La mayor parte de jóvenes se muestran como quienes pueden hacerlo todo, que se pueden llevar con todos, que no tienen problemas en hablarle a alguien. Luego, estamos los que decidimos alejarnos de todos y comenzar de forma marginada a crear nuestras propias relaciones, claro que también existimos los que estamos en medio de estos dos grupos, pero cada uno tiene sus razones. Para no ser malo, me basaré solo en las historias, no mencionaré ningún nombre de los involucrados.
En mi centro de estudios coordiné la limpieza en el Servicio Social Estudiantil, en sí, el problema abarcaba a toda una sección, esa sección de segundo año de bachillerato estaba considerada como la peor de todas, con estudiantes “˜rebeldes”™, fumadores y sin disposición a estudiar. Realmente, eran jóvenes que querían estudiar, pero que cuyos docentes querían que actuaran como adultos y pues, aun dirigiéndolos, más de una vez jugué con ellos, pero por la simple y sencilla razón que debían hacer algo más y tampoco quería ser el típico amargado que soy.
No obstante, las realidades eran distintas, en una sección había jóvenes ligados a grupos delictivos. Lo interesante de ellos es que todos tenían problemas, o sea, la mayoría de docentes miraban en ellos lo peor, pero yo, yo miraba que ellos querían algo más que estar en la calle, necesitaban comprensión, es decir, nadie entendía el principio de sentirse perseguido, pero el solo hecho de mostrarse más fuerte que los demás era el motivo para sentirse superior y que otros no quisieran decir nada.
En otra de las historias, un amigo me comentó las razones por las que comenzó a fumar marihuana, llegó el momento en que él decidió fumar para olvidar sus problemas, aunque eso conllevo a que adelgazara, sumado a su depresión fue el cóctel suficiente como para un intento de suicidio. Claro, para el punto que me lo contó, todo había cambiado, él ya es diferente, sigue fumando, pero ya lo hace con menos frecuencia.
En otra de las historias, una amiga fue víctima de violación cuando era pequeña, ella se sentía intimidada por parte de un docente, él maestro todo el tiempo mostraba insinuaciones a la hora de la clase, claro, esas cosas no las comentan con adultos por miedo, pero en esa ocasión estaba con una amiga en un aula y ella llegó llorando, por lo que comencé a hablar con ella y culminó con eso.
Aunque, no todas las historias han ocurrido siendo así la situación. Una calurosa mañana de viernes se me acercó un amigo y me dijo que se sentía mal, por lo que necesitaba hablar con alguien, me comentó su caso de violación y a partir de ese punto comencé a entender más a otros, es cierto que un docente debe mostrarse fuerte y no ceder ante lo dicho por un estudiante, pero hay casos que marcan un referente.
Creo que la lección más valiosa la aprendí de un aproximado de diez maestros, la necesidad te hace querer lograr lo que necesitas para poder superarte, pero nadie puede por sí solo, por lo que necesita la ayuda de otros, así uno de los maestros decidió ayudar a uno de los jóvenes. Había un chico que desde abril ya no llegó a estudiar, el problema es que él vivía con su padre y su padre lo maltrataba, por lo que él decidió comenzar a trabajar con una vecina para ganar el dinero que no le daba su padre.
Después de todas estas historias me di cuenta de que la educación aquí en El Salvador está fallando en uno de los puntos más fundamentales: la comprensión. Durante más de una década la escuela se vuelve una segunda casa, donde los estudiantes pueden ser comprendidos o despreciados, por lo que pueden existir dos percepciones sobre el aula: el lugar de la tortura o un lugar donde el docente sabe que tiene a jóvenes que necesitan un poco más de libertad.