Es un hecho consumado. Donald Trump es el 45 presidente de los Estados Unidos. A lo largo de la campaña presidencial, comenzó como el bufón que iba a poner la nota graciosa; poco a poco fue venciendo a los finos caballeros atildados y de estudiados modales y lenguaje, hasta lograr, ante la sorpresa de todos, la candidatura por el partido Republicano, el otrora instituto político progresista de Abraham Lincoln, ahora bandera del conservadurismo más recalcitrante.
Lució descaradamente su grotesca imagen de matón, que no respeta a nadie, misógino, racista, fanático xenofóbico, y un discurso fácil, de ideas cortas, disparadas como con escopeta, más digno de arengas de barra de estadio, que de un candidato presidencial. Atacó a los mexicanos, diciendo que eran todos unos traficantes, delincuentes y violadores. Sacaba a golpes a gente de las minorías de sus eventos. Ostentando la mayor vulgaridad, despreció a las mujeres.
Y a pesar de todo eso, logró aglutinar cada vez a más votantes. Comenzó atrayendo a los sectores más conservadores de los gringos blancos, y terminó convenciendo a todo el mundo, hasta las minorías que él mismo atacaba.
El periodista español Ignacio Ramonet enfoca el éxito del señor Trump en siete puntos, de los cuales quiero citar: Ataque a la globalización económica, prometiendo el regreso de las industrias fugadas hacia países como China Continental, India y otros; ataque a Wall Street. Eso es un detalle nuevo e inesperado. Donald Trump no es de las logias de poder No era el candidato del Club Bilderberg, no pertenece a la sociedad secreta Skulls and Bones O sea, es un colado.
Los temas abordados con euforia delirante y grandes gestos de macho alfa, lograron aglutinar a los sectores más diversos y contradictorios. Se ha comprometido con los racistas del kukuxklan, a deportar a once millones de inmigrantes; los desempleados ven la esperanza de que vuelvan sus trabajos; los inmigrantes que han resuelto su estatus y enarbolan su diploma de ciudadano como bandera y dicen con orgullo “I am American Citizen”, en un afán de deslindarse de la situación de sus compatriotas, votaron por Trump.
Ahora bien, la gran incógnita que se plantea es cómo va a cumplir con tan heteróclitas promesas electorales. Cómo va a regresar las fábricas de los países asiáticos, cuando se mueven intereses archimillonarios en ellas. Él mismo tiene sus negocios con los asiáticos y otros. Cómo va a hacer para enfrentar los intereses del poderoso Club Bilderberg, Wall Street, o si va a poder dar rienda suelta al kukuxklan para atacar impunemente a inmigrantes y minorías, como en la época del esclavismo sureño. Sobre todo porque esos once millones de inmigrantes indocumentados son un gran polo de desarrollo en los estados donde radican. Pagan una cantidad estratosférica en impuestos, mucho más que los que pagan los del 1%, entre los que está el mismo Mr. Trump.
¿Cuánto tiempo va a durar la luna de miel entre el presidente 45 y sus sectores votantes?