El escenario que se perfila de cara a la elección presidencial viene marcado por el desgaste de todos y cada uno de los partidos políticos. Y, por ende, del sistema de partidos en su conjunto. Quien mejor ha captado esta realidad es, sin duda, Nayib Bukele. Ha aprendido a navegar en estas aguas. Su discurso enfila contra los seis gobiernos anteriores. Según él, tanto los cuatro de Arena como los dos del FMLN son los responsables de la grave crisis que enfrenta el país en todos los rubros. Después de estos treinta años fatídicos ya es hora de probar “otra cosa”.
De tal modo, su oferta de cambio no consiste en las promesas de campaña o en un mejor plan de gobierno. Nayib se basa simple y llanamente en el rechazo de ese pasado. Es la lógica de su discurso: “Arena y FMLN son lo mismo”, “el FMLN es Arena 2.0”. Le ayuda a darle credibilidad haber sido expulsado del FMLN (su dirigencia fácil cayó en su provocación). Y también la actitud de Arena y FMLN que coinciden en atacarlo con similar odio. Tal vez no se han dado cuenta que refuerzan así las coincidencias que Nayib, de manera astuta, les atribuye (“los mismos de siempre”). Buena parte de la población, en la que predomina el hartazgo, adopta como propio tal discurso.
Lo nuevo que trae la coyuntura es la división de la izquierda. En 2009 la derecha se dividió; ahora es la izquierda la que se ha dividido. Los dirigentes efemelenistas hubieran podido evitarlo negociando a tiempo con Nayib Bukele, aceptando su liderazgo y capacidad de arrastre. Hoy probablemente estaría el FMLN gobernando la alcaldía capitalina y tendría magníficas perspectivas de hacerse con un tercer período en el gobierno.
Lo arruinaron al anunciar su veto a las aspiraciones presidenciales de Bukele. Pudo más el temor a repetir la mala experiencia que tuvieron con Mauricio Funes, quien se volvió incontrolable. O el deseo de retener a toda costa los puestos de poder de que disfruta un puñado de dirigentes. El hecho es que su torpeza, codicia o miopía política los ha llevado a quedar lejos de disputar una segunda vuelta electoral. Sumieron al partido en una situación de posible irrelevancia política, insospechada hace pocos años.
El FMLN ataca a Nayib por aliarse con GANA, aunque tal partido ha sido su aliado todas las veces que le ha convenido. No obstante, el hecho de que GANA lleve de candidato a Nayib Bukele tiene una virtud: mantiene dividida la derecha. Arena, con más inteligencia política, hubiera buscado conciliar con los que ha calificado de “traidores” y tratado de atraerlos a la Alianza por un Nuevo País. Hoy difícilmente puede sumar más votos en una hipotética segunda vuelta.
Además, hay síntomas de escisión partidaria, tanto a derecha como a izquierda del espectro político. Viene a contribuir a la percepción de agotamiento del sistema de partidos que ha funcionado en el país durante el último cuarto de siglo.