monstruos, que, poco a poco, van enredando al votante más vulnerable a tomar decisiones de impacto nacional basadas en imágenes meneadas de la realidad.  

Los demagogos y charlatanes no pertenecen a una ideologí­a particular, su arte va más allá.  En la izquierda tenemos a Nicolás Maduro de Venezuela, a Kim Jon II en Corea del Norte; en la derecha a Silvio Berlusconi en Italia, a Donald Trump en EE.UU., a Boris Johnson en Inglaterra  y ahora a Álvaro Uribe en Colombia, quien se ha sumado al mejor club de demagogos del planeta, promoviendo el “No” en el plebiscito de Colombia sobre el Proceso de Paz. Quién en su sano juicio podrí­a estar en contra de la Paz?

El ingrediente común de los demagogos y charlatanes es su pasión y habilidad para desparramar miedo en los demás y conseguir apoyo a su causa.   

George Busch utilizó el miedo en su versión más primitiva para llevar a EE.UU. al abismo: "Nuestros enemigos son innovadores y tienen recursos, y nosotros también. No dejan de pensar nunca en nuevas maneras de hacer daño a nuestro paí­s y a nuestra gente, y nosotros tampoco". Nadie se atrevió a refutarlo hasta que ya era demasiado tarde.

Como un dragón de la prehistoria, Nicolás Maduro usa su garganta para rociar miedo lí­quido a su pueblo sobre su propia supervivencia. “Estados Unidos es una potencia hostil, el imperio que conspira y fomenta la desestabilización de Venezuela” repite Maduro en su programa todos los dí­as.

Kim Jon II sirve miedo a sus súbditos norcoreanos en cada plato de comida: “Los imperialistas de EE.UU. son el enemigo más atroz de nuestra patria”, dice cada 4 cuatro horas.

En Columbia Uribe no se ha quedado lejos. El doctor “No” ha sido muy hábil en inyectarle el miedo por las venas al votante desinformado sobre el Proceso de Paz. “El comunismo tomará el poder en Colombia”, “Ya viene el Castrochavismo a Colombia”, “La impunidad de los terroristas promovida por el gobierno”, “Colombia se arrodilla ante los terroristas,”  un coctel de banalidades que ha emborrachado a la mitad de los votantes para frenar la Paz.

Uribe ha hecho recular el proceso de paz en Colombia no porque esté en contra de la Paz y a favor de la guerra infinita con Las FARC. Se ha opuesto a la Paz porque no ha sido él el protagonista. 

Si la Paz no la firmo yo, No, gracias.

José Manuel Ortiz Bení­tez es columnista salvadoreño en la ciudad de Washington, DC.

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El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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