Por Álvaro Rivera Larios
Tenía un país Manuel Sorto,
un país muy pequeño
parecido a esa sombra
que siempre lo seguía.
Llamaba desde Francia,
cada cierto tiempo,
para contarnos otro pasaje
de esa vieja historia
de amor no correspondido.
Tenía un país Manuel Sorto
de abrazos muy cortos
y olvidos muy largos.
A pesar de todo,
en el movimiento
de su voz se adivinaba
cierta costa pequeña
frente al rumor del pacífico.
Su cálida palabra sin techo
llamaba desde Francia
para intentar descifrar
una y otra vez
el sol cuya cicatriz recordaba.
Tenía un país Manuel Sorto,
un país muy pequeño
parecido a esa sombra
que sin abrazarlo lo seguía.
Álvaro Rivera Larios