lunes, 15 abril 2024
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Mi papá y mamá no tienen cara de caverní­colas

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Con los aguaceros de propaganda y publicidad que todos los dí­as nos caen en el bus, la radio, centros comerciales y hasta en las tiendas y salones comunales del barrio se ve de todo y hacia todos y todas. Entre esa tormenta de persuasión, me llamó la atención una que implementa un caverní­cola.

Resulta que el banco BBVA en Colombia, ha puesto de moda la expresión “UGA UGA” en una campaña que promociona las nuevas ofertas en manejo de plata y cuentas bancarias desde el celular, portátil en la comodidad del sofá y evitarse perder tiempo en las filas del banco. La campaña es sencilla, implementa uga uga como sinónimo de hábitos que casi no se hacen actualmente, aunque muchas de ellas provengan de la época de nuestros padres y madres. Por ejemplo, en la campaña se ha venido usando el slogan “Uga uga es usar agí¼eros para buscar plata”.

Dos tesis se pueden identificar en el cuncho de la frase. La primera es, colocar en el pasado-obsoleto las tradiciones comunitarias, en este caso las relacionadas con atraer plata a su bolsillo. La segunda, mostrar al banco como la fuente económica al cual se accede fácilmente. Es decir, una manera “moderna” de alcanzar el sueño de subir de estrato social.

Ahora bien, a cuantos de nosotros y nosotras se le ha compartido o ha hecho un agí¼ero ya sea para tener plata, estar bien en el amor o recibir buenas noticias en el año que llegue. Recuerdo que una vieja amiga, me regaló una pequeña bolsita con unas lentejas para que la cargara en la billetera como forma de asegurar siempre plata. La fe en sus ojos y la tierna sonrisa dio seguridad al efecto del regalo. Aquí­ es costumbre, usar ropa interior amarilla el 31 de diciembre, para que el siguiente año venga cargado de fajos de billetes o por lo menos que no falten. También se conoce, el colgar una herradura detrás de la puerta para hacer prosperar el negocio. Me encontré incluso, con que el enterrar el hueso de un muerto en la habitación aleja a los enemigos y mejora los negocios.

El trébol de cuatro hojas es buena suerte, como lo es también colgar una mata de sábila en la entrada de la casa y que tal esta, la calavera de gallinazo sirve para atraer simpatí­as ¿y si juntamos las tres? Siempre y cuando no tenga una escoba detrás de una puerta. Estos y más agí¼eros existen para evitar males y siempre atraer bienestar, haciendo parte de la cultura de los pueblos que se pasa en el diálogo inter-generacional, tenga o no efectos, existan incrédulos y creyentes. Han estado y siempre estarán los agí¼eros. No más hable con un adulto y mire la seguridad con la que hablan de los agí¼eros y como los aplican sin dudar.

Tal vez, los dueños de los bancos y los cerebros creadores de normas financieras mundiales todaví­a nos vean con caras de Uga uga en el cono sur y el resto del sur mundial. Esa intención de embarcarnos en el paso ligero de la tecnologí­a y capital financiero no mide lí­mites geográficos ni respeta la identidad de las comunidades, un ritmo acelerado de la vida que los bancos tienen responsabilidad desde se inventó la moneda y el billete. Nos siguen imponiendo la tarjeta de crédito y por supuesto la deuda como estilo de vida con nuevas palabras.

Algo que olvidan los banqueros de los caverní­colas, es la práctica comunitaria que tuvieron para tener bienestar colectivo. Principio desechado en su totalidad cuando se accede a un préstamo bancario o se maneja una tarjeta de crédito, no se preserva la vida, se preserva la riqueza del banquero a costa de la deuda. Por lo menos, los uga uga que usamos y compartimos los agí¼eros, lo hacemos para que la vida del otro tenga un margen de bienestar. Y no cobramos por un agí¼ero. Al contrario, los acompañamos con sonrisas mientras las explicamos. Así­ lo hacen mi papá, mamá, vecinos, vecinas, amistades y pueblos de Sur América.

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Wilmar Harley Castillo
Wilmar Harley Castillo
Comunicador social, especialista en Política Pública para la Igualdad. Columnista y comunicador de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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