Como esas caravanas de hombres, mujeres y niños que parten hacia Estados Unidos en busca de un mejor destino, cientos de miles o millones de salvadoreños saldremos el 3 de febrero a los centros de votación en una “migración electoral” que quizás no conduzca a ninguna parte, a ningún sueño salvadoreño prometido y andemos errantes y en penurias los próximos cinco años. No hay profetas, guías, ni mesías conduciéndonos, ni ríos de leche y miel ni maná cayendo del cielo esperándonos.
Estamos solos con nuestra indignación, nuestra esperanza, nuestra cólera, nuestro hastío, nuestra mente y corazón y como nuestros compatriotas queriendo huir también de la pobreza, la inseguridad, la exclusión, la violencia, la desigualdad, la corrupción, arriesgándolo todo en ese acto de votar, llamado también “el camino”. Igual puede pasarnos el domingo 3 que por salvarnos nos perdamos en la travesía.