El hecho que los partidos políticos experimenten descrédito y las mediciones de opinión pública manifiestan un vacío de representación por parte de estos, no significa que no podamos criticar a Nayib Bukele desde una postura ideológica de izquierda. El alcalde Bukele, frente a sus errores, recurre a la caja China, como buen publicista. Encerrarse en el narcisismo y prepotencia que permiten nuestros tiempos de hiperconexión y transparencia no le ayudarán en nada al señor alcalde. El señor Bukele dijo que en El Salvador no hay presidente, sino un supremo grupo al estilo de un politburó (nada nuevo bajo el sol, en sus palabras, pues la forma de liderazgo colectivo en el FMLN lo viene ejerciendo desde que surgió como guerrilla), pero estas declaraciones son nada más un intento por distraer a la opinión pública de sus errores. Bukele ha tratado de desvirtuar los señalamientos en su contra por medio de un audio, que sirve únicamente para las redes sociales, pero se necesita aclarar esta situación ante la justicia y aquí la fiscalía debe hacer su trabajo.
En esta coyuntura, el alcalde se parece mucho a Trump: ante sus fallos crean shows que pasan por hechos noticiosos. Bukele es ese nuevo dirigente del que habla Slavoj ýiþek: falto de dignidad y que se comportan en el ámbito público como lo harían en el privado, siendo esto, un claro ejemplo del desvanecimiento de la esfera pública.
Los asuntos públicos demandan respeto y alteridad, elementos que el comportamiento narcisista del alcalde no le permiten experimentar porque le generarían incertidumbre y conflicto; y su respuesta ante ello, es sacar la tradición autoritaria de nuestra cultura política en un contexto donde él representa ese homo economicus que solo tiene dos opciones: triunfar o fracasar. En política no se puede ser ingenuo, es necesario ser zorro y león en los movimientos, como diría Maquiavelo, pero nuestra condición de minotauro no debe llevarnos a las desproporciones. Cuando Bukele le respondió el tuit a Lorena Peña o peor aún, cuando reaccionó descontroladamente por un insignificante like que le dio el administrador de las redes sociales del FMLN a un comentario, fueron muestras claras de como actuá el sujeto que pierde las dimensiones de su imagen pública y teme que la perfecta figura que se presenta en las redes sociales se vuelva horrible por un simple comentario o like. El alcalde Bukele es el ejemplo del esclavo del me gusta de Facebook que vive vacío.
No teniendo claridad entre las dimensiones de lo público y lo privado, los individuos se confunden en este ambiente hipertransparente de las redes sociales y no guardan respeto hacia el otro, pues esto último, requiere tener un distanciamiento al mirar, elemento que no sucede en las redes sociales donde las hordas de curiosos están ávidos de inmiscuirse en la vida privada. El alcalde Bukele está centrado en su imagen como el Narciso actual, que vive frente al espejo de las redes sociales, y eso no le permite ver ni sus errores, ni muchos menos ver a los otros y respetarles en su dignidad como seres humanos (lo mismo le pasa a sus fans, que viven en la caverna de las redes sociales, defendiendo lo absurdo). Contemplar la dignidad humana, en el caso concreto de la síndica Marchelli, hubiese necesitado de un cara a cara real, que no está exento de conflictos; pero el alcalde vive centrado en su yo, que le teme a los conflictos reales que están fuera de él. Bukele es como el personaje principal de la película Psicópata Americano, Patrick Bateman, que vive solo para reafirmarse desde su yo. El obrar del alcalde, es parte de algo más grande a él, y me refiero al esquema ideológico del capitalismo, donde las demás personas son extensiones del narcisista que busca reflejar su yo en los otros, sin permitirles lo distinto y lo diverso, rasgo propio de este momento neoliberal, que nos iguala a simples instrumentos y mercancías.
Frente a todo lo anterior, surge una pregunta sobre qué es más peligroso ¿Decir directamente que el alcalde es una persona poco tolerante a lo distinto o pensarlo? Evidentemente pensarlo, pues eso luego se puede volver sentido común. Bukele es prisionero de la caverna de la sociedad de la transparencia y del nulo reconocimiento hacia el otro. Lo mejor que pueden hacer las personas que asesoran al señor alcalde de San Salvador es sugerirle la siguiente cita de El príncipe: “…es necesario que el príncipe sea tan prudente que sepa evitar la infamia de los vicios que le harían perder el Estado, y preservarse, si le es posible, de los que no se lo harían perder.”
Finalmente, al FMLN hay que criticarlo, y duro, pues ese proyecto colectivo debe ser reorientado hacia la liberación de este sufrido pueblo.