El pasado lunes 13 de los corrientes, en mitad de la noche y en condiciones verdaderamente dramáticas; la familia de Margarita Posada, luchadora y activista social, buscaba la asistencia para ella en los distintos centros hospitalarios de la capital, sin recibirla y falleciendo por ello en la misma ambulancia que la transporto.
Su fallecimiento no solo es lamentable y trágico en razón de la pérdida que reporta para su familia, allegados y movimiento social al que perteneció, pero además porque de su pérdida podemos discernir los niveles de desamparo que la población padece, en razón de la incapacidad del estado para responder a tan fundamental y elemental derecho de la ciudadanía, el de la salud.
Ello supone por supuesto, no solo la evidente incapacidad del sistema, que rebasado por la actual crisis no puede responder además a las emergencias clínicas que como en el caso que nos ocupa, surgen de la nada, lo que además deriva en la negligencia que supone la no atención – por las razones que sean, lo que es además punible – de quienes urgidos por ello asisten al sistema y son rechazados.
En decir; es el caso de Margarita Posada, mujer esforzada y comprometida, cuya labor fue siempre inclaudicable e incontestable para con los grandes intereses de los desposeídos y de la nación, uno que desnuda la impostergable necesidad de resolver las grandes temáticas del país, entre ellos el de la salud pública, mismo que se ha desde siempre pospuesto en favor de la gradual privatización de éste, aguardando a un momento que como el presente, favorece a los intereses de quienes desde el estado, los favorecen, erosionando como antes hicieran en la década de los noventa los mismos rapases sectores, las capacidades del estado para así justificar las privatizaciones que la financiación demandada desde el GOES impondrá con respaldo de entidades internacionales que como antes, indicará como condición el que el estado renuncie en favor de los privados a tales tutelas.
Podemos además inferir que al igual que sucediera en los noventa, tampoco ahora ninguna privatización derivará en beneficio ninguno para la población, y sí en cambio podremos observar un nuevo ciclo de concentración de riqueza en pocas manos [el 0,2% de la población/BID], recrudeciéndose así las desigualdades sociales que suponen la fuente histórica de la violencia que padecemos como sociedad.
Entonces, si partimos de aquella fracasada aventura, y además sumamos las que otras naciones han acumulado en las mismas condiciones, sin ánimos de ser ningún oráculo podremos suponer que nos aguarda un escenario peor al argentino – pues aquellos poseen recursos naturales en abundancia -, y en nuestro caso la desidia estatal de antes como ahora, han anulado incluso la capacidad de provisionarnos alimentariamente.
Como sea, es el fallecimiento de Margarita Posada no solo la lamentable pérdida de una extraordinaria y admirable mujer, sino además la cruda radiografía de lo que el abandono de las instituciones más fundamentales hace por la nación: ciudadanía en orfandad y el imperio del nepotismo y el estado fallido.