El neoliberalismo en El Salvador no llegó de la mano de gobiernos militares ni por imposiciones de los organismos financieros internacionales. Su instalación se logró mediante el triunfo electoral e intelectual de una fracción de la oligarquía que pudo reconocer en el neoliberalismo una nueva narrativa para adaptarse a la globalización del sistema capitalista y así convertirse en el nuevo grupo empresarial hegemónico. Desde esta convicción, esta elite permitió la salida negociada al conflicto armado, no sin antes encargarse de bloquear todas las transformaciones estructurales que durante la postguerra hubieran podido consolidar las bases de una economía con justicia y equidad para las mayorías populares.
En este proceso debe destacarse el rol desempeñado por FUSADES. Este tanque de pensamiento fue creado en 1983 bajo los auspicios de los emergentes grupos empresariales interesados en la globalización y en el neoliberalismo (Grupo Poma, Grupo Siman, Grupo Callejas, Grupo De Sola, Grupo Dutriz, Grupo Altamirano, Grupo Eserki, Grupo Cristiani, Grupo Agrisal, etc.) apoyados por el gobierno de Ronald Reagan. Durante la década de los ochenta, FUSADES reclutó a cuadros de economistas vinculados a los Chicago Boys para articular un nuevo discurso hegemónico sobre el desarrollo que tomó forma en el documento “Hacia una economía de mercado en El Salvador: Bases para una nueva estrategia económica y Social”.
En la coyuntura política y electoral de 1989, estos grupos empresariales emergentes lograron desplazar a los grupos terratenientes y agroexportadores fundadores del partido ARENA, e impusieron la candidatura de Felix Cristiani, quien una vez electo convirtió en plan de gobierno la propuesta económica y social de FUSADES y colmó de intelectuales neoliberales los más altos niveles de la toma de decisiones. En los primeros 18 meses de gobierno, se eliminaron controles de precios, se redujeron aranceles, se eliminó impuesto al patrimonio y se comenzó el proceso privatizador de bienes y servicios públicos.
Parablemente, durante la negociación de los Acuerdos de Paz, la elite neoliberal presionó por evitar cualquier compromiso que pudiera implicar una revisión del modelo económico en marcha. El éxito de esta estrategia se reflejó en el preámbulo del capítulo V de los acuerdos de Chapultepec que aclara que este modelo económico no constituía objeto de negociación y únicamente se pondrían en ejecución medidas compensatorias para “aliviar el costo social de los programas de ajuste estructural”.
A manera de “premio de consuelo”, se acordó la formación de un Foro de Concertación Económica y Social entre empresarios, gobiernos y sindicatos para tomar acuerdos sobre políticas económicas y sociales, incluyendo reformas laborales y medidas de compensación social. El Foro tuvo una existencia efímera y no alcanzó ningún acuerdo, debido al maridaje ANEP – gobierno que anuló toda propuesta sindical.
Mientras tanto, la USAID financiaba procesos de reinserción de excombatientes a través de FUSADES y FEPADE y la Comandancia del FMLN se concentraba en su “modernización ideológica” gracias a los programas de formación económica neoliberal del INCAE y de la Universidad de Harvard. Lo demás es historia conocida.
Definitivamente, el neoliberalismo actúa por caminos misteriosos…