Mi hermana me había invitado a ir a Sonsonate a una fiesta que organizan un grupo de amigas y amigos de ella, para encontrarse aunque sea una vez al año, aprovechando la visita de muchos sonsonatecos para la Semana Santa.
Yo tenía que asistir a una reunión política con un grupo de ex combatientes del FMLN a las 2 p.m., allí estaban siete personas de más de cincuenta años, muy humildes, que viven en las poblaciones marginales del área de la Colonia Libertad, estaban esperando a su responsable político, a las dos y cuarto lo llamaron por teléfono para ver si pensaba llegar, el respondió negativamente y que trasladaba la reunión para dentro de dos sábados; los asistentes hicieron algunos comentarios negativos diciendo que esa era la tercera vez que los dejaban colgados y que sólo seguían fieles al FMLN por ser “cuerudos”, yo les pedí que aprovecháramos la ocasión para hacer preguntas, aclarar situaciones y desahogarnos, así lo hicimos y durante una hora se aclaró mucha información sobre el proceso de fortalecimiento del FMLN, especialmente de la elección de la dirigencia.
Cuando llegué a la Terminal de Occidente había una cola de unos sesenta metros de largo para abordar el bus especial para Sonsonate; estuve a punto de subirme a un bus que para frecuentemente durante todo el recorrido, pero me puse a pensar que no llegaría a la hora convenida para la fiesta de reencuentro con otros sonsonatecos que han migrado al exterior y que tienen suficiente dinero para venir a pasar unas breves vacaciones durante la Semana Santa. Cuando observé que el movimiento había cesado al principio de la cola, me fui corriendo al principio de la misma para ver si quedaban asientos individuales, tuve suerte y me permitieron subir a ese autobús con aire acondicionado y televisión, además, encontré un asiento en la tercera fila y estaba comenzando una película de un matrimonio sin hijos que estaba haciendo los trámites necesarios para adoptar un niño.
Cuando llegué a la casa de mi hermana, salieron a recibirme mis sobrinas nietas, mi hermana ya me tenía preparada la ropa que a su juicio debía de ponerme. Cuando llegué a la fiesta no reconocía a la mayoría de los asistentes, sentía mucha vergüenza cuando me saludaban por mi nombre. Me dediqué a bailar con mis sobrinitas y con las amigas preferidas de mi hermana, aunque algunas declinaron porque a su avanzada edad tenían problemas en las rodillas, caderas o pies.
Al día siguiente, una de mis sobrinas nietas fue a despertarme a mi habitación para decirme que me bañara rápido porque iríamos a desayunar a Nahuizalco. Al llegar a esa ciudad, la calle de entrada principal estaba cerrada, decenas de personas hacían las alfombras para la procesión.
Seguimos hasta Salcoatitán, donde asistiríamos a una misa, celebrada por un párroco que es muy amigo de mi familia.
Desayunamos en un lugar típico cercano a la iglesia, aprovechamos para caminar por algunas calles empedradas y deleitarnos con la delicadeza artística de las alfombras.
La iglesia principal estaba adornada con hojas tejidas de cocotero y arreglos florales de flor de izote, nunca había visto ese vegetal tan delicioso formando parte de un arreglo floral; unos diez monaguillos y cuatro personas adultas hacían los últimos preparativos para esa misa tan importante para los católicos; la imagen de cristo recorría las principales calles de la población. Llamó mi atención el sentimiento y muestras de alegría de los fieles cuando la imagen se acercaba a las escalinatas de la iglesia; me sentí muy satisfecho al ver que la imagen venía montada en una burro, hecho posiblemente con una técnica de papel maché, por un artesano de la comunidad. Empecé a sentir la pasión de cristo profundamente, el relato de la misma estaba siendo declamada a tres voces: el sacerdote, una jovencita indígena y un coro de tres personas. Disfruté toda la misa, especialmente la explicación en un lenguaje pueblerino que hizo el sacerdote, en donde dejó claro la dominación colonial del pueblo judío, la corrupción y mercantilización que tenía la religión, la forma como Jesucristo sufría, lo verídico de la ley de Dios, así como la actitud de los delincuentes que fueron crucificados junto a Jesús; cuando nos dimos el saludo de la paz, sentí que los desconocidos a los cuales estrechaba la mano eran mis hermanos en Cristo, renovando mis votos de cristiano que hice en mi primera comunión.
Al terminar la misa, pasamos a ver que comprábamos en la tienda de la iglesia, cuyos ingresos financian gastos de formación de nuevos sacerdotes. Un amigo de mi hermana le hizo la broma de que le comprara un cartón de huevos, porque a ella se lo daban más barato.
Al salir de la iglesia, quedé sorprendido de la limpieza de las calles, no quedaba ninguna señal que habían estado cubiertas de alfombras para el paso de Jesucristo, el hijo de Dios Todopoderoso.