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Los millennials y su visión del sismo en México 2017

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Se requiere de la creación, ya está sucediendo, de organizaciones de la sociedad civil que funjan como vigilantes de la actuación de los funcionarios y de los polí­ticos, y como generadores de opinión pública que tenga fundamentos fuertes para debatir y confrontar las decisiones

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La reacción de los millennials que se volcaron a las calles para ayudar a las ví­ctimas del terremoto del pasado 19 de septiembre es uno de los hechos que siempre serán recordados. Ellos mismos quedaron marcados por el sismo y por su participación en las labores de ayuda.

En el marco de un ensayo más amplio, pedí­ a mis veinte alumnos del seminario de Sociedad Civil y Grupos de Interés, que imparto en el Departamento de Ciencias Polí­ticas y Administración Pública de la Ibero, que expusieran en una cuartilla su visión sobre el terremoto. Tienen entre 22 y 24 años. Todos, en distintas actividades, participaron en las labores de apoyo y rescate. El ensayo lo entregaron en la primera quincena de octubre. Esta es una sí­ntesis de sus reflexiones que ordeno en diez puntos. Las frases son textuales aunque no estén entre comillas.

Los millennials. Ante la trillada idea de que la generación millennials es apática, se respondió con hechos lo contrario. Destacó la presencia de los jóvenes para apoyar a soldados, marinos, rescatistas y damnificados. La reacción de la gente fue inmediata, sobre todo la de los jóvenes, quienes demostraron su apoyo a los brigadistas expertos, y siguieron instrucciones de los cuerpos de la Marina y el Ejército.

La solidaridad. Nuestra solidaridad no se hizo esperar. Desde los que ayudaron a sacar a gente de los escombros, a los que levantando el puño pedí­an silencio para escuchar si alguien viví­a. La acción solidaria no pensó si aquella persona bajo los escombros era rica, pobre, si pensaba como yo o no, lo único que importó era que las personas atrapadas pudieran salir con vida. La solidaridad expresada por todos o casi todos, parecí­a ajena al mexicano individualista de todos los dí­as, pues la mayorí­a estaba brindando apoyo.

La ciudadaní­a. El músculo ciudadano dejó ver que no es débil, sino fuerte y que está en expansión. La ciudadaní­a reaccionó de manera positiva. Esta acción es un punto de quiebre en la organización de la sociedad civil. En esos dí­as se vivió una situación de unidad. Ante la dimensión y la complejidad de problemas que enfrenta la sociedad se requiere la participación de la ciudadaní­a organizada, que sorprendió a la propia ciudadaní­a, al gobierno, a los medios y a todos aquellos actores que forman parte de esta super estructura jerarquizada y profundamente estratificada. Fue un momento de horror por el nivel de devastación y daños, al mismo tiempo fue un momento de asombro al ver la cantidad de gente dispuesta a participar en las labores de rescate y administración de los recursos que no paraban de llegar. El levantamiento de tanto ciudadano, principalmente jóvenes, llenó al paí­s de un sentimiento de esperanza y fe, y borró las diferencias.

La sociedad civil. En los minutos, dí­as y semanas posteriores al sismo pude apreciar a una sociedad civil como nunca antes la habí­a visto. Diversos grupos e individuos salieron a las calles de manera voluntaria a ayudar como pudieron: levantando escombros, controlando el tránsito vehicular, coordinando en redes, donando ví­veres, apoyando en centros de acopio, yendo a diferentes estados.

Sólo la sociedad civil puede hacer de este paí­s uno grande y lograr el bien común. Se movilizó, creando grupos de voluntariado y de rescatistas, que sin tener equipo ni entrenamiento entendieron que su paí­s y su gente los necesitaba y que no podí­an esperar a la lenta respuesta del gobierno. La sociedad civil organizada fue la primera en responder para ayudar a los diversos sectores que quedaron damnificados por el terremoto. El sismo nos dejó en claro la fuerza que puede llegar a tener la sociedad civil.

El gobierno y la sociedad civil. En el terremoto hubo una gran coordinación entre sociedad civil y gobierno. La respuesta de ambos fue inmediata, con buena organización y coordinación.

El protagonismo. Lo que viví­ es que todas las personas que estuvieron apoyando, no buscaban protagonizar, no buscaban obtener un beneficio a cambio, sólo querí­an ayudar al otro que estaba en una situación terrible.

Las redes sociales. La sociedad se unió con un fin: ayudar a los damnificados mediante el uso de las redes sociales. Estas jugaron un papel muy importante para hacer llegar el apoyo a la gente que lo necesitaba. Personalmente observé cómo gente de estados colindantes con las zonas afectadas se organizaban en brigadas a través de las redes para estar donde se necesitaba. Los jóvenes no dejaron de publicar en redes sociales qué era lo que hací­a falta para que la sociedad civil armara paquetes de ayuda que fueron enviados a las zonas de mayor desastre.

Las redes sociales fueron un elemento clave que dio paso a la movilización de aquellos que estaban en condiciones de brindar su tiempo en un desastre que nos ocurrió a todos. Gracias a estas herramientas los brigadistas reconocieron mejores formas para organizarse, solicitar y canalizar la ayuda. Las redes fueron instrumento de información y en cuanto se solicitaba algún tipo de ayuda, cientos de personas se presentaban para colaborar. Además de recurrir a la pala, el pico y el tapabocas se incorporó inteligentemente el uso de sus dispositivos digitales en las operaciones.

Las imágenes. Vimos imágenes que nos conmovieron: el llanto de un militar que no pudo salvar a una madre a su hija de los escombros, la salida de un sobreviviente de algún edificio colapsado en Lindavista, la reverencia de los rescatistas japoneses ante la salida de un cuerpo sin vida, los puños en alto de rescatistas y voluntarios, las cadenas humanas para juntar ví­veres y remover escombro. Estas imágenes mostraron el poder de la solidaridad.

¿Por qué la ciudadaní­a reacciona ante los desastres?

Ayudar al prójimo nace de la forma más natural. No se sabe bien el porqué de la ayuda inmediata de la sociedad civil, algunos argumentan que fue porque las personas que están ya cansadas del gobierno y saben que no se van a dar abasto y que no van a solucionar los problemas de manera efectiva y eficaz, para otros simplemente nació el querer ayudar al otro. Hay quienes reaccionaron de manera inconsciente y con mucha empatí­a hacia los damnificados, pero otros lo hací­an porque pensaban que era un deber. La sociedad se involucra y actúa cuando hay desastres naturales, como ocurrió en el temblor del 1985, en las múltiples veces que los estados del Sur han sufrido por tormentas, y el más reciente caso fue el 19 de septiembre.

¿Qué sigue después de estas muestras de solidaridad?

Los mexicanos deben darse cuenta de que si el pueblo se organiza y se asume como corresponsable de la construcción del paí­s puede darse un gran avance. Se necesita más que nunca que las organizaciones de la sociedad civil y los intelectuales exijan más al gobierno, pero, sobre todo, exijan más a la ciudadaní­a para que tome lo que es suyo y deje la pasividad. Yo tengo la esperanza de que las personas se han despertado y se han dado cuenta de lo importante que es su participación, pero no sólo para reaccionar ante las emergencias, sino que también se necesitan hacerlo ante la pobreza, la corrupción o la injusticia.

Se requiere de la creación, ya está sucediendo, de organizaciones de la sociedad civil que funjan como vigilantes de la actuación de los funcionarios y de los polí­ticos, y como generadores de opinión pública que tenga fundamentos fuertes para debatir y confrontar las decisiones que van en contra de los principios democráticos. El gobierno debe abrir espacios de participación para que la sociedad civil pueda influir en la agenda polí­tica y en la construcción de la nación, tanto a nivel macro como a nivel micro. La participación ciudadana no deberí­a de limitarse únicamente a los desastres. Un reto es transformar esa ayuda en algo permanente y que mejore la organización social. Es importante considerar al otro no solo en las épocas de emergencia, es necesaria una convicción personal de ayuda permanente.

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Rubén Aguilar Valenzuela
Rubén Aguilar Valenzuela
Columnista y analista de ContraPunto. Doctor en Ciencias Sociales, con una Licenciatura y Maestría en Sociología y Estudios de Desarrollo Institucional; exfuncionario del gobierno mexicano.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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